lunes, 2 de abril de 2018

Hundirse como náufragos

«A la entrada de las oficinas bancarias, ancianos y no tan ancianos se abalanzan sobre el primero que llega pidiéndole ayuda para hacer las operaciones que el banco les obliga a realizar en el cajero, que son casi todas, a fin de reducir gastos en personal. La escena se repite en hospitales, oficinas, gasolineras, aeropuertos, estaciones de tren y de autobús, supermercados y tiendas self-service,y prácticamente en todos los sitios en los que el consumidor tiene que hacérselo todo, incluso pagar, porque las máquinas han sustituido a las personas. 


Si no entiendes el lenguaje de los ordenadores, y no digamos ya si no tienes Internet, estás perdido en el mundo, sobre todo si no interesas por tu patrimonio. Si interesas, tranquilo, que te lo facilitan todo, incluso te reciben con una taza de café y la prensa para entretener la espera. La rapidez con la que las nuevas tecnologías se han propagado por el mundo ha hecho que a muchas personas, sobre todo las que nacieron antes de ellas, les cueste adaptarse al nuevo lenguaje que rige las relaciones económicas, sociales y de comunicación. 


La visión de personas mayores tratando de entender los nuevos artilugios con ayuda de sus hijos o nietos, o de algún vecino apiadado de ellas, mueve a la compasión más que a la sonrisa por más que hagamos chistes de la situación. Pero la imagen de esas personas perdidas al salir de casa porque todo ha cambiado delante de sus ojos (el funcionamiento del banco, del supermercado, de la tarjeta del autobús, del parquímetro…) debería hacernos reflexionar a todos, puesto que lo que a ellos les sucede ahora nos ocurrirá a nosotros a poco que pase el tiempo y, sobre todo, porque no es justo que la sociedad arroje de ella a su parte más débil y desasistida. Si en el pasado los que se sentían fuera del sistema eran los analfabetos, ahora lo son los analfabetos tecnológicos, que es una parte importante de la población.

En estas últimas semanas, en España, los pensionistas están reclamando un mejor trato económico por parte del Gobierno, en lo que tienen toda la razón, pero no he visto a nadie pedir con igual insistencia un trato respetuoso por parte de la sociedad a la que pertenecen, pero que los está expulsando de ella como si fueran antisistema en lugar de personas que se han quedado fuera del sistema y no por su voluntad. La sociedad de consumo no tiene corazón, pero el Estado sí debería tenerlo y legislar para que los analfabetos tecnológicos, que son muchos más de los que creemos, puedan seguir viviendo sin problema y no hundirse como náufragos en la angustia que produce saberse fuera de la sociedad».

Julio Llamazares, Náufragos

6 comentarios:

  1. Cuánta razón tiene Llamazares, es algo que vengo observando porque ya nos va tocando a todos, incluso a los que nos iniciamos como usuarios informáticos en la última etapa laboral o seguimos por capricho y pasto a las neuronas. Pero cada vez es más complicado. Hay máquinas para dar y tomar y seguir el proceso de reservar un billete a veces es una cruz, incluso para los iniciados, ya digo. El maldito e inevitable precio de la tercera revolución industrial supongo, cuyas primeras víctimas son los mayores de 60, y no solo por el lado económico sino por el del manejo cotidiano de los servicios. ¡Si a veces cuesta un riñón abrir un pack o un tarro, por los ingenios que hacen ahora! Crudo lo vamos a tener, qué digo crudo. Y el que no tenga hijos o nietos cerca, y ojo que se cansan de echar una mano y encima nos llaman torpes, lo tienen más jodidos que nadie. Hacer nación -ya que algunos pierden tanto tiempo en esos montajes- sería afrontar esos temas, pero nadie tiene interés, lo que dice el leonés, si tienes posibles te ponen la alfombra. Si no...

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  2. Corroboro lo dicho por FACKEL.
    Un abrazo

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  3. Me siento identificada con el texto y de acuerdo con lo que dice Fackel. Los billetes de metro, de cercanías, los aparcamientos, hay que llevar monedas, porque a veces la tarjeta no funciona.
    Otro ejemplo de ello. Cobro un dinero en concepto de derechos de autor, de mi padre. Se pueden imaginar las "grandes cantidades". Pues el IVA de esto, que a veces es 0 euros, solo lo puedo gestionar por Internet. A veces, no sé por qué, resulta complícadísimo. Además me pregunto, ¿cómo lo pagan los que no tienen ordenador e Internet? MJ

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    1. Yo me incorporé a este mundillo en mi penúltima etapa laboral, por suerte. Me vi obligado a escribir programaciones absurdas (y en catalán, of course), a hacer algunas páginas web, a usar el ordenador en las clases (que si diapositivas, que si powerpoints, todo eso) y gracias a ese rodaje ahora no me siento demasiado perdido.

      Pero, aparte de lo del blog y el "Fotochop", que me encantan, lo demás me pone enfermo. La consulta de diarios digitales, con esa visión fragmentaria y plagada de anuncios que no siempre es fácil desactivar, las facturas electrónicas que hace falta muchas ganas para ponerte a consultarlas, la banca por internet, el darse de alta para cualquier minucia con nombre de usuario y contraseña, las compras por internet, en las que nunca sabes si has acertado y tampoco si no te acabarán enviando un rinoceronnte, como decía Forges, o ¡varios! (si reincidiste en "carro de la compra"). En fin, eso en alguien que ya sabe algo. ¿Y los que no tienen ni puñetera idea de todo esto? ¿Qué es de ellos? ¿Qué será de nosotros cuando todavía se sofistique más el asunto?

      Por eso he encontrado muy adecuado y oportuna la columna de Julio Llamazares, un tipo bastante odiado en las redes pero que cuando da en el clavo...

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    2. ¡Magnífico y sensible el artículo de Llamazares! En cuanto a lo que dice GU de "uno o varios rinocerontes", a mi me ha ocurrido más de una vez lo de "varios", aunque, lógicamente, no con rinocerontes. Tengo la costumbre de comprar discos (soy lo que podríamos llamar un coleccionista de discos de vía estrecha) por Amazon (en Ibiza ya no quedan tiendas de discos y casi tampoco librerías) y, sin darme cuenta, alguna vez he tocado dos veces en la "cesta" de la compra, con lo cual me han llegado los discos repetidos... Por suerte, se trataba de compras de importe reducido y mi economía ha podido resistirlo.
      El Tapir

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    3. De esos errores suyos me he visto beneficiado en alguna ocasión (por ejemplo LUBBOCK, de Terry Allen, muy bueno). O sea, que por mí, se puede usted seguir equivocando.

      Por cierto, ya le he visto con la bufanda amarilla. Le queda muy bien, por lo que yo de usted la seguiría utilizando.

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