jueves, 25 de abril de 2019

La Semana 29 de Millás

En La Vida a ratos, Juan José Millás es su propio personaje. Las circunstancias, semana a semana, son aventuras domésticas y ritos triviales repetidos, a rastras con su hipocondría visceral (que comparte G.U., muy a su pesar); con sus andares por el propio piso, donde puede toparse con cualquier cosa real o imaginada; con el gin-tonic de media tarde en el bar de la esquina, chafardeando discretamente lo que dicen en la mesa de al lado; con los ejercicios que propone a sus alumnos de la escuela de escritura creativa, aprovechando a veces eso que ha oído; con la visita semanal a su psicoanalista... En fin, un Millás en buena forma, siempre fiel a sí mismo, desgranando su vida semana a semana a lo largo del año entre delirios diversos.

Juan José Millás, La vida a ratos (fragmento de la Semana 29); Ed. Alfaguara, 2019

Pero en la Semana 28, concretamente, no nos cuenta ningún delirio, sino algo la mar de normal, que le ha pasado también a Gran Uribe: el intento de deshacerse de los libros que le impiden el paso, llevándolos a una biblioteca pública. De hecho, estos días "santos" —en Barcelona y sin gran cosa que hacer— se ha visto en otra vez en esa tesitura.

Ya hablamos de eso en ¿Se acabaron las bibliotecas dedicadas a leer? Y rescataremos más semanas de ese libro...

3 comentarios:

  1. Creo que los libros están condenados a desaparecer. Mal me sabe, pero es que cada vez lo veo más claro.
    salut

    ResponderEliminar
  2. En mi caso no los quisieron ni siquiera en la biblioteca del colegio de mis hijos y más tarde tampoco en el de mis nietas. MJ

    ResponderEliminar
  3. Sabes que hay bibliotecas como la de sant Pau que cada día regalan libros, en castellano eso sí, y se entan quedando sin fondos pero aumentan la seccion de hindú y árabe.... y es que el Rawal es así.

    ResponderEliminar