domingo, 13 de mayo de 2018

La tiranía "del pueblo", "de la gente"

Stuart Mill fue un brillante filósofo, político y economista del S.XIX. Según él, el objeto de su famoso ensayo "Sobre la libertad" no es el llamado libre arbitrio, sino la libertad social o civil, es decir, la naturaleza y los límites del poder que puede ejercer legítimamente la sociedad sobre el individuo, cuestión que pocos se habían planteado antes.

Javier Marías nos rescata para su columna de hoy en EL PAÍS SEMANAL, titulada ‘Cuando la sociedad es el tirano’, unos párrafos de la introducción a ese magnífico ensayo que, aunque con una prosa un poco anticuada, parecen haber sido escritos ayer mismo. Pero leamos ya lo que decía Stuart Mill al comienzo de esa obra:

«Como las demás tiranías, esta de la mayoría fue al principio temida, y lo es todavía, cuando obra, sobre todo, por medio de actos de las autoridades. Pero las personas reflexivas se dieron cuenta de que cuando es la sociedad misma el tirano, sus medios de tiranizar no están limitados a los actos que puede realizar mediante sus funcionarios políticos.

 La sociedad puede ejecutar, y ejecuta, sus propios decretos; y si dicta malos decretos en vez de buenos, o si los dicta a propósito de cosas en las que no debería mezclarse, ejerce una tiranía social más formidable que muchas de las opresiones políticas, ya que si bien no suele tener a su servicio penas tan graves, deja menos medios para escapar de ella, pues penetra mucho más en los detalles de la vida y llega a encadenar el alma.

Por eso no basta la protección contra la tiranía del magistrado. Se necesita también la protección contra la tiranía de la opinión y sentimiento prevalecientes; contra la tendencia de la sociedad a imponer, por medios distintos de las penas civiles, sus propias ideas y prácticas como reglas de conducta a aquellos que disientan de ellas; a ahogar el desenvolvimiento, a impedir la formación de individualidades originales y a obligar a todos los caracteres a moldearse sobre el suyo propio».



Y aquí una parte de la glosa que hace Javier Marías, que luego extenderá a otros campos, como se puede apreciar en el enlace que facilitábamos más arriba. Y es que si nuestras cabezas pensantes, cultas y bien amuebladas no dicen lo que piensan y nos iluminan un poco ¿qué será de nosotros?

«Parece que Stuart Mill esté hablando de nuestros días y alertando contra un tipo de tiranía que, por ser de la sociedad (vale decir "del pueblo", "de la gente" o "de las creencias compartidas"), no es fácil percibir como tal tiranía.

"Si nuestra época piensa así", parece decirse a veces el mundo, "¿quién es nadie para llevarnos la contraria? ¿Quién los políticos, que han de obedecernos? ¿Quién los jueces, cuyos fallos están obligados a reflejarnos y complacernos? ¿Quién los periodistas y articulistas, cuyas opiniones deben amoldarse a las nuestras? ¿Quién los pensadores" (esas "personas reflexivas" de Mill), "que no nos son necesarios? ¿Quién los legisladores, que deben establecer las leyes según nuestros dictados?" (vale decir "del pueblo", "de la gente" o "de las creencias compartidas"), no es fácil percibir como tal tiranía».

2 comentarios:

  1. Hace tiempo que me he planteado la existencia de esa tiranía de "las creencias compartidas", no por menos visible, menos implacable. De todas formas, es un terreno resbaladizo, porque manifestarlo tiene como efecto más inmediato que te llamen antidemócrata y fascista, cosa que siempre resulta molesta, sobre todo si te fijas en la cara de odio o desprecio del que te lo dice...

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  2. Las voces disidentes cada vez están peor vistas.

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