Gran Uribe odia los patinetes

Anuncios del patinete "Autoped" (1916)

FRANCISCO AGUDO 2 DIC 2018 - 10:31 CET El peligro de caminar por nuestras calles  Admiro las nuevas modalidades vehiculares pero, a la vez, nunca me he sentido en tanto peligro de atropello.  El peatón nunca gana: durante cuánto tiempo ha sufrido la prevalencia del coche, la ocupación sumaria de las superficies viales. Pero, ahora que se “domestica” el transporte a combustible fósil, el espacio liberado no lo hereda el peatón, sino el coche eléctrico —ocupa lo que el de gasolina y gasoil—, las bicicletas o los patinetes eléctricos sin reglamentar, sin seguro, con peso y potencia más que suficientes para herir de gravedad o incluso matar.  El que debería ser tranquilo caminar del peatón se ha vuelto una práctica azarosa e insegura. Y a aguantar (o mejor dicho, a arriesgarse). Porque de los políticos, ni noticia. Se camina peor que antes. Francisco Agudo. Madrid

Esta carta a la directora de EL PAÍS la ha escrito un tal Fernando Agudo y no Gran Uribe, aunque estuvo en un tris de engendrar algo parecido hace unos días. Aparte de a guiris por la Barceloneta, algunos ejecutivos y al tipo que perseguía en patinete al bien alimentado Eduard Pujol, uno no había visto por aquí este ingenioso aparato más que a un vecino, un chico bastante joven que tiene muy mal la columna y se desplaza por ese sistema. De eso hará cosa de un año.

Una sufragista y los carteros de Nueva York, en 1916

Pero lo que ha pasado estos meses no se lo esperaba. Aquello que se inventó en el Nueva York de 1916, ese sistema que usaban sufragistas y carteros y que pasó de moda, ha resurgido aquí este año con toda virulencia, ahora con el aval de ser eléctrico, una "energía limpia", como decía el tontaina de Zapatero, y no de gasolina como el de hace un siglo.

Tanto luchar para peatonalizar las calles, ampliar aceras, etc., ahora resulta que eso solo sirve para que ocupen ese espacio las terrazas de los bares y para que campen a sus anchas todo tipo de artilugios que ponen en riesgo al sufrido peatón, que es el que nunca gana, como dice la carta. Lo cierto es que G.U. camina por las calles muy atemorizado, ya que cualquier pequeño cambio de dirección puede resultar fatal si viene una de esas silenciosas balas por detrás. Quizá nos acaben obligando a los viandantes a ir también con casco y dos retrovisores colgados del cuello.

Si por lo menos tuvieran que matricularlos y pagar por ello (incluimos a las bicicletas) ya que ponen en riesgo la integridad del ciudadano, habría dinerillo para dedicarlo a otros menesteres, que buena falta hace.