En fin, lo que pasó en ese infausto día de hace dieciocho años, con el hombre más solo que la una en ese macroaeropuerto, fue un suceso que dejó a G.U. sumido en una profunda tristeza, lleno de desolación, porque le caía muy bien, a pasar de no ser una persona especialmente simpática ni expansiva (o quizá por eso). Le gustaban sus novelas, muchas destilaban buen rollo (en especial las de Carvalho), su Crónica sentimental de España y sus artículos, que estaban llenos de lucidez. Vázquez Montalbán tenía facilidad de pluma, sí, pero era todo un currante, que había trabajado en mil sitios diferentes, muchas veces bajo seudónimo: Hogares Modernos (donde hablaba de arquitectura y decoración, de algo había que vivir), La Codorniz, Hermano Lobo (Manolo V el Empecinado, solía firmar), El País y tropecientas revistas y diarios más.
Su personaje Carvalho era quizá en ciertos aspectos una especie de "alter ego" suyo, sobre todo en lo gastronómico: le gustaba guisar y comérselo él solito para disfrutarlo, por ejemplo, aunque no descartaba hacerlo para agasajar a sus invitados, nunca para fardar. Tampoco le hacía ascos a los restaurantes, desde los más modestos como el Bar Egipto, del que le entusiasmaban sus albóndigas, hasta los de más copete, como Casa Leopoldo, donde era un habitual.
Su personaje Carvalho era quizá en ciertos aspectos una especie de "alter ego" suyo, sobre todo en lo gastronómico: le gustaba guisar y comérselo él solito para disfrutarlo, por ejemplo, aunque no descartaba hacerlo para agasajar a sus invitados, nunca para fardar. Tampoco le hacía ascos a los restaurantes, desde los más modestos como el Bar Egipto, del que le entusiasmaban sus albóndigas, hasta los de más copete, como Casa Leopoldo, donde era un habitual.
El arroz que empieza a preparar en el texto adjunto —que acabará unas páginas más adelante, cuando lleguen sus clientes— está extraído de su Asesinato en el Comité Central y lo preparamos con doña Perpetua en alguna ocasión, usando ese texto cual libro de cocina, y el resultado fue excelente. Seguramente no agradaría nada a un valencià com cal, porque no era una paella canónica, pero es que en realidad, él en sí mismo no era nada "canónico"...
El caso es que un sujeto así nunca puede ser un mal tipo, créanme. No sabemos si lo de vivir en Vallvidrera y quemar en la chimenea los libros que no ya no le interesaban o no le interesaron nunca era algo propio o del personaje o de ambos, pero en cualquier caso, "se non è vero, è ben trovato". En fin, nuestro recuerdo más entrañable desde estas páginas.
Eso de quemar libros en la chimenea, si se tiene, es una solución sencilla y mucho mejor que tirarlos a un contenedor del punto verde lleno de papelorios porque ya nadie los quiere. Es cierto que hay empresas que se anuncian para recoger libros. Pero luego, cuando se llama, resulta que los que uno tiene no interesan. En fin, con el Kindle ya no pasa, pero yo sigo comprando libros, sabiendo que algún día tendrán un final prosaico.
ResponderEliminarUn recuerdo para Manuel Vázquez Montalbán. MJ
Por cierto, dicen que un arroz nunca debe llevar un sofrito de cebolla. Yo no lo sé. El arroz en casa no lo cocino yo.
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