Hoy, 23 de enero, hace ya veinte años
[Nieves, la madre de G.U.; San Sebastián, fecha indeterminada] |
La madre de Gran Uribe nunca perdió su ángel de mujer-niña, ni su belleza. Su alegría y su armoniosa manera de estar en el mundo la protegieron de todos los sinsabores que le tocó vivir. Era decidida y valiente.
[Pinós, 28 de diciembre de 1991 / granuribe50] |
La verdad es que estar con Patiña era una bendición, y disfrutamos de ese privilegio hasta el último día, el 23 de enero de 1999, ahora hace veinte años.
Murió sin molestar, sin haberse creado ningún enemigo y sin haberle negado nada nunca ni a nuestro padre ni a nosotros ni a sus nietos ni casi a nadie.
Sin embargo, más aún que su belleza, allí estaba su bondad alegre y tierna, esa bondad que la sustentaba y que era la esencia de un alma sin recovecos, siempre optimista. En fin, siempre pura y centelleante, como sus ojos, como su risa, como su humor, como sus imitaciones impagables de la gente a la que consideraba un poco grotesca...
Sin embargo, más aún que su belleza, allí estaba su bondad alegre y tierna, esa bondad que la sustentaba y que era la esencia de un alma sin recovecos, siempre optimista. En fin, siempre pura y centelleante, como sus ojos, como su risa, como su humor, como sus imitaciones impagables de la gente a la que consideraba un poco grotesca...
Wachet auf, ruft uns die Stimme (de la cantata BWV 140, de Bach)
[de Notenbüchlein für Anna Magdalena Bach; Grupo "Tragicomedia", dir. Stephen Stubbs]
[de Notenbüchlein für Anna Magdalena Bach; Grupo "Tragicomedia", dir. Stephen Stubbs]
Uno aún se recuerda al volver a casa ese frío día de enero, sentado en un sillón, escuchando desolado una selección del Cuaderno de Notas de Anna Magdalena Bach, sin nada que poder hacer en esas horas y preguntándose: ¿y ahora qué? Desde aquella mañana no hay casi ningún día en que Gran Uribe no la recuerde en un momento u otro, pero no puede decir nada más ahora. Sorry.
Para acabar, les dejamos con la hermosa versión para piano de esa pieza de Bach, interpretada por Wilhelm Kempff.
Wachet auf, ruft uns die Stimme (de la cantata BWV 140, de Bach) / Wilhelm Kempff, piano
Gracias por ponernos estas palabras.
ResponderEliminarSiendo cierto que uno siempre sueña con quien no duerme, no es menos cierto que las evocaciones son de nuestra propiedad. No me extraña que la evoque ud. cada día.
Un abrazo de todo corazón
En efecto, las evocaciones son de nuestra propiedad, y no hay quien nos las quite. Gracias a ti, por estar.
EliminarQué gran sorpresa, GU. La madre de Fackel está en algunas fotos de guisa semejante a la de la madre de GU en la primera foto. Fotos de circunstancias terribles en la historia de los españoles, en el caso de la madre de F. Salud y buena memoria para ellas.
ResponderEliminarMi madre estuvo ayudando como enfermera en San Sebastián, en un hospital del barrio de Gros, supongo que en 1937 o 1938. Siempre recordaba que no paraba de llover y los zapatos no se le llegaron a secar nunca. También nos contaba que una vez un herido de guerra, que estaba de muy mal café, le tiró una bota desde la cama, casi como el niño mal educado de las cartillas de urbanidad.
EliminarVida dura en circunstancias muy malas. Buena memoria para ellas, tu madre y la mía.
Gracias por tu aportación.
Un recuerdo precioso. Gracias. Las madres siempre acompañan aunque no estén.
ResponderEliminarGracias. Para mí sigue estando, aunque no esté.
EliminarPues sí, G.U, no lo has podido expresar mejor. Al leer tu escrito se me ha hecho un nudo en la garganta. Ya pueden pasar los años, que su recuerdo no se desvanece...
ResponderEliminarEl Tapir
No, no se desvanece. Y lo del nudo no me extraña: a mi mismo se me ponía cuando escribía ese modesto recuerdo.
EliminarQué suerte saber que no necesitamos acercar el oído al corazón de nuestra madre para comprobar que sigue con vida.
ResponderEliminarUna suerte, en efecto, para mi sigue con vida, sin necesidad de acercar el oído a su corazón. Muchas gracias, .Chiloé.
EliminarGU, que bien la has descrito.
ResponderEliminarCon frecuencia encuentro rasgos inequívocamente suyos tanto en vosotros, sus hijos, como en mí mismo. No sé si serán imaginaciones mías pero me parece adivinarla también en los míos, y siempre en aspectos relacionados con el buen vivir, la alegría, con la 'joie de vivre'.
Un abrazo.
No creo que sean imaginaciones tuyas, mi querido Fernando. Aunque no entienda ni torta ni de biología ni de psicología, me voy a permitir decir una robusta perogrullada: los genes son los genes. Y "se non è vero, è ben trovato..."
EliminarEl Tapir
Sigue con nosotros. Aunque ya no esté está en nosotros. Todos los recuerdos de ella guardan ese tono luminoso, optimista, dulce, casi mágico que siempre irradiaba y que no perdió nunca.¡Qué gran madre, qué gran persona!
ResponderEliminarNievitas
¡Qué decir más! Quizá solo una cosa: en el caso de Gran Uribe están en la coctelera dos ingredientes que en cierto modo se contrarrestan: la "joie de vivre" de una y la hipocondría del otro. Y en esas estamos.
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