Familia de Gran Uribe en el Tibidabo en los primeros sesenta Foto: Tirano |
Un servidor acudía con cierta frecuencia de niño, todavía con el pantaloncito corto, y también, años después, acompañando a infantilizados alumnos de la ESO. Es un lugar que —con razón— encantaba al susodicho Walt Disney y que, visto con ojos de hoy, tiene un cierto encanto "vintage" que no éramos capaces de apreciar entonces, como nos comentaba la autora de la fotografía inferior, Sonia García. Algo se ha perdido en el camino, pero aún nos quedan los espejos deformantes, la atalaya, el avioncito, en fin, lo que más nos emocionaba ya entonces.
Parque de Atracciones del Tibidabo, observatorio Fabra y Barcelona al fondo / Fotografía: Sonia García |
Como nos recordaba ayer el suplemento Cinco Días:
«La industrialización que vivieron las grandes ciudades españolas a finales del siglo XIX trajo consigo la transformación urbanística de las metrópolis. En el caso de Barcelona, mientras la clase trabajadora ocupaba, poco a poco, el casco antiguo de la localidad y comenzaba a instalarse en las ciudades y barrios periféricos, Ildefonso Cerdá diseñaba minuciosamente los planos del ensanche, que pasaría a ser el nuevo hogar de la burguesía barcelonesa. La Ciudad Condal, que tras derribar sus murallas crecía a pasos agigantados, se topó a un lado con el mar y a otro con la sierra de Collserola. Fue en esos años cuando comenzó la edificación de la montaña del Tibidabo, la más alta de la serranía, que pasó a ser la zona de descanso de la élite barcelonesa.
La iniciativa constructora recayó en el doctor Salvador Andreu, empresario farmacéutico y promotor inmobiliario, que constituyó en 1899 Tibidabo, SA. Decenas de viviendas y mansiones de estilo modernista comenzaron a ocupar las tierras de la montaña y, junto a ellas, la idea de levantar un espacio de diversión y ocio para los nuevos inquilinos del monte fue adquiriendo forma. Así, en 1899 comenzaron las obras del Tibidabo y el 29 de octubre de 1901 se inauguró el espacio, el primer parque temático de España».[...]
La década de los cincuenta fue una de las épocas doradas. Se amplió la lista de las atracciones con el teleférico, las ollas volantes, el tren miniatura, los coches eléctricos, la casa de las sorpresas y un castillo encantado. El Tibidabo era uno de los parques temáticos más conocidos y fue visitado por distintas personalidades. El propio Walt Disney asistió en 1954 y se enamoró del lugar por sus vistas y su patrimonio. La década de 1960 trajo el ansiado sueño que perseguía el parque de contar con una montaña rusa entre sus atracciones, a la que se unieron además la noria y los coches de choque».[...]
Reconozco que el parque de atracciones del Tibidabo era una de mis visitas favoritas. Y sigue siéndolo, aunque, evidentemente, ya no voy al castillo de la Bruja ni al tren miniatura. Ese cierto encanto "vintage" que le atribuye el Gran Uribe lo sigue manteniendo en parte. Y lo nadie podrá quitarle es la mejor vista de Barcelona que se puede encontrar, las boscosas laderas del Tibidabo, la cúpula plateada del observatorio, su enfilada perfecta de las calles del ensanche y el mar al fondo... Todo ello le confiere un atractivo que el "hortera" parque de atracciones de Montjüic nunca logró alcanzar ni de lejos. Por otra parte, Barcelona, vista desde Montjüic, siempre me pareció un desordenado montón de ladrillos...
ResponderEliminarEl Tapir
Le doy la razón: la vista desde Montjuic (Palacio Nacional o desde el anillo olímpico) es absolutamente deprimente: un caos de medianeras y ladrillos envueltos en la bruma bastante penoso. No sé por qué lo enseñan tan orgullosos.
EliminarLa montaña y el parque bien bonito y divertido.
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