jueves, 14 de octubre de 2021

Barcelona, el «urbanismo táctico» y los colorinches

Parece ser que lo de la distancia entre mesas en los bares pasará a la historia a partir de mañana y que las terrazas que invadieron chaflanes y calles volverán a su disposición original, al menos de momento. Ya se verá cómo evoluciona esto.

Lo que vamos a mostrar en las próximas imágenes recibe el altisonante nombre de "urbanismo táctico", pero G.U. ya se ha dado un garbeo por el Eixample (pasea poco por allí) y su conclusión es que ese pomposo urbanismo no deja de ser, disculpen ustedes la grosería, una "mierda pinchada en un palo", como se suele decir, al menos como se hace aquí. 

Es cierto que está presente ya en algunas ciudades, pero Barcelona se lleva la palma con los colorinches y con ese furor delirante por el "amarillo procés" que invade calles y chaflanes. Las rayas (amarillas por lo general, aunque también las hay azules) están por todas partes, invaden carriles de circulación y aquellos chaflanes maravillosos que diseñó Cerdà. 

Pero no solo esto: los armatostes también están presentes por doquier: grandes pelotas, vallas de hormigón pintado de amarillo, jardineras de todos los tipos imaginables, etc. En este último caso, ahora empiezan a invadir Barcelona unas metálicas de color amarillo chillón (como no podía ser de otra manera), que están a la espera en muchos casos de recibir los hierbajos correspondientes, con esquinas muy pinchudas. Esta variedad está siendo instalada en los alrededores de los colegios, se diría que para que los nenes se peguen un buen cabezazo contra ellas, emulando quizá algún "juego del calamar". A este ambicioso plan, con cierres al tráfico y todo eso, lo llaman "pacificación del entorno escolar", algo así. 

[En este último chaflán se les ha olvidado llamar al pintor de suelos, un virguero]

Sin ánimo de aburrirles y estragarles con los colorinches, ofrecemos algunos ejemplos más. A veces, los chaflanes (esos que eran tan necesarios para carga y descarga, vehículos en espera, el lugar donde los taxis dejaban a los pasajeros y otras funciones tan útiles en una gran ciudad) pretenden evocar a un jardín de infancia, a un auténtico parvulario. 

Otras veces pretenden ser una especie de simulacro de zonas verdes, en las que el viandante puede volverse medio majareta si se le ocurre mirar al suelo. Estas últimas imágenes que ofrecemos son lo más presentable del asunto, no en vano están tomadas de la web del Ay Untamiento, que está muy contentito con este invento del "urbanismo táctico".

Ese despliegue de colorines será todo lo "sostenible" que se quiera, sí. Pero, me lo pinten como me lo pinten, G.U. está totalmente de acuerdo con Javier Marías en esta ocasión, en su artículo Barcelona desfigurada, que ha despertado muchas iras en las redes (como muchos de los suyos). Una ciudad, Barcelona, que ha devenido en hortera, pueblerina, palurda y cateta, descuidada, llena de colorinches en el suelo según unos códigos ininteligibles, pelotones y vallas de hormigón pintado de amarillo, persianas pintarrajeadas por grafiteros de medio pelo, miseria, suciedad y abandono. 

Pero no despistarse. Lo de de la miseria, suciedad y abandono "avui no toca", como diría Pujol. Hoy solo hemos venido a mostrarles a ustedes, sobre todo a los que no suelen venir por aquí, cómo es el "urbanismo táctico" barcelonés de nuestra índocumentada alcaldesa y sus amiguetes. A mucha gente le agrada eso, pero no a G.U. ni, por lo leído, a J.M.

«Con tanto confinamiento, “perimetraje” y demás, hacía más de un año que no podía pisar Barcelona, donde viví de 1974 a 1977. Mejor no recordar la ciudad viva, vibrante, abierta y con carácter de aquella época. Uno se echaría las manos a la cabeza y permanecería en tan incómoda postura días y días. Basta con acordarse de la Barcelona pre-Colau, turística y amansada pero preciosa, para desesperarse al ver la mamarrachada en que esta alcaldesa bufa la ha convertido. 

Había visto fotos, pero éstas resultan benévolas al lado de la realidad. A quienes no hayan visitado Barcelona hace tiempo, lamento comunicarles que ahora se asemeja a Disneylandia o al Neverland de Michael Jackson, pero en cutre y peor, porque gran parte de las calzadas están pintadas de colorinches. Abunda el chillón amarillo independentista, y hay calles en las que predomina el verde, el rojo o el azul lánguido, o una infame mezcla de tonalidades. Todo ofrece un aspecto pueril y hortera.[...]

El pretexto para esta redecoración salvaje de una ciudad noble, hasta lograr que hiera la vista, es la demente ampliación de las zonas peatonales. Es decir, allí donde vean ustedes los suelos pintarrajeados o con bolas de piedra, está prohibido el paso o estacionamiento de vehículos, a los que se ha robado enormes porciones de calzada para “regalo” de viandantes. (Añadan a eso los carriles-bici, o -patinete y otros juguetes de infancia.) Aunque no haya desnivel, los garabatos horrendos indican que se trata de “aceras”. Claro que pocos se aventuran a caminar por ellas, porque se corren riesgos.

Todo esto responde a la enloquecida cruzada colauita contra los coches, que ansía desterrar totalmente. No sé, pero a una persona de 70 o más años no la veo mucho en bici ni en patinete (no digamos a un inválido), pero a ella le da igual eso: que se queden presos en sus casas. Lo más sangrante es que pretende que nadie barcelonés se mueva en coche… menos ella y los miembros de su Govern, que se desplazan en vehículos oficiales a gran velocidad, pagados por los contribuyentes.

En más de una ocasión, hablando de la atormentada Madrid, me he escandalizado de que los alcaldes no estén controlados, y de que se les conceda poder para destrozar las ciudades y privarlas de su carácter asentado a lo largo de siglos. Lo consiguen mediante obras superfluas y desdichadas que a menudo las vulgarizan y afean. Lo que ya me parece insólito es que también tengan poder para “redecorarlas” a su hortera antojo, como si fueran sus dormitorios; a pintarrajearlas de arriba abajo como parvularios.

Y no comprendo cómo los barceloneses, tan legítimamente orgullosos de su ciudad, tan celosos de su aspecto y su arquitectura y su urbanismo, no se han echado en masa a las calles para impedir el atropello mayúsculo y la imparable fealdad de su capital tan elegante. Debe de ser una señal más de la inexplicable obediencia bovina —o hechizo— que ha llevado a demasiados catalanes a comprar incontables camisetas con lemas, y formar corros, triángulos o cadenas humanas, según se lo mandaran los señoritos cada año».

9 comentarios:

  1. De momento, y digo de momento porque esto es inaguantable, vivo a escasos metros de las últimas fotos (Parlamento, Manso y aledaños). No se si han pacificado la zona, pero te aseguro que han aumentado los bares de manera exponencial. La calle Parlamento tiene tres travesías y cuarenta y un bares y restaurantes, alguno de ellos, los del pasaje Parlament, con vente mesas por banda y a cuatro sillas por mesa. Allí no se puede vivir, no se puede dormir y no se puede pasear ¿donde la pacificación?.
    Si a una travesía de cuatro carriles le quitas tres, te queda uno. Ese uno ha de aguantar el tráfico poco o mucho de la zona, y por ende las paradas frente al semáforo serán más numerosas y los gases más continuos. Un fracaso y un coste a padecer para los vecinos, pues estos tienen coche en el parquing y no prescindirán de él por los motivos que sean (trabajo, estudio, casa fuera, medio de trasporte...) Todo un postureo y una falacia.
    Salut

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    1. Una ciudad, nos guste o no, necesita a los coches, furgonetas de reparto, camiones, taxis, ambulancias. Además, mucha gente que trabaja en Barcelona vive fuera de ella, a veces en urbanizaciones perdidas en el quinto pino, con imposibilidad de acceder en tren o autobús so pena de pasar tres horas de viaje para ir y otras tantas para volver. Nunca se podrán eliminar, aunque eso no agrade a nuestros (as) mandatarios (as). Con la pandemia, mucha gente ha sido y está siendo reacia a tomar el transporte público, generalmente sobrecargado, por lo que ha necesitado desplazarse en coche. Por todo eso, como no puedes suprimir los coches vía decreto, si restringes la circulación, aumentan los atascos, los ruidos y la contaminación, qué le vamos a hacer.

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    2. Leído en La Vanguardia:

      «El RACC añade otro elemento que sucede a unos cuantos kilómetros de las retenciones de los accesos y las rondas, en el interior de Barcelona. “Se ha reducido la capacidad de la red viaria urbana, fundamentalmente en los puntos que conectan las vías de alta capacidad con las calles”, destaca Bardají, que pone como ejemplos las reducciones de carriles en la Diagonal, la Gran Via, la Meridiana, València o Aragó.

      En suma, subrayan desde el RACC, “la misma intensidad y menos capacidad se traduce en más congestión; esto es lo que nos está pasando, fundamentalmente en los desplazamientos de conexión entre la ciudad de Barcelona y su área metropolitana”».

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  2. Veo que te has paseado por mi calle, aquí soportamos todas estas idioteces cromáticas. Aquella "Barcelona posa't guapa" se ha convertido en una Barcelona del huerto urbano, de la estética del palet, de los bloques de hormigón pintarrajeados de amarillos, de la suciedad, todo es horrible, No saben el significado de las palabras, las calles no se pacifican, lo que hay que pacificar es la condición del homínido descerebrado. Han estropeado Barcelona.
    Salud

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    1. Barcelona me gustaba, la preolímpica y la postolímpica. Hasta que irrumpió esta señora y la empezó a estropear. Con el confinamiento y todo eso aprovechó para rematar la jugada y al salir de casa nos hemos encontrado con este bodrio, que gusta a mucha gente. En twitter están como locos con él, no caben en sí de felicidad.
      Un saludo, Francesc.
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  3. El proceso es paralelo al de la evolución que va del señor con chistera, bastón con empuñadura nacarada y elegante abrigo tres cuartos de finales del siglo XIX, a un barragán del siglo XXI, de esos que van con el pantalón caído enseñando los calzoncillos escuchando reggaetón en un "loro" que llevan a todo volumen al hombro.
    Es lo que tiene cuando quien manda no tiene ni idea.
    Mateo M.

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    1. Nos gobiernan los barraganes, que no tienen ni idea. Es lo malo: en una ciudad palpas y sufres los resultados, porque vives y transitas por ella. Barcelona no necesitaba eso, sino otras cosas, muchas.

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  4. Feísimo y cutre. Por no hablar de su escasa utilidad. Seguro que esa no es la solución. MJ

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