Jalona la narración con pequeños apuntes acerca de la manera en que desarrolló la novela, la información que obtuvo sobre personajes, caminos, lugares que recorrieron los académicos en su aventura, etc. En opinión de Gran Uribe está bien ese añadido, que resulta bastante original en obras de este género. Lo valoraría con el pulgar hacia arriba usando un emoticón de WhatsApp.
Aquí tenemos un fragmento de uno de ellos en el que, buscando las trazas de la ruta que siguieron esos enviados, nos comenta lo estimulante que resulta visitar lugares cuando tienes referencias literarias anteriores sobre ellos.
«A la altura de Briviesca me aparté de la autovía principal; pues, comparando antiguas guías de caminos con el mapa moderno de carreteras, comprobé que la N-1 seguía allí el trazado del antiguo camino real entre Burgos y Vitoria. El cielo estaba cubierto de nubarrones bajos que descargaron, al poco rato, una lluvia espesa que veló el horizonte y embarró los campos. Detuve el coche en una venta, para tomar café mientras escampaba un poco, y permanecí sentado bajo el porche, consultando el mapa y las notas de mi cuaderno mientras consideraba que hay un ejercicio fascinante, a medio camino entre la literatura y la vida: visitar lugares leídos en libros y proyectar en ellos, enriqueciéndolos con esa memoria lectora, las historias reales o imaginadas, los personajes auténticos o de ficción que en otro tiempo los poblaron. Ciudades, hoteles, paisajes, adquieren un carácter singular cuando alguien se acerca a ellos con lecturas previas en la cabeza.
Cambia mucho las cosas, en tal sentido, recorrer la Mancha con el Quijote en las manos, visitar Palermo habiendo leído El Gatopardo, pasear por Buenos Aires con Borges o Bioy Casares en el recuerdo, o caminar por Hisarlik sabiendo que allí hubo una ciudad 1lamada Troya, y que los zapatos del viajero llevan el mismo polvo por el que Aquiles arrastró el cadáver de Héctor atado a su carro».
[Arturo Pérez Reverte, Hombres buenos, Ed. Alfaguara (2015) , pág. 150]
A continuación nos explica que él es de aquellos que suelen situar las escenas de sus novelas en lugares reales y le agrada caminar por ellos y —con "maneras de cazador"— irlos capturando, imaginar a sus personajes transitándolos.
Gran Uribe agradece mucho eso. Los escenarios ficticios, llámense el Macondo de García Márquez o el Región de Benet, por ejemplo, le suelen dejar "in albis".
Macondo era un lugar real. Ahí dimos clases. Ana también estaba. MJ
ResponderEliminarSí, y el aislamiento de Macondo era un motivo más de regocijo.¡Cuánto nos reímos y nos asombramos juntos en Macondo! Ana
EliminarSala de actos a reventar de alumnos y profes, representación teatral "La grande bouffe", efectos especiales (ruido de platos) a cargo de Fernando el de latín entre bastidores.
ResponderEliminarMacondo, maravilloso territorio donde depositar la nostalgia de nuestra juventud. Ana
EliminarBienvenida al blog, Ana. Te echábamos de menos. Hablaremos de otro Macondo, u otros Macondos, ya lejanos... Con nostalgia, o sin ella.
ResponderEliminarMe has dado un alegrón. MA