En
La Vida a ratos, Juan José Millás es su propio personaje. Las circunstancias, semana a semana, son aventuras domésticas y ritos triviales repetidos, a rastras con su hipocondría visceral (que comparte G.U., muy a su pesar); con sus andares por el propio piso, donde puede toparse con cualquier cosa real o imaginada; con el
gin-tonic de media tarde en el bar de la esquina, chafardeando discretamente lo que dicen en la mesa de al lado; con los ejercicios que propone a sus alumnos de la escuela de escritura creativa, aprovechando a veces eso que ha oído; con la visita semanal a su psicoanalista... En fin, un Millás en buena forma, siempre fiel a sí mismo, desgranando su vida semana a semana a lo largo del año entre delirios diversos.
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Juan José Millás, La vida a ratos (fragmento de la Semana 29); Ed. Alfaguara, 2019 |
Pero en la Semana 28, concretamente, no nos cuenta ningún delirio, sino algo la mar de normal, que le ha pasado también a Gran Uribe: el intento de deshacerse de los libros que le impiden el paso, llevándolos a una biblioteca pública. De hecho, estos días "santos" —en Barcelona y sin gran cosa que hacer— se ha visto en otra vez en esa tesitura.
Ya hablamos de eso en
¿Se acabaron las bibliotecas dedicadas a leer? Y rescataremos más semanas de ese libro...
Creo que los libros están condenados a desaparecer. Mal me sabe, pero es que cada vez lo veo más claro.
ResponderEliminarsalut
En mi caso no los quisieron ni siquiera en la biblioteca del colegio de mis hijos y más tarde tampoco en el de mis nietas. MJ
ResponderEliminarSabes que hay bibliotecas como la de sant Pau que cada día regalan libros, en castellano eso sí, y se entan quedando sin fondos pero aumentan la seccion de hindú y árabe.... y es que el Rawal es así.
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