lunes, 3 de diciembre de 2018

Dedicado a las madres y abuelas desconocidas

Viñeta de El Roto (28/11/2018)
«¡Cuántas veces, dios mío, cenando en la amena compañía de los buenos amigos, me rechinaron los dientes y tuve que componer una sonrisa de circunstancias, una sonrisita hipócrita, porque alguien se puso a explicar larga y seriamente el vino que bebíamos, su aroma y su bouquet, el cuerpo y la persistencia en boca, si llevaba fresa o madera... y otro sacó el tema de un nuevo e interesante restaurante, y de repente todos hablaban de cartas equilibradas, de arroces inolvidables, de pescados, de pastas y de carne-carne, y todo esto pasaba ya a los postres. Es decir, que no satisfechos con esa horterada de reunirse para comer, y comer a conciencia, se ponían todos a hablar de otras comilonas y banquetes ingeridos, de los que les quedaba el recuerdo sentimental.[...]



Hay que negarse a cenar fuera, y sobre todo en los restaurantes caros, no digamos ya los famosos, santuarios invariablemente incómodos, lujo más pretencioso que auténtico que procura goces autistas y signo claro de decadencia de una sociedad, como lo ha sido siempre la excelencia gastronómica desde el famoso banquete de Trimalción en la novela de Petronio hasta los tiempos de Ferran Adriá, cocinero creativo que cuando tuvo abierto su restaurante El Bulli fue obsesivo objeto de los más delirantes ditirambos por los media españoles e internacionales. 


Ferran Adrià
Era un aviso de la catástrofe por venir: el día en que Time puso su foto en portada con un texto que decía Éste es el hombre más creativo de España, y luego, peor aún, cuando la Documenta de Kassel del año 2007 seleccionó sólo a un artista español y ese artista no era ni un bailarín ni un escultor ni un videoartista o cineasta sino el famoso cocinero de los alimentos deconstruidos, tuve ya el presagio de que se avecinaba un huracán ante el que estaríamos desarmados pues en vez de haber cultivado, preparándonos para afrontarlo, las más exigentes disciplinas del espíritu, las virtudes de la sobriedad y el esfuerzo —o sea, la seriedad—, la sociedad, puerilizada, admiraba a los marmitones más, mucho más que a los filósofos o a los científicos, y no concebía experiencia más alta que comer sardinas con mermelada, gas de croqueta y tortilla de patatas líquida, para vomitar todas esas suculencias luego en el parking».[...]

Enlace: El ocaso de la gastronomía (Ignacio Vidal-Folch)

3 comentarios:

  1. A este señor de pequeño lo alimentaron con potitos se ve...

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  2. No se me escandaliza, G.U. Tranquilo que este señor sabe bien lo que vende, y vende humo. Lo tengo debajo mi casa, a él y a su restaurante, y dice que tiene reserva para tres años.
    Mentira. Mire si es mentira que si ud hace la reserva desde Asia, mañana puede venir a comer. Si la hace desde Barcelona no le guardará sitio.
    Motivo. Dice que el que viene de fuera, cuanto más lejos gasta más. Así mismito.
    Mire, GU, tengo el placer de conocer a dos de sus muchos becarios (allí se trabaja por poco jornal), y eso lo tienen asumido. Las reservas por internette, y desde cuanto más lejos , mejor.
    Por cierto, la gente dice que es muy bueno lo que pone...porque a nadie le gusta decir que le han tomado el pelo, G.U. Si cada plato te va a salir por 150 dineuros y la bebida a banda y te vas a dejar 250 por 5 esferificaos de jamón del tamaño de una albóndiga, a nadie le gusta comentar que se quedó con hambre.
    Un abrazo

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  3. Debe de ser como ese tipo de arte que no entendemos.

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