Pues bien, ese "cantante con voz de párroco" —Lluis Llach— al que se refiere Guillem Martínez está recibiendo muchos abrazos y parabienes varios en el Parlament por haber hecho público que se sancionará a mossos d´esquadra y funcionarios diversos (profesores, médicos, etc.) si no acatan la Ley de Desconexión que nuestros demócratas procesistas tienen guardada en una caja fuerte. ¡Ojo! se refería también a los que prefieran seguir pagando sus impuestos a Madrit.
Lluis Llach homenajea a El Roto por su viñeta de 27/4/2017 posando ante su pueblo natal (Verges, en Girona) |
Por ello se ha radicalizado, en el sentido de que ha vuelto a sus orígenes, al terruño (del que nunca se fue del todo), que eso vende bien ahora, a sus raíces más profundas y a esgrimir la estaca, aunque parece ser que no le acaba de agradar que se divulgue mucho su letra de "Companys, no es això", con eso de los garrotes y los barrotes...
Fragmento de la letra de Companys no es això |
Veamos cómo enfoca el asunto uno de nuestros blogueros favoritos, Lluís Bosch, en un artículo de hoy mismo. Ya dijimos que nunca obtendrá el Premi d´Honor de les Lletres Catalanes, y nos reafirmamos en ello. La glosa del vinatero Llach es atinada pero larga, por lo que extraemos unos párrafos, aunque estará bien leerla entera (dejamos el enlace). En concreto, no tiene desperdicio la comparación que establece entre Serrat y Llach, pero como no nos viene al caso de lo de hoy, búsquenla en el enlace, please...
[...] «Cuando supe que el viejo cantautor Lluís
Llach se había metido a traficante de vinos caros sentí un estremecimiento:
¿era nuestro Rimbaud bajo el microscopio catalanet? Años más tarde Llach dejó
los vinos y se puso a defender nobles causas allende los mares, y fundó una
organización, en Senegal, para ayudar a los chavales de la zona a labrarse un
futuro más digno. De nuevo me chocó el cambio, puesto que esa nueva encarnación
contenía algo de romanticismo, aunque muy residual.
Más tarde supe que Llach se había apuntado a
las listas electorales de un partido de la derecha nacionalista catalana y
entonces pensé que al final todo vuelve a su cauce, que quién tuvo retuvo y que
la vida es eso, un lento y laberintico regreso a los origenes. La cabra siempre
tira al monte y el niño bonito a la mansión de papá. Llach fue niño de casa
buena y por fin regresa con los suyos, pensé. El engendro electoral al cual se
apuntó el viejo cantautor se autodenomina "Junts pel Sí", y es eso,
el retorno al hogar, una elíptica apelación a la (re)unión de la clase, de la
familia.
Pasaron los años y Llach devino diputado
regional, como antaño Rimbaud contrabandista. Y hoy, cuando la derecha
nacionalista catalana se transforma en independentista para reinventarse -como
forma de supervivencia in articulo mortis-, va el antiguo cantautor y amenaza a
los pobres trabajadores públicos (enfermeras y médicos, policías, maestros,
asistentes sociales, conductores de autobuses) con sanciones y represalias si
no obedecen a las leyes del gobierno regional que todavía no existen. ¡Vamos!
Ahora si que ya no entiendo nada de las transformaciones de Llach: justo cuando
termina de promover la desobediencia civil, va y amenaza a los posibles
desobedientes. Si desobedecer a la Constitución española es legítimo (y
democrático, y fantástico y genial), desobedecer a la legislación regional
debería ser lo mismo, ¿no?. ¿Se puede construir una desobediencia "transitoria"
y caducable?
¿Se puede defender que es bueno desobedecer a
las leyes de España pero que es malo desobedecer a las leyes de la región
catalana? ¿Qué principios morales argumentan eso? El señorito Llach, antes
cantautor y ahora martillo de herejes, debería pensar un poco más antes de
hablar. Pero debe creer que su pasado de artista le habilita para soltar lo que
sea, incluso sin fondo de piano y violines. El señorito Llach canta de nuevo pero ahora
desafina mucho, ya que debería recordar que los trabajadores públicos (clase
por la cual los bohemios de rancio abolengo como él sienten un desprecio
profundo, lo sé) han prometido -o jurado- acatar la Constitución. Y en virtud
de esa promesa cobran a final de mes, pagan sus alquileres, los colegios de sus
hijos, compran en en el Mercadona del barrio. Los trabajadores públicos han
prometido lealtad a la Constitución que es la misma Constitución que le permite
al señoret Llach ser diputado regional y disfrutar de su sueldo y privilegios,
por si no lo recuerda.
El viaje a Ítaca, que es palabra esdrújula y
no llana, tal como él la cantó por desidia, toma un giro chungo, feo y
autoritario, una deriva amenazante y chulesca que no parece encajar con el
lirismo humanista internacionalista de algunas de sus canciones. Debo decir que
aplaudo ese gesto de Llach, esa desfachatez autoritaria que revela el rostro
oculto tras el discursito hiperdemocrático de los secesionistas, la sonrisa de
la hiena oculta tras la revolución de las sonrisas. Es bueno que se muestre lo
que hay: cada vez somos más los que no tan solo no queremos la independencia de
la pobre Cataluña si no que además nos provoca mucha grima el asunto. Los
independentistas han conseguido tomar un aire como de Donald Trump, aunque el
tupé de Mas decaiga y el de Llach esté ausente -bajo ese bonete casi papal.
Quién le iba a decir al viejo vinatero del Priorat (a 75 euros la botella de Masia Llach en el súper) que con su diarrea verbal iba a hacer mucho más petit a su país petit».
Quién le iba a decir al viejo vinatero del Priorat (a 75 euros la botella de Masia Llach en el súper) que con su diarrea verbal iba a hacer mucho más petit a su país petit».
Le ha salido, antes de tiempo, el totalitario que demasiados nacionalistas llevan dentro. Lo curioso es que parecía un hombre contenido (más que continente). Será que el "prusés" es verdaderamente excitante.
ResponderEliminarMateo M.
Curiosamente, ayer a mediodía comentaba con mi mujer lo flexible que es la letra de "Companys, no es aixó", ya que es tan aplicable a la dictadura (militar, por supuesto) como al procés... Companys, no es aixó!
ResponderEliminarEl Tapir
Ramplonería más absoluta. Se le nota la radicalización. Se ha hecho esencialmente "terrígeno".
ResponderEliminarEn todo utopista anida un sargento de policía.
ResponderEliminarGran Uribe ..¿qué le comenté del sr Bosch?
ResponderEliminarLa acierta de pleno ¡¡
Salut
Acierta de pleno, en efecto. Es un crack (y un grano en el trasero de más de uno, hablando en plata). En cuanto a lo que usted dice del utopista, tiene razón: anida un sargento de policía y, en algunos casos, un hitlerito en potencia.
EliminarLluís Llach era un cantautor cursi y rancio, pero su metamorfosis final ha sido sorprendente, ¿no será que, además de todo lo que dice Lluís Bosch (no se puede decir más ni mejor en su estupendo artículo) empieza a chochear? MJ
ResponderEliminarGran Uribe: muchas gracias por la cita y los elogios. Ninguno me ha gustado más que lo del Premi d'Honor de les Lletres Catalanes. El profesor Jordi Llovet proponía hace poco que le cambien el nombre y lo llamen de una forma más apropiada, como por ejemplo "Matrícula d'Honor del Bon Patriota".
ResponderEliminarSí, recuerdo aquel artículo que escribió Jordi Llovet cuando Juan Marsé explicó los motivos por los que había dimitido como jurado del Premio Planeta.
Eliminarhttp://cat.elpais.com/cat/2017/02/16/cultura/1487232047_702415.html?id_externo_rsoc=TW_CM