domingo, 22 de julio de 2018

Sobre el ejercicio del poder en España

Hay un blog que le encanta a Gran Uribe, elaborado por un colega. Se titula Cascotes y chascarrillos y está dedicado al mundo de la arquitectura y los engendros que produce, sobre todo cuando entran las administraciones en el asunto, y muy especialmente los Ay Untamientos, como diría Tot. Se ve que cuando el dinero no es tuyo sino de todos se gasta con más alegría, ignorando que la ciudad es de todos y no tuya, y que hay obras que dejan una huella difícil de revertir.

Lo malo es que su autor siempre nos amenaza con cerrar ese blog (tiene otros) y hace unos días volvió a hacerlo, con ocasión de publicar lo que están pariendo en la plaza de la Villa, en Santoña. Esperemos que reconsidere su decisión.

Se trata de un lugar, Santoña, que G.U. recuerda con afecto de sus viajes juveniles, cuando tenía los pies ligeros como Aquiles y todas las piedras y monumentos le resultaban insuficientes: siempre quería ver más y más. Ahora debe confesarles que le gustan más los viajes cómodos y tranquilos (modelo Albacete) y cuantas menos piedras, mejor.

Fila superior: 1) Ediles y arquitecto sonríen ufanos ante lo que están haciendo; 2) ¡Peligro! con la plaza en proceso de remodelación
Fila inferior: Fotografías antiguas de la plaza de la Villa, en Santoña
Pero bueno, vamos ya directamente a lo que da título a la entrada. Javier Marías, ya a punto de cerrar por vacaciones, se refiere un poco a los asuntos mencionados más arriba en su artículo El verdadero mausoleo. Aunque habla de Madrid (carriles bici absurdos, lo que querían hacer en Recoletos, la playa en la plaza de Colón, etc.), sería extensivo lo que dice a cualquier ciudad o pueblo de España, incluido Barcelona, por supuesto, pero de eso mejor hablamos otro día. Futbolero como es, dedica media columna a la selección española de fútbol, y de eso... también otro día, avui no toca.

[...] «Más de una vez he mencionado el asombro y el escándalo que me produce con frecuencia el ejercicio del poder en España. Cómo es que, por ejemplo, los alcaldes y alcaldesas tienen capacidad ilimitada para transformar las ciudades que temporalmente gobiernan de manera irreversible, y con total impunidad. Cómo es que no hay —o si lo hay, no se hace notar— algún organismo complementario o superior que ponga freno a sus arbitrariedades, sobre todo cuando afectan irremediablemente al paisaje, a la estructura y al carácter del lugar. Por mucho que estemos en una democracia desde hace cuarenta años, la manera de mandar de muchos sigue siendo la propia de los largos años dictatoriales. No pocos individuos que acceden a un cargo se sienten no sólo omnipotentes, sino facultados para realizar sus caprichos y ocurrencias sin atender al daño que causan, a veces definitivo.[...]

Más alarmante que la permanencia de los restos de Franco en su tenebroso mausoleo es el estilo de mando que de él han heredado numerosos cargos democráticos de derechas e izquierdas, llámense Gallardón, Botella, Carmena, Torra/Puigdemont, Villar, Rubiales o Colau. Por no hacer la lista más larga».

2 comentarios:

  1. ¡Jesús, qué cruz! El mandamás pone en práctica su idea luminosa y los que le rodean le jalean.

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  2. Si los españoles lo denunciáramos más, y con más contundencia, tal vez el abuso de poder sería menor, o iría a menos. Gritamos mucho, pero denunciamos poco, creo. Bravo por el artículo de Marías.

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