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Eduardo Mendoza en Segovia el 27ese |
Para despejar cualquier duda y para que no parezca que me escondo detrás de una cortina de argumentos complicados, les diré que antes de venir voté por correo y que no voté a favor de la independencia. Ahora bien, este simple dato no basta. La experiencia me ha enseñado que lo importante no es lo que se dice ni cómo se dice, sino dónde se dice y quién lo oye. Cosas que podría decir en Cataluña sobre esta cuestión aquí tal vez serían malinterpretadas, o serían inútiles, y lo mismo ocurriría allí. Por este motivo quisiera añadir algo más.
Para bien o para mal, soy un hombre descreído. Quiero creer que tengo principios, pero no creo en ninguna religión ni en ninguna patria. Siempre he procurado vivir fuera de mi país. Y cuando finalmente consigo echar raíces en mi nuevo hogar, busco otro a donde ir. Me gusta ser extranjero y creo estar libre del lastre de la nostalgia. Si ahora he votado contra la independencia no lo he hecho por patriotismo ni movido por unos arrebatos lacrimógenos o furibundos que me tienen frito. Sencillamente, voté en contra porque considero que la independencia no sería una cosa buena para los catalanes. En parte por razones económicas, pero sobre todo porque temo que la independencia, tal como están las cosas, daría lugar a un estado o algo similar con malformaciones de origen.
[...] En definitiva, no hay una razón de peso que justifique una ruptura que no aporta ventajas reales, que lleva aparejados grandes riesgos y graves secuelas y que sin duda engendrará innumerables situaciones personales dolorosas. Todo eso, repito, es cierto.
Y aún así, entre Cataluña y España hay un conflicto igualmente innegable, que ya viene durando siglos y que nadie parece interesado en resolver. Es natural, porque los conflictos aportan grandes ventajas a los que mandan, sean quienes sean, a uno y otro lado de la cuestión. Un conflicto aglutina opiniones, borra diferencias, distrae de los problemas prácticos reales y permite al dirigente de turno mostrar una firmeza ante el enemigo exterior que compensa su debilidad a la hora de sancionar las irregularidades que existen en su propia casa. Al poder, sea cual sea el partido que lo ostente, le interesa que los conflictos se perpetúen, porque si se resolvieran, se tendría que poner a trabajar en serio».[...]
Enlace: Sobre las elecciones catalanas
Desde hace rato intento escribir un comentario para esas palabras tan acertadas de Eduardo Mendoza y no me sale, porque lo que se me ocurre me parece poco adecuado. Me gustaría algo en consonancia con la introducción de Gran Uribe. Bueno, que el artículo me ha parecido redondo. Muy en su línea. MJ
ResponderEliminar¡Qué gran artículo de Eduardo Mendoza! Echaba de menos una toma de posición de este gran escritor sobre el cacareado Tema y por fin la tenemos. Ha sido en Segovia, en un encuentro literario. Así están las cosas en Cataluña...
ResponderEliminarnvs
Me siento reflejado, como muchos otros catalanes, en lo que tan bien describe Eduardo Mendoza. Sin embargo, para nuestro rei Artur y su corte, o NO existimos, o somos unos "botiflers" indeseables. Evidentemente, nuestro rei Artur y sus "socios" hablan (y, en su día, legislarán) sólo para el 48% de los catalanes. Bonito panorama...
ResponderEliminarEl Tapir
Suerte que me pilla mayor...No estoy calculada para tanto, como decía un tío mío ya fallecido al que apodábamos El Patrón.
ResponderEliminarnvts