sábado, 20 de enero de 2018

La emigración y... J.A. Labordeta

Franco tenía una flor en el trasero. Frío y astuto pero "con la fortuna sentada en el hombro como el loro del pirata", como decía Arturo Pérez-Reverte, en "Una historia de España", que publicó en su web por entregas. Cuando ese sujeto montó la guerra civil contra la República, los que más mandaban en Europa eran de su cuerda. Y cuando éstos fueron derrotados en la 2ª guerra mundial, las potencias vencedoras (EEUU a la cabeza) tenían miedo de Rusia y necesitaban a tipos como Franco para asentarse y poner sus bases. Total: que le perdonaron al verdugo su dictadura y los pobres republicanos exiliados (esos sí que lo eran), que esperaban a que se cepillaran al régimen de Franco para volver, se quedaron con las ganas.

Y así, entre penurias extremas para los más desfavorecidos y privilegios a manta para los vencedores, con sus chupones y pelotillas, fueron transcurriendo los años hasta que, como consecuencia de que la economía no levantaba cabeza —ya que eso de la autarquía no funcionaba en absoluto—, llegó el Plan de Estabilización de 1959.


En un buen artículo, Josep M. Fradera nos recuerda, entre muchas otras cosas, las consecuencias emigratorias que tuvo ese plan (diseñado por el republicano catalán Joan Sardà y el palentino Fuentes Quintana), favorecidas por el gran desarrollo que empezó a tener Europa por aquellos años y la necesidad de mano de obra barata, algo que también pasó con las grandes ciudades españolas.

Estación de Francia (1962) / Fotografía: Xavier Miserachs
[...] «Las sociedades no son estáticas. Un equipo compacto de catalanes (un exiliado republicano, el más brillante) salvó in extremis la economía española con el Plan de Estabilización del año 1959, en pleno franquismo. Una de sus consecuencias fue la más formidable oleada migratoria nunca vista en la Península, muy por encima de los flujos inmigratorios anteriores de valencianos, aragoneses y baleáricos. Los mayores beneficiarios fueron de Alemania, Francia y Suiza, las áreas industriales de Barcelona y Madrid. La sociedad catalana cambió de arriba abajo. La de hoy es la suma de todo ello, de los hijos y nietos de los que ya estaban, de los hijos y nietos de los “nuevos catalanes”. Los nexos con el resto del Estado aumentaron la vertiente humana y familiar donde las conexiones eran antes, salvo parcialmente el caso de los aragoneses, esencialmente políticas, administrativas y culturales. 



El enorme progreso de todo tipo que todo ello representó explica muchas cosas de lo que ha pasado estos últimos años.[...]




Los sucesores de toda esa gente que vino a Cataluña —y la aupó de nuevo— son ninguneados ahora y estorban a los planes de aquellos que consideran que "este país será siempre nuestro". Bueno, pongamos un poco de música a todo esto, tan poco alegre. ¿Se les ocurre algo mejor que aquella preciosa canción de José Antonio Labordeta? Un buen tipo.



10 comentarios:

  1. Leerte me produce escalofrios tormentosos, hay veces que de tanto ver olvidas lo que sufrieron los padres, y no ves en las caras de los recién llegados las caras de tus ancestros...y eso oyendo a Labordeta duele....Un abrazo G.I.

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    1. Duele, en efecto. Esas expresiones impresionan. Xavier Miserachs las captó muy bien, aunque no fue el único.

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  2. Buena entrada, Uribe, y emocionante. La canción de Labordeta hacía ¡cuarenta años! que no la había vuelto a escuchar y me ha puesto los pelos como escarpias. En cierto modo me recuerda a la "cançó de bressol" de Serrat, que creo que es anterior, pero la de Labordeta con más rabia y más desgarrada.

    Muchas gracias
    F.G.

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    1. Recuerda, y mucho, a la Cançó de Bressol de Serrat, pero ésta pone "los pelos como escarpias", como señala.
      "Por la mañana, rocío;
      Al mediodía, calor;
      Por la tarde, los mosquitos;
      No quiero ser labrador".

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  3. Buena entrada.
    Sardà fue un estratega. La SEAT iba directa a Madrid, pero la colocaron en Barcelona porque se intuía que con una fábrica de esas dimensiones y las industrias auxiliares (forros de freno, limpiaparabrisas, luces, vidrios, etc, etc...) harían que la población barcelonesa tuviera ingresos y que estos hipotecaran a la gente, porque se sabe de que en cuanto uno tiene propiedades deja de ser revolucionario. Como así fue.
    Pasoó tres cuartos de lo mismo en Bilbao (Altos Hornos); y otros tres cuartos en Valencia (astilleros).
    Buen tema musucal. Grande Labordeta.

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    1. Interesante resumen del reparto de industrias que hizo el franquismo en la década de los 50, así como de la intencionalidad subyacente.

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  4. Estupendo acompañamiento la canción de Labordeta para completar la entrada. Gracias, G.U. MJ

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    1. No hay de qué. Esa canción de Labordeta siempre me ha emocionado mucho, con ese vigor tan suyo. La he puesto aquí porque creo que venía como anillo al dedo del asunto.

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  5. Impresionante canción de Labordeta que pone la piel de gallina, cosa que él hacía como nadie. Y que conjuga a la perfección con la fotografía de Miserachs, evocadora de esa olvidada España paupérrima y sin desolada que se veía obligada a emigrar en unas condiciones muy duras para ganarse el garbanzo y recobrar la esperanza.
    Ah, y magnífico también el artículo de Fradera, uno de los pocos historiadores catalanes de izquierdas que no se ha rendido a los halagos y prebendas que tan generosamente ha distribuido la Generalitat en estos años, a costa del dinero público (como, por cierto, se encarga de recordar Fradera. No es fácil ni cómodo mantener una postura así en la universidad catalana de hoy. ¡Un diez para él!
    El Tapir

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  6. Magnífico el artículo de Josep Mª Fradera. La canción de Labordeta, sobrecogedora. Siempre que la escucho me produce el mismo impacto. Hay cosas que conviene no olvidar nunca.
    nvts

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