En este preciso momento empieza el otoño. Es verdad que en esta estación la naturaleza toma unos colores preciosos (las hayas, los castaños, los robles, las viñas) y la luz es muy especial, pero Gran Uribe debe confesar que vive todo eso con un estado de ánimo un pelín alicaído, los días tan cortos, el frío que se anuncia...
En fin, aquí os deja unas fotos de La Rioja en noviembre, unos paisajes que a uno le encantan en todas las épocas del año, sea con los viñedos verdes, dorados, rojos o sin hojas, con los campos arados, cultivados, ya segados o en barbecho y siempre con las montañas azuladas al fondo.
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Viñedos en la Rioja en noviembre [Fotografías de Justo Rodríguez / (larioja.com)] |
Y para rematar esta efemérides como se merece, el brevísimo adagio de "El otoño", de Vivaldi, un movimiento en el que todo respira calma en espera de la llegada de tiempos más movidos, con esos violines y los arpegios de cémbalo y cuerda tan cadenciosos. Amigos,
keep calm and carry on!, que se avecina una época convulsa.
El otoño / 2. Adagio molto (Antonio Vivaldi)
Filarmónica de Berlín (Herbert von Karajan)
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Comparto parcialmente la opinión de GU respecto al otoño, días cortos, tardes aún más cortas, etc. Aunque, en mi caso, lo atribuyo a un reflejo infantil de que la llegada del otoño iba unida indefectiblemente al final de las larguísimas vacaciones de verano (¡qué acertado el título de la película de Jaime Camino "Las largas vacaciones del 36"!) y la consiguiente vuelta al cole, perspectiva que me iba amargando progresivamente los últimos días del verano. Porque, la verdad, no me apetecía NADA volver al cole. Ni los libros nuevos, ni el volver a ver a los amigos conseguían quitarme esa sensación...
ResponderEliminarEl Tapir
Los mediterráneos tenéis más posibilidades de que os pase, pues vuestros veranos son radiantes. En el norte (Cornisa Cantábrica) tenemos veranos en los que es más que probable sufrir días de lluvia y grisura. Por eso, cuando llega el otoño, ya estamos preparados. Por eso, también, somos más tristones (lo que no es mi caso, advierto). Solo tenéis que ver una rueda de prensa de Bildu y mirar los rostros de los que se suelen poner detrás. Es todo un ejercicio de lección de psicología. (Además, pienso que son menos listos, lo que tengo estudiado empíricamente).
ResponderEliminarMateo M.
Sí, yo también comparto sus apreciaciones, Tapir, y comprendo la experiencia que aporta Mateo M. desde el norte, aunque a nosotros lo de la lluvia y grisura nos cogía por sorpresa y era el primer indicio de que se acercaba el final. Sin embargo, Mateo, de tristones en las ruedas de prensa y de gente de aspecto un poco fantasmal y amargado aquí también sabemos algo, no se preocupe.
EliminarSigamos. Recuerdo bien las señales de que algo estaba cambiando: el sol se iba poniendo cada vez más cerca del Puigsagordi, en lugar de sobre el Roc Grós como al principio del verano y de las largas vacaciones. Como las tardes se hacían cada vez más cortas, los faros de la bici empezaban a ser necesarios, y también los jerseys. Por la tarde aparecían los primeros tormentones por la zona de Vich, por lo que había había que quedarse en casa, y algunos veraneantes empezaban ya a marcharse a la ciudad. Recuerdo bien esa sensación, que he tenido otras veces, de quedarte cada vez más solo y con un cierto dejo de angustia.
El caso es que todo iba cogiendo un cierto aire otoñal —aunque en el paisaje de allí apenas fuera perceptible (todo eran pinos)—, un aire de tiempo que se te escapa de las manos y que va a ser sustituído por otro más bien lúgubre y gris. La llegada en el tren a la Plaza Cataluña con todos los anuncios luminosos encendidos, casi sin saber andar sobre el asfalto, era la puerta de entrada a lo que nos esperaba: el piso de la calle Muntaner, los pasillos del colegio de los jesuitas, los rosarios en la brigada y también en familia, en fin, ya sabe de lo que hablo, Tapir. Todo aquello...
Caramba, lo ha expresado usted tan bien que un poco más y voy a buscar el delantal a rayas y la cartera del cole... Todo eso y mucho más anticipaban los primeros días de otoño.
EliminarEl Tapir
Nuestros veraneos de tres meses eran en el último pueblo de Cataluña por la costa que hace frontera con las colonias del sur (en aquella época no había esa diferenciación). Los primeros tormentones del verano con rayos y truenos nos avisaban de que la marcha era inminente. Recuerdo esos últimos días del verano tal como los describe G.U. Los viajes de vuelta a Madrid eran interminables - los de ida a la playa también, pero éstos tenían final feliz - Tardábamos casi 20 horas. Quizás el largo trayecto nos servía como principio de adaptación, ya que luego todo era distinto. Las condiciones climáticas, también.
ResponderEliminarEs que los colegios no empezaban hasta Octubre. MJ