sábado, 20 de octubre de 2018

"El verdugo", de Berlanga, revisitado.

La cadena de televisión municipal de Barcelona se llama ahora "betevé". No es gran cosa, pero lo mejor de ese canal (además de que nos adoctrinan poco) es que ofrece a veces películas clásicas, de esas imposibles de ver hoy en día en otras cadenas, comentadas muy bien al final por Luis Aller, un crack. Hoy daban nada menos que El Verdugo (1963), dirigida por Luis García Berlanga, un monstruo, con guión de éste junto con Rafael Azcona, otro monstruo.

Para Gran Uribe es quizá la mejor película del cine español de todos los tiempos. La historia que narra es la de un sujeto que adopta ese oficio contra su voluntad, a instancias de su suegro (que no quiere perder el derecho al piso en el que viven al jubilarse como verdugo), y se ve por ello obligado a ejercer ese trabajo sin apetecerle "un pedo", como diría un primo de G.U. apodado Pollet.

En el caso que nos ocupa, está presionado por... Pepe Isbert, que ocupaba ese cargo anteriormente. ¡Qué actorazo!, uno de los mejores del cine español, un tipo que pasó muchos años de su vida en Tarazona de la Mancha (muy cerca de Albacete), un hermoso pueblo del que es "hijo adoptivo", hasta el punto de que su instituto de enseñanza secundaria se llama precisamente José Isbert.

Para este bloguero hay, entre muchas otras, tres escenas maravillosas, de esas que han quedado para siempre en su imaginario. A saber:



1) Cuando uno piensa en esta película, la primera imagen que se le viene es la de ese lúgubre guardia civil, que aparece con el megáfono llamando repetidamente con voz cavernosa al pobre verdugo, "¡don José Luis Rodríguez!", en las Cuevas del Drach, en pleno espectáculo de luz y música, con todos los guiris sentaditos en una especie de tribuna.

Cuando G.U. fue a Mallorca con sus alumnos (y alumnas, que no se enfade el Dr. Sánchez) tuvo que acudir, como era de rigor, a las susodichas "Cuevas del Drach", un lugar clásico al que no piensa volver. El caso es que, llegado ese romántico momento en el que aparecen unos violinistas en una barca interpretando "La Barcarola", de Jacques Offenbach, no pudo dejar de recordar esa tan berlanguianísima escena de la película, en lugar de saltársele las lágrimas por el espectáculo, como les sucede a muchos (entre otros, a un viejo amigo llamado Carlets).




2) Pero hay más: el patio de la prisión de Mallorca, donde no sabemos ya quién es el condenado y quién el verdugo, con el curita yendo de un grupo al otro. Una imagen contrastada impresionante, de las más potentes que nos haya dado nunca el cine español, en la modesta opinión de G.U., que no entiende mucho de ese arte pero tiene sus gustos.




3) Y la imagen final, en la que el verdugo llega en el Land Rover de la guardia civil (con su maletín de "trabajo") al barco en el que se vuelven a Madrid, con las pesetitas que le han pagado. Mientras su mujer —Emma Penella— da el biberón al zagal, él afirma repetidamente con tono abatido: "¡no lo haré más!". En ese momento,  el "cabrón" de Isbert apostilla entre dientes: "Si, eso mismo dije yo la primera vez", o algo así, con el fondo de unos turistas bailando rock&roll en un barquito. Un demoledor contraste ente la sórdida España de entonces y los aires que ya venían de fuera. ¡Muy bueno!


3 comentarios:

  1. Muy buena, mucho.
    Y Pepe Isbert sin duda uno de los mejores.

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  2. Una de las mejores películas. Esas tres escenas bárbaras. Actores, guion, dirección …. todo de maravilla. MJ

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  3. Muy buena, muy buena esa película, aunque en el canal Telemadrid no la han "echado" estos días, aunque sí en otras ocasiones. Un Berlanga muy contenido (no estaban los tiempos para muchos inventos) pero demoledor.

    Muchas gracias
    F.G.

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