La rápida intervención del personal acreditado, utilizando mangueritas de agua a presión, impidió que esos agresivos felinos culminaran totalmente el trabajo emprendido.
La gente siguió el operativo desde los contiguos recintos de la hiena y del tapir.
Para no herir la sensibilidad de nadie, nada más lejos de nuestra intención, hemos seleccionado una imagen un poco light.
Jacinto Antón, siempre a pie de obra, nos lo cuenta así:
«La hiena se paseaba inquieta. Iba de un lado a otro de su recinto, enfrente del de los leones. Sabía que había ocurrido algo.
Decenas de personas pasaban ante la hiena e, igualmente curiosas, se detenían para ver qué sucedía en el recinto donde se había producido el ataque. Con el área acordonada, era un buen punto de observación.
La información circulaba, cuajada de rumores, fantasía y sobresaltos. "A ver Paco, ¿qué se ve?", "se ha caído un hombre", "no, no, que se ha tirado", "ha pasado un león con una bota en la boca", "no han dejado nada del pobre", "que no, que está en el hospital", "pues a mí me han dicho…", "¡Johnatan, que te bajes de ahí!".
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Pudimos observar a lo lejos a una de las leonas, su piel parda y sus movimientos elásticos. La atrajeron moviendo un palo desde una abertura en la parte alta de la instalación, se acercó curiosa, metió la cabeza y salió con un trozo de carne roja entre las fauces —aquí todos nos miramos sin decir palabra—. Luego volvió a entrar y desapareció por la portezuela».
Enlace: Rugidos en un soleado domingo
No, si al final estos periodistas acabarán echando la culpa de todo al tapir. Bastante desgracia tiene de estar privado de libertad, sometido a las miradas -e incluso chanzas- de todos los zánganos que van ahí a pasar la tarde... ¡Lo que hay que aguantar!
ResponderEliminarEl Tapir
Comprendo su desagrado por esas informaciones periodísticas, dado su claro e incontestable posicionamiento en defensa de ese ungulado. Sin embargo, mi deber es alertarle: esos tapires encierran peligro. Usted en su día tuvo suerte—y lo celebro— , ya que no perdió ningún órgano vital, como le sucedió a la cuidadora del zoo de Oklahoma, pero yo en su lugar no intentaría repetir esos acercamientos. Quien avisa no es traidor.
EliminarYo recordaba algunos episodios de este tipo en Rioleón Safari, en Vendrell: una vez se zamparon a un vagabundo, otra vez a un francés que se bajó del coche para hacerles una foto y , finalmente, le arrancaron el brazo a una niña que iba con sus padres en el trencito turístico que recorría el parque.
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