domingo, 26 de marzo de 2017

¡Que venga un Galdós a contarlo!

Andrés Trapiello
En este artículo del blog "El Asterisco", titulado Novelar la política, Andrés Trapiello comienza rindiendo un merecido homenaje a Galdós y a sus Episodios Nacionales, un ejemplo excelso de novelización de la política, en el que alterna grandes personajes en su versión de "estar por casa" con gentezuelas diversas con ganas de progresar.

Y Trapiello nos comenta algo que ya sabemos desde hace tiempo: que la realidad es siempre bastante más pícara que el arte, como diría el propio Benito Pérez Galdós, y que 'acontecen en ella cosas que ni el más osado de los novelistas se atrevería a poner en su novela, para no desacreditarse' (sic).

Al hilo de esto, nos cuenta una impagable anécdota de su primer y único encuentro con Jordi Pujol que, de tan bien que nos lo explica, nos parece estar viviéndolo. Acaba su estupendo artículo reclamando que venga con urgencia un Galdós a novelarnos la grotesca realidad que estamos viviendo por estos lares.

Entre Artur y Pujol habrán leído entre los dos, tirando largo, diez libros en toda su vida, y El Astut se jacta de ello. Además, la cultura castellana en Cataluña ha sido aniquilada y la lengua... confiscada, en palabras de Nuria Amat, o al menos eso intentan. Forma parte del plan, claro. Ya comprenderán ustedes que el pobre Trapiello no haya despertado el más mínimo interés en esos sórdidos sujetos (y al revés); no es nada raro que le hablen de váteres (aunque sea en la entrega del Nadal), porque es a tan prosaico lugar adonde quieren lanzar todo ese patrimonio.

Veamos lo que dice Andrés Trapiello, en espera de que llegue un epígono de Galdós para contarlo:

«De no haber mediado razones profesionales, no cree uno que se hubiera embarcado en la relectura de los Episodios Nacionales de Galdós. A cierta edad han de medirse los esfuerzos y calibrar el brío, y los episodios son muchos episodios, exactamente cuarentaiseis, unas trece mil páginas, que únicamente la gracia, el humor, la inteligencia, lengua y maestría de Galdós logran hacer que parezcan la mitad, sin importarnos tampoco que hubieran sido el doble. En ellos Galdós nos da su primera lección: la gran Historia está mechada de pequeñas historias, los hechos relevantes no se entienden sin otros menudos, el personaje imponente y arrollador sin el contraste al lado del pobre hombre, apenas se entendería; don Quijote sin Sancho no sería nada, y esto Galdós, uno de los lectores más atentos que haya tenido Cervantes en España (no hay novela suya en que no lo homenajee de manera explícita o solapada), lo sabe bien.
A menudo se pregunta uno, ¿y esto cómo lo contaría don Benito? [...] Nosotros somos parte de una novela que no cuenta aún con su Galdós, su Stendhal o su Tolstoi (más cierto es que a menudo estamos tentados de creer que la escribió hace años Valle-Inclán, junto a otros esperpentos suyos). Sabemos, no obstante, que la realidad es siempre bastante más pícara que el arte, como diría Galdós, y que acontecen en ella cosas que ni el más osado de los novelistas se atrevería a poner en su novela, para no desacreditarse.
Cada vez que aparece Artur Mas en la televisión, me abismo en imaginarle escenas y situaciones acordes con su mandíbula y su gestualidad. Lo vi alguna vez de cerca en las entregas del premio Nadal, del que soy jurado, pero he tenido la suerte de no haber tenido que saludarlo nunca.

Jordi Pujol desea suerte a Andrés Trapiello
No así a Yordi Puyol (licencias de novelista). En una ocasión, el año que lo gané yo (2003), no tuve más remedio que darle la mano. Tras proclamar el fallo del jurado, era costumbre llevar al ganador como en volandas  a la mesa donde había cenado el President, invitado de honor en esas galas del Nadal. Le tendí la mano y aunque al principio no se levantó, lo hizo a continuación, sin soltármela. No me la soltó hasta no acabar de contarme lo que estaba contando a sus compañeros de mesa en el momento en que me llevaron hasta donde él se encontraba.


Estaba hablando de algo de los váteres (sic) de su casa y el agua catalana que se podría ahorrar a los catalanes y a Cataluña si se les proveyese (a los váteres) , como había hecho él en los de su casa, de un dispositivo específico para aguas mayores y menores (sic). Hablaba de aquel asunto con pasión y seriedad propias de un gran estadista al que nada humano le es ajeno, y duró su minuciosa explicación, váter va váter viene, lo menos cinco minutos de reloj, ante el asombro de quienes nos rodeaban. [...]
Yo iba pensando, sin que el asunto de los váteres me atrapara del todo: “Acaban de darme un premio literario y este hombre, a quien no conozco de nada, al que no tenía la menor idea de que fuera a conocerlo y al que probablemente no vuelva a ver en mi vida, me está diciendo que Cataluña se ahorraría no sé cuántos millones de hectólitros si los váteres catalanes dispusieran de un botón para aguas mayores y otro para aguas menores…”. Cuando finalmente se decidió a tirar de la cadena, se despidió de mí arrojando mi mano lejos de la suya, y diciéndome: “Así que, joven (yo andaba por los cincuenta años), ¿ha escrito usted una novela? (Iba a responderle, pero no me dejó). Bien, bien, bien, me alegro. Que tenga usted suerte”.

Yo como novelista no hubiera podido imaginar una escena como esa, ni siquiera como imagen de lo que estaba sucediendo en Cataluña en el reinado de aquel Napoleón local, complacido en parir frases inmortales cada dos minutos ante un séquito que se las celebraba, con semblante perpetuamente risueño, antes de que las pronunciara. En el caso de que se me hubiera ocurrido aquella escena, nadie la hubiera creído real. 
El conocimiento de los chanchullos económicos de la familia Puyol y el hecho de que se le haya sorprendido como a un robagallinas, ha desbaratado en unos pocos años la colosal imagen que se había construido de él en Cataluña y con el tiempo, cuando el futuro Galdós haga la crónica de su vida, parecerá uno de esos pobres diablos tanto más inverosímiles cuanto más reales. Lo que vaya a suceder a partir de ahora será de lo más novelesco, porque hemos llegado a un punto en el que el novelista (o sea, el futuro) puede escribir cualquier cosa, y cualquier cosa es posible, pero la probabilidad de que esta novela se cierre como un esperpento es, a día de hoy, muy grande. [...]

Modo de ahorrar el líquido elemento en el WC
¿Ha sido, es, será un problema esta pestilencia para los independentistas catalanes? No parece. Carmen  Martín Gaite se refería con mucha gracia a todos aquellos que se muestran encantados “oliendo su propio pedo”. [...] El camino de los líricos váteres pujolianos hasta esa frase escatológica no ha sido precisamente un camino de flores, como tampoco lo ha sido el de quienes empezaron robando a Cataluña hace treinta años para poder acabar diciendo “España nos roba”, que es adonde querían llegar. Esa novela está pidiendo a voces un don Benito».
Enlace al artículo entero: Novelar la política

3 comentarios:

  1. La novela sería todo un éxito.

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  2. Trapiello no será Galdós, pero hay que reconocer que ha contado esa pequeña anécdota admirablemente...
    El Tapir

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  3. Necesitamos más Trapiellos, y otro Galdós... Si es que conseguía publicar su novela, claro.

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