[...] "De mis conciudadanos espero que defiendan mis derechos y consideren mis opiniones. Por otra parte, para lo que importa, yo soy catalán, español, europeo y, puestos a precisar, terrícola. No estoy orgulloso de tales títulos que no he hecho nada para merecer. Por lo mismo, no le doy mayores vueltas a la idea de sentirme catalán, español, europeo o terrícola. Si mi vecino me dice que se siente americano o marciano, me parece raro, pero no le concedo a su sentimiento relevancia política, por más que no deje de preguntarme qué sentirá exactamente. Me empiezo a preocupar cuando quiere levantar fronteras a partir de tales extravagancias. No me gusta que los sentimientos de algunos decidan la ciudadanía de otros".
[...] En ello ha tenido mucho que ver la catarata de falsedades y promesas sin fundamento repetida a diario por los medios nacionalistas: sobre balanzas fiscales oficiales, sobre la Unión Europea, sobre el expolio, sobre sentencias del Tribunal de La Haya, sobre los límites a la solidaridad en los Estados federales y mil cosas más. Quimeras y mentiras muy precisas que están pendientes de explicación y de responsabilidades.
[...] El primer paso para una solución realmente política consiste en desmontar las mentiras que propiciaron las emociones. Y deben darlo quienes las levantaron y azuzaron, los responsables. Cuestión de “voluntad política”.
Enlace al artículo de Félix Ovejero: Emociones y razones
Bueno, creo que aquí viene de perlas la frase de Montesquieu: "Soy necesariamente hombre mientras que no soy francés más que por casualidad".
ResponderEliminarHay que ver el valor que dan algunos a una mera casualidad... ¿No tendrán otros?
Otra terrícola