sábado, 2 de octubre de 2021

La erupción del Vesubio y el romanticismo

El Vesubio siempre interesó a los escritores románticos, quizá inducidos por el atractivo que tenía para ellos la destrucción de Pompeya en el 79 a.C a causa de una erupción. Sin embargo, es curioso comprobar cómo Goethe (1749-1832) puso más interés en escalar el Vesubio que en visitar las ruinas de Pompeya, que le asombraron porque «por su estrechez y pequeñas dimensiones […] semejan más bien armarios de muñecas que edificios». Quizá esta impresión tan decepcionante se la llevó porque las excavaciones no estaban todavía muy avanzadas (habían empezado en 1748). 

El Monte Vesubio, en cambio, se convirtió en un destino recurrente para Goethe y subió a él varias veces, incluso cuando estaba en erupción, la primera de ellas en 1787. Tiene varias descripciones bastante detalladas de esas ascensiones en su Viaje a Italia, que tomamos de Arte e iconografía.


«Así fuimos rodeando el cono, que ruge sin cesar mientras escupe piedras y cenizas. Siempre que hemos podido mantenernos a una distancia conveniente, el espectáculo se nos ha ofrecido grande y sublime. Primero, un poderoso trueno, que resonaba de la más profunda sima; enseguida piedras miles, grandes y pequeñas arrojadas al aire, envueltas en nubes de ceniza. La mayor parte de las rocas caía de nuevo en el abismo. Las otras, lanzadas hacia un lado, precipitándose por la parte exterior del cono, producían un ruido peculiar. […] No tardaron en caer muchas piedras a nuestro alrededor, lo que hacía poco grata nuestra estancia en el lugar.[...]

Pero como quiera que el peligro siempre tiene algo de atractivo y aviva en los hombres el espíritu de contradicción, impulsándolos a desafiarlo, pensé yo que me sería posible ascender por la ladera del volcán y retirarme en el intervalo entre dos erupciones. [...] Nos encontramos al borde de las descomunales fauces: un viento suave alejaba el humo pero a su vez ocultaba el abismo, de cuyas grietas iba saliendo. De vez en cuando, a través de un claro en medio de la humareda, divisábamos la quebrada sima. […]

Nos encontrábamos en un escarpado delante del espantoso abismo cuando resonó el trueno, la espantosa carga pasó volando a nuestro lado y nos agachamos de manera instintiva, como si esa reacción hubiera podido salvarnos de las masas desplomadas; las piedras chocaron entre sí, y nosotros, sin pensar en que disponíamos de una nueva pausa, alegres de haber superado el peligro, llegamos al pie del cono al mismo tiempo que la ceniza, sombrero y espaldas bien cubiertos de ella».


Pero también interesó mucho a los pintores del romanticismo: Catel, Antoniani, Volaire, Hackert y tantos otros. Veamos:
Franz Ludwig Catel, View of Naples through a window  (1824) 
Pietro Antoniani (1740-1805), The Bay of Naples with the eruption of Vesuvius seen from the Riviera di Chiaia
Pierre Jacques Volaire (1729-1790), Erupción del Vesubio (1782)
Jacob Philippe Hackert, La erupción del Vesubio  (1774)
Franz Ludwig Catel, Mount Vesuvius and the bay of Naples (1839)

Etc.
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[De la fotografía de volcanes en erupción quizá nos ocupemos en alguna próxima entrada]

4 comentarios:

  1. He visto las fumarolas del Vesubio a la entrada de Nápoles, por el ferrovía, viniendo de Génova dirección Reggio Calabria.
    Estando tranquilo impresiona. Ni quiero imaginármelo vomitando lava.
    Salut

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    1. No he tenido la suerte de estar allí, ni en Nápoles ni en Pompeya. Creo que ya me pilla tarde.

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  2. Yo nunca he visto nada semejante, ni cuando estuve en Nápoles, ni en Sicilia y eso que el Etna cada dos por tres hace de las suyas, con no muy graves consecuencias. Debe de ser brutal lo de los volcanes en vivo y directo. MJ

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