viernes, 12 de septiembre de 2025

Nuestra infancia y la de los zagales de ahora

G.U. recuerda su infancia. Hacía lo que le daba la gana, sin que nadie le controlara. Se subía a los pinos, robaba peras del vecino y salía huyendo, jugaba partidillos de fútbol de tres contra tres, en un campo de fútbol que era un patatal, y volvía lleno de magulladuras, con las rodillas raspadas. Hasta subió al Montseny (Coll Formic) en bicicleta con 11 años, chino chano, sin que sus padres se enteraran. En fin, tantas aventuras de aquellos veranos felices de su infancia, que eran la libertad absoluta...

Pero reconoce que «ni tanto ni tan calvo», quizá los padres evadieran demasiado el control. Son otros tiempos, mucho más inseguros. Pese a todo, le ha interesado mucho lo que ha leído hoy en el diario.
Ahora Gregorio Luri, un buen tipo, identifica en La Vanguardia el problema de fondo: «los niños actuales se han quedado sin espacios en los que poder vivir sus aventuras». Frente a esto, el pedagogo defiende abiertamente que «los niños tienen derecho al juego libre y arriesgado», reconociendo que esta postura «da pánico» a los padres modernos. Casi todo su ocio está programado por ellos.
Cuando G.U. sale al balcón, asomado a una calle pacificada (en la que pasa un coche cada media hora), oye gritos de pánico de los padres que han ido a buscar a los zagales a la escuela, que está en la esquina, cuando uno de ellos se adelanta un poco, buscando algo de aventura, tal vez. Las angustiadas voces son: «Ves amb compte, que vindrà un cotxe!». O, si hay algún pequeño bache en su camino: «Vigila, que cauràs!». Uf, quizá esto sea mucho mejor que aquello, pero ¡que agobio! 


Bueno, todo esto viene a cuento con una historia que nos cuentan los telediarios y que le ha parecido curiosa. Unos avezados zagales circulando en una especie de moto de juguete (pero eléctrica) por una calle llena de coches y autobuses. Como ha salido por la TV, la policía ya está en casa de los padres investigando, y la educadora social también. G.U. piensa que a esos imprudentes zagales se les ha acabado hoy la infancia; quizá los lleven a un centro para reeducarlos y los padres se queden sin ellos. 

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