Millás presenta su novela |
En ella nos presenta a Lucía, programadora informática que se queda sin trabajo por un pufo del dueño de la empresa y decide hacerse taxista. Y emprenderá su aventura en ese oficio ya perdidamente enamorada de su misterioso vecino, un tal Braulio Botas, un sujeto que ponía el Nessun Dorma en el tocadiscos a toda potencia, de tal manera que le llegaba a Lucía su sonido amortiguado a través del shunt del baño. Por curiosidad, lo visitó una vez en su piso con una excusa banal y no lo volvió a ver, ya que el vecino se fue a vivir a otro lugar.
Pero ¡amigos!, ha dejado a Lucía extasiada, de modo que ésta busca como loca a ese tipo por las calles de Madrid con el taxi, esperando tomarlo algún día como pasajero. Intuye siempre que "algo va a suceder", una frase de su madre.
En ese artilugio ambulante suceden disparatadas aventuras y conversaciones varias, muy bien contadas (Millás es un maestro en eso, no lo duden), en las que Lucía —todo un personaje— llega a explicar muchas cosas de su vida a algún cliente habitual, lo que devendrá para ella, a la postre, en una gran decepción, clave de lo que pasará al final. Y así hasta la carrera última y decisiva: la que le lleva hasta toparse con Braulio Botas, su antiguo vecino, momento que publicamos más abajo en los inicios del encuentro. "Y hasta aquí puedo leer"; la cosa sigue después en pleno delirio.
Juan José Millás, Que nadie duerma, Alfaguara (2018), págs. 194-195 |
Dice el autor (Millás), en una entrevista del mes pasado, cosas de interés al respecto, tales como:
«En mi novela lo que hay es un delirio incrustado en la realidad. Es lo que sucede con frecuencia. Lo difícil es articular la realidad y el delirio: son dos materiales distintos. Entonces, tienes que utilizar mecanismos de alta precisión, como los que se utilizan para articular la rodilla, un codo o un tobillo. Esa ha sido, quizá, la mayor dificultad de la novela: articular esos dos registros tan diferentes. [...]
Lucía es una persona ingenua que va haciendo el bien. En lugar de ir montada en un caballo, va en un taxi haciendo el bien en nombre de ese amor platónico que es Braulio Botas. Igual que Don Quijote tiene en su cabeza a Dulcinea, Lucía tiene a este, que es una construcción imaginaria prácticamente: está enamorada de una persona que ha visto un día en su vida, y se ha hecho taxista con la confianza de que, un día, este hombre aparezca en una esquina y se suba a su taxi. Mientras tanto, va haciendo el bien por donde pasa».
Enlace a la entrevista a Juan José Millás: “La gente no dice nada interesante, nunca jamás”
A Gran Uribe no le gusta nada recomendar ni "desrecomendar" novelas (ni músicas, ni películas), ya que eso es algo muy pero que muy personal y, además, uno reconoce que tiene cierta debilidad por ese autor, debilidad que mucha gente no comparte, pero si no se les ocurre nada por Sant Jordi, ya lo saben. No creemos que se arrepientan...
Como no se me ocurre nada por Sant Jordi, gracias, G.U., por sugerir la novela. A mí Millás sí me gusta. MJ
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