miércoles, 18 de abril de 2018

Colau, el almirante Cervera y Pérez-Reverte

Otro rosco para ADA
Gran Uribe está hasta el mismísimo gorro de Ada Colau, esta impresentable e indocumentada señora que Barcelona no se merece tener de alcaldesa. Una individua que pasaba por ser abogada sin serlo (con todo el morro del que dispone, que es mucho), hasta que fue vilmente descubierta con "el carrito de los helados". Por cierto, no es la única por estos lares, ya que en todas partes cuecen habas: Fuigdemont, Pilar Rahola, Joana Ortega o incluso el presunto copista Oriol Junqueras padecieron síndrome de "titulitis".

El caso es que ahora ha vuelto a hacer el ridículo quitándole la calle de la Barceloneta al almirante Cervera (el de la guerra de Cuba, del que más abajo hablará Arturo Pérez-Reverte describiendo la horrible carnicería final del 2 de junio de 1898) tachándolo de ¡facha!

El beneficiario ha sido Pepe Rubianes, un resentido y tristísimo humorista con bastante mala sombra, cuyo mayor mérito fue decir en TV3 "me cago en la puta España", o algo similar. De no ser así, no tendría calle en Barcelona a estas horas.

Ahora veamos qué dice Ignacio Camacho en su artículo titulado Fatxas:

«No es sólo ignorancia. Ada Colau no sabe, ni le importa, en qué época vivió el almirante Cervera, pero sí sabe que, para sus votantes, un personaje de esa índole entra en la categoría de «fatxa». Le da igual si luchó en la guerra de Cuba, en la Civil o en la carlista: era un militar, un marino con uniforme de charreteras y luengas barbas. El arquetipo convencional de lo que el imaginario del progresismo barato entiende por una imagen rancia. Para esta gente autoconvencida de encarnar una misión social refundadora, iluminada por relámpagos de inspiración mesiánica, cualquier figura de cierta solemnidad histórica encaja en el paradigma negativo de su polaridad sectaria. A ese fundamentalismo despectivo y enfermizo hay que sumar, en el caso de Colau, el componente identitario, la conciencia supremacista catalana.[...]

Le ha tocado a Cervera porque andaba por allí, en el nomenclátor de la Barceloneta, y había que hacerle sitio a Pepe Rubianes, ese ilustre bufón que mandaba a España a tomar… por la puerta trasera. Pero no hay sólo desconocimiento en la invectiva de la alcaldesa. Hay una intención de fondo, una mira revanchista concreta. La misma que ha convertido su mandato en un pogromo alegórico de estatuas sin cabeza».



Y lo prometido es deuda. He aquí cómo describía Pérez-Reverte (en 1998) aquella patética batalla de un siglo antes, en un texto que ha devenido en clásico. Extraemos solo unos párrafos, ya que es prolijo en detalles:

«“Salga V.E. inmediatamente”, fue la última y escueta orden oficial. Después, por supuesto, todos se lavaron las manos y nadie fue responsable de nada, como ocurre y ocurrirá siempre en este país desgraciado: ni el gobierno timorato y débil, ni los generales y almirantes que callaron por no comprometer su carrera, ni la prensa demagógica y bocazas que durante meses enardeció los ánimos y empujó a los políticos a tomar decisiones en las que no creían. Después, cuando las viudas y los huérfanos preguntaron el porqué de aquella carnicería estúpida, todos miraron hacia otra parte o plantearon vagos lugares comunes sobre la patria, la honra y la bandera.[...]

Aquel 2 de junio de 1898, ellos, los marinos españoles bloqueados en el puerto por la potente escuadra norteamericana, sin el armamento adecuado y sin carbón para las máquinas, recibían la orden de hacerse a la mar a toda costa, en sus buques de madera frente a los acorazados de acero yanquis. [...]

Aquello, resumiendo, iba a ser para los norteamericanos un simple ejercicio de tiro al blanco; y Pascual Cervera, el almirante español, había intentado disuadir de semejante locura al gobierno de la nación. Pero la guerra es fácil vivirla desde el velador de un café, en Madrid reinaba un momento de exaltación patriótica. Así que se le recordó a Cervera aquello de don Casto Méndez Nuñez cuando el bombardeo de los fuertes del Callao: que más valía honra sin barcos, que barcos sin honra.[...]


El almirante Cervera y los comandantes de su escuadra eran profesionales veteranos y no se hacían ilusiones. Sabían que no podían ganar; y la noche anterior a la salida, en la última reunión de oficiales, éstos se habían estrechado las manos, despidiéndose unos de otros. Iban al suicidio irremisible, pero las órdenes no admitían réplica. Así que no quedaba otra que calentar calderas y hacerse a la mar. [...]

De ese modo, en la mañana de aquel negro 3 de julio, con buen tiempo y mar en calma, el Infanta María Teresa, buque insignia de la escuadra española, izó la bandera de combate y pasó por delante de los otros cruceros, que hicieron los honores de ordenanza al primero de ellos que iba al sacrificio.

Así quedó el "Infanta María Teresa" del Almirante Cervera
Sobre si el anciano almirante albergaba o no dudas respecto al desenlace de aquella locura, nos aporta un preciso dato el hecho de que, desde el primer momento, fue guardando cuidadosamente todos los partes con las órdenes recibidas y sus propias objeciones y protestas, y antes de zarpar las remitió al arzobisbo de Santiago. Saliera vivo o muerto de aquella, no quería que en Madrid arrastrasen su honor y su nombre por el suelo. A fin de cuentas don Pascual era español, y sabía que cuando todo se fuera al diablo y la prensa bramara, y los ministros y los almirantes de Madrid se quitaran de en medio como de costumbre, eludiendo responsabilidades, todos iban a buscar una cabeza de turco en la que justificar los platos rotos. Como así fue, en efecto; aunque toda aquella documentación le permitió salvar luego la faz y la carrera ante el consejo de guerra que, como era de esperar, le organizaron a su regreso del cautiverio.[...]

Así fue como acabó todo, y como el pabellón español dejó de ondear en un mar que había sido suyo durante cuatro siglos. Cesó entonces el fuego norteamericano, pues ya no había contra quién disparar. Eran las 13,30 de la tarde. Aunque el tiro de los artilleros españoles había sido continuo y preciso durante las cuatro horas de combate —el Brooklyn recibió 41 impactos del Teresa y del Vizcaya— los norteamericanos, protegidos tras sus blindajes y sus cañones de largo alcance, no tuvieron más que un muerto, dos heridos y nueve contusos, en lo que para ellos fue un cómodo ejercicio de impune tiro al blanco. Pero en el fondo del mar, en los barcos en llamas y en las playas ensangrentadas, había 323 españoles muertos y 151 gravemente heridos: uno de cada cuatro hombres de la escuadra del almirante Cervera.

Era tarde de domingo. A la misma hora que los supervivientes españoles eran capturados por los buques norteamericanos, agonizaban en las playas o se abrían penosamente paso por la selva para intentar llegar a Santiago y seguir combatiendo en tierra, en Madrid lucía un sol espléndido y la gente, incluidos algunos miembros del gobierno, se divertía en los toros. Según cuenta Francos Rodríguez: “Asistió gran cantidad de público y hubo dos corridas, una en la plaza de Madrid y otra en Carabanchel. Ambas con resultado feliz”.

Años después, Miguel de Unamuno escribiría: “Cuando en España se habla de cosas de honor, un hombre sencillamente honrado tiene que echarse a temblar”».


4 comentarios:

  1. Con todos los respetos voy a corregir a Pérez Reverte y a GU. La batalla naval de Santiago de Cuba fue el 3 de julio, no el 2 de junio. Puede acordarse fácilmente un melómano como GU recordando que en igual fecha del año, pero en 1965, tocaron los Beatles en su querida Barcelona. Por lo demás, de acuerdo.
    Mateo M.

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    1. Sin duda hay una errata en el texto de Pérez-Reverte, aunque en otro lugar del mismo se cita la fecha correcta, la que usted señala. Muchas gracias por su puntualización, pero yo no puedo enmendar un texto que no es mío. He suprimido, eso sí, parte del pie de la foto del buque del almirante Cervera.

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  2. Convendría pasarle a Colau una copia de este artículo.
    El Tapir

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    1. [img]https://2.bp.blogspot.com/-nFqCz2ez-KY/WttnfcTPbjI/AAAAAAAAjAs/BYIouKsQqf8R7Swwaj5Y_x8GFVH-7vcmQCLcBGAs/s1600/vara_de_rey_ibiza.jpg[/img]

      No entiendo cómo es que los "progres" del ay untamiento de Ibiza conservan la estatua de Vara de Rey, un sujeto que murió luchando contra los yanquis en Cuba en 1898, y no han acabado de cambiar el nombre de su paseo por el popularísimo (?) de S´Alamera.

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