Empar, empezaste tu carrera en los años noventa como una chica rompedora y desinhibida, especie de enfant terrible azote de tirios y troyanos. Tus artículos en el diario EL PAÍS tenían cierta chispa y el que esto escribe se convirtió en fiel seguidor tuyo. Por un tiempo parecía que podías llegar a ser algo así como una especie de Quim Monzó en femenino, pero quizá te faltó calidad o empeño (ese sujeto no es gran cosa pero, Empar: ¡no le llegas ni a la solapa!). Y al final, no sé si por la crisis o por qué otros motivos, se te sacaron de encima de ese diario.
Encontraste entonces acomodo en un programa de libros de TV3, dirigido por Emilio Manzano. Quizá fue allí donde aprendiste de tu jefe el arte del peloterismo y la lisonja, materias en las que hasta entonces eras lega, que se sepa. A partir de ese momento te convertiste ya en la graciosilla y payasete del "régimen", una pelotilla de tomo y lomo, uno más de esos personajillos que sólo dicen las cosas que saben que agradará mucho oír a quien les paga. Si sigues así el trabajo no te volverá a faltar, descuida. Por eso en el programa "Els Matins" de TV3, y supongo que para consolidar tus méritos, eres capaz de mofarte de esa manera de alguien que no está presente —en este caso, Manuel Cruz— y que sabes que defiende con honestidad sus ideas, cosa que no estoy muy seguro de que hagas tú. Eso está muy feo, Empar. Como no tienes un pelo de tonta estoy absolutamente convencido de que eres consciente de la suciedad del juego que practicas, y eso lo vuelve más deprimente, si cabe.
En cuanto a ti, Manuel Cruz, tienes mucho mérito por acudir a ese tipo de aquelarres, pero no vale mucho la pena tu esfuerzo. A la cara o por la espalda, más bien lo segundo, te pondrán como paradigma de lo más nefasto y lo utilizarán para sus intereses.
El problema de esa cadena de televisión, y de las equivalentes en la radio, no es sólo la gente que salga o deje de salir en ellas, que también. La trampa está en el tufillo general que desprenden todos sus programas, hasta los más inocuos, la implacable comedura de tarro general para que comulguemos con ruedas de molino y esa especie de maniquea división que establecen entre "los buenos" —ellos— y "los malos" —los demás—, sometidos a la burla general. No parece muy aceptable que todo eso se produzca con un medio que pagamos todos, los buenos y los malos, pero es lo que hay. De todas formas, enhorabuena por la labor que haces, que a muchos nos ilumina en el camino. ¡Ánimo!
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