domingo, 18 de octubre de 2015

Ver sin mirar

El otro día la parienta se quejaba de que, desde que entró la fotografía digital en casa, Gran Uribe dejó de hacer aquellos primorosos álbumes de fotos a los que la tenía acostumbrada. Mea culpa, tiene razón. Algo habrá que hacer al respecto.
Miles y miles de fotografías sin cribar—con extraños números de referencia, eso sí— agrupadas en carpetas dentro de un disco duro, que no se miran casi nunca y, cuando se hace, no hay ni siquiera referencia alguna al lugar en que fueron tomadas, aunque sí del día y la hora. ¿Qué pueblo era éste? ¿Y esta iglesia? ¿Dónde era esto? Ni puñetera idea.
Y para colmo... luego llegaron los teléfonos inteligentes y los selfies.

Maite Rico nos habla de todo ello en un artículo titulado La paradoja de ver sin mirar.

[...] «Las imágenes desbordan el móvil e invaden ordenadores y memorias portátiles. La pretensión de cribarlas y ordenarlas choca con la falta de tiempo. No estorban, pero no las ves.
En cambio, las fotos de hasta, digamos, el cambio de milenio, están clasificadas con primor. Ocupan espacio, pero... nada tan evocador como revivir secuencias que amarillean o visitar a los simpáticos ancestros que pueblan en blanco y negro los álbumes familiares. Se acabó el rito del revelado (“¿brillo o mate?”), la espera impaciente, la sorpresa por una imagen inesperada o la decepción por otra borrosa, los comentarios jocosos mientras las fotos pasan de mano en mano...

Ahora compartes algunas por WhatsApp. Con el telefonillo en EuroDisneyNostalgias de viejo, sin duda. Pero engorros contemporáneos. Recorrer museos, yacimientos o zoológicos implica abrirse paso entre pelmazos que fotografían hasta los carteles explicativos, por si algún día, aburridos, se les ocurre enterarse de qué estaban visitando... O arriesgarse a que te saquen un ojo con un palo de selfie, metáfora de una actitud ante la vida: la de mirarse ensimismados en lugar de mirar a lo que nos rodea.

No solo Rajoy vive en el plasma. También esa niña de 11 años a la que su padre ha subido a sus hombros para que observe mejor los fuegos artificiales en Eurodisney... a través de la pantalla de la tableta, en lugar de dejar que la oscuridad la envuelva y que los colores estallen en su rostro.
Es el signo de los tiempos. Menos hablar, menos mirar, menos oler, menos sentir. Menos recrear...»


3 comentarios:

  1. En efecto, lo que no se ve por la "pantallita" no existe...
    El Tapir

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  2. A mí las fotos me salen fatal y ya ni lo intento. MJ

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    1. No creas que a esos millones de merluzos que le dan al selfie a cada momento les salen mucho mejor. Ni lo comprueban...
      El Tapir

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