Pero reconoce que «ni tanto ni tan calvo», quizá los padres evadieran demasiado el control. Son otros tiempos, mucho más inseguros. Pese a todo, le ha interesado mucho lo que ha leído hoy en el diario. Ahora Gregorio Luri, un buen tipo, identifica en La Vanguardia el problema de fondo: «los niños actuales se han quedado sin espacios en los que poder vivir sus aventuras». Frente a esto, el pedagogo defiende abiertamente que «los niños tienen derecho al juego libre y arriesgado», reconociendo que esta postura «da pánico» a los padres modernos. Casi todo su ocio está programado por ellos. Cuando G.U. sale al balcón, asomado a una calle pacificada (en la que pasa un coche cada media hora), oye gritos de pánico de los padres que han ido a buscar a los zagales a la escuela, que está en la esquina, cuando uno de ellos se adelanta un poco, buscando algo de aventura, tal vez. Las angustiadas voces son: «Ves amb compte, que vindrà un cotxe!». O, si hay algún pequeño bache en su camino: «Vigila, que cauràs!». Uf, quizá esto sea mucho mejor que aquello, pero ¡que agobio!
Bueno, todo esto viene a cuento con una historia que nos cuentan los
telediarios y que le ha parecido curiosa. Unos avezados zagales circulando en una especie de moto de juguete (pero
eléctrica) por una calle llena de coches y autobuses. Como ha salido por la
TV, la policía ya está en casa de los padres investigando, y la educadora
social también. G.U. piensa que a esos imprudentes zagales se les ha acabado hoy la infancia; quizá los lleven a un centro para reeducarlos y los padres se queden sin ellos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario