domingo, 2 de marzo de 2014

Ana María Moix

Ana María Moix, Ana María Matute y Esther Tusquets en 1970
Revisando cosas antiguas de Ana María Moix se puede encontrar una bonita entrevista que le hizo Juan Cruz en EL PAÍS en 2011, a poco de enterarse de la enfermedad que padecía y que ha acabado por vencerla.
En ella, hay un momento que le ha hecho gracia a Uribe, no en vano durante varios años estuvo yendo asiduamente a Calafell, caminando por la playa donde estaba varado el "Capitán Argüello", la barca de Carlos Barral, recorriendo sus calles, tomando cañas en el bar "La Espineta"... Años que fueron felices.
Selecciono ese párrafo:
[...]"En su 'Manifiesto personal' cuenta una historia de corrupción que quiso salpicar a Carlos Barral... en sus últimos tiempos. Unos promotores fueron a verle a Calafell, a su casa junto al mar. Iban en dos Mercedes. Él era senador, lo habían nombrado miembro de la Comisión de Costas. Cerca de Calafell había un terreno de nadie por el que pasaba un arroyo. Aquellos tipos querían construir allí, pero no tenían permiso. Si se callaba, el cheque que le ponían delante sería suyo, además de los Mercedes que habían traído. Carlos empezó a gritar: "¡Yvonne, Yvonne! ¡Estos sinvergüenzas atentan contra mi honor! ¡Mis espadas!". Aquellos tipos se largaron inmediatamente. Carlos murió unos meses después. Y ahora todo aquello está urbanizado".

"Capitán Argüello", la barca de Carlos Barral
Ni que decir tiene que esos sujetos consiguieron su objetivo al año siguiente de morir Carlos Barral en 1989. Hoy Calafell no es para nada la maravilla que vivíamos entonces...

Este es el enlace a la entrevista con Ana María Moix: De la vida me acuerdo pero ¿dónde está?


2 comentarios:

  1. Esta anécdota me recuerda al inigualable Alfonso Pico de Coaña y sus gritos a todo pulmón por el patio de luces, "¡Vecinos!, ¡que me asesinan!..."
    El tapir

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    1. Sí, recuerda un poco. Barral era un hombre teatrero, como ese inolvidable personaje al que hace usted referencia. No es difícil imaginar la escena reclamando a su mujer las espadas. Me encanta esa anécdota.

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