domingo, 29 de marzo de 2020

Encerrado releyendo a Gombrich

Gran Uribe no pierde el tiempo, entre caminata y caminata por el pasillo de su casa. Ya les dijo que estaba leyendo o releyendo cosas diversas. Y, entre las lecturas antiguas que más aprecia, está la «Historia del Arte, contada por E. H. Gombrich», en la versión que publicó DEBATE. Ya habíamos hablado de él en la entrada El arte, un antídoto contra los nacionalismos y, después de leer a Torra, qué mejor para oxigenarse las meninges. Hoy G.U. está con el capítulo XV, titulado «La conquista de la realidad; primera mitad del S.XV», en el que aborda los comienzos del Quattrocento.

El capítulo empieza así:

«El término renacimiento significa volver a nacer o instaurar de nuevo, y la idea de semejante renacimiento comenzó a ganar terreno en Italia desde la época de Giotto. Cuando la gente de entonces deseaba elogiar a un poeta o a un artista decía que su obra era tan buena como la de los antiguos. Giotto fue exaltado, en este sentido, como un maestro que condujo el arte a su verdadero renacer; con lo que se quiso significar que su arte fue tan bueno como el de los famosos maestros cuyos elogios hallaron los renacentistas en los escritores clásicos de Grecia y Roma. No es de extrañar que esta idea se hiciera popular en Italia. Los italianos se daban perfecta cuenta del hecho de que, en un remoto pasado, Italia, con Roma su capital, había sido el centro del mundo civilizado, y que su poder y su gloria decayeron desde el momento en que las tribus germánicas de godos y vándalos invadieron su territorio y abatieron el Imperio romano. La idea de un renacer se hallaba íntimamente ligada en el espíritu de los italianos a la de una recuperación de «la grandeza de Roma». El período entre la edad clásica, a la que volvían los ojos con orgullo, y la nueva era de renacimiento que esperaban fue, simplemente, un lastimoso intervalo, la edad intermedia. De este modo, la esperanza en un renacimiento motivó la idea de que el período de intervalo era una edad media, un medievo, y nosotros seguimos aún empleando esta terminología. Puesto que los italianos reprocharon a los godos el hundimiento del Imperio romano, comenzaron por hablar del arte de aquella época denominándolo gótico, lo que quiere decir bárbaro, tal como nosotros seguimos hablando de vandalismo al referirnos a la destrucción inútil de las cosas bellas.

Actualmente sabemos que esas ideas de los italianos tenían escaso fundamento. Eran, a lo sumo, una ruda y muy simplificada expresión de la verdadera marcha de los acontecimientos. Hemos visto que unos setecientos años separaban la irrupción de los godos del nacimiento del arte que llamamos gótico. Sabemos también que el renacimiento del arte, después de la conmoción y el tumulto de la edad de las tinieblas, llegó gradualmente, y que el propio período gótico vio acercarse a grandes pasos este renacer. Posiblemente seamos capaces de explicarnos la razón de que los italianos se dieran menos cuenta de este crecimiento y desarrollo gradual del arte que las gentes que vivían más al norte. Hemos visto que aquéllos se rezagaron durante buena parte del medievo, de tal modo que lo conseguido por Giotto les llegó como una tremenda innovación, un renacimiento de todo lo grandioso y noble en arte. Los italianos del siglo XIV creían que el arte, la ciencia y la cultura habían florecido en la época clásica, que todas esas cosas habían sido casi destruidas por los bárbaros del norte y que a ellos les correspondía reavivar el glorioso pasado trayéndolo a una nueva época.

En ninguna ciudad fue más intenso este sentimiento de fe y confianza que en la opulenta ciudad mercantil de Florencia. Fue allí, en las primeras décadas del siglo XV, donde un grupo de artistas se puso a crear deliberadamente un arte nuevo rompiendo con las ideas del pasado.


Filippo Bruneleschi; Duomo de Florencia
(h. 1420-1436)
El lider del grupo de jóvenes artistas florentinos fue un arquitecto, Filippo Brunelleschi (1377-1446). Brunelleschi estuvo encargado de terminar la catedral de Florencia. Era en el estilo gótico, y Brunelleschi tuvo que dominar totalmente los principios que formaron parte de la tradición a que aquélla pertenecía. Su fama, en efecto, se debe en parte a principios de construcción y de concepción que no habrían sido posibles sin su conocimiento del sistema gótico de abovedar. Los florentinos desearon que su catedral fuera coronada por una cúpula enorme, pero ningún artista era capaz de cubrir el inmenso espacio abierto entre los pilares sobre los que debía descansar dicha cúpula, hasta que Brunelleschi imaginó un método pata realizarla (ilustración adjunta). Cuando fue requerido para planear nuevas iglesias y otros edificios, decidió dejar a un lado el estilo tradicional, adoptando el programa de aquellos que añoraban un renacimiento de la grandiosidad romana. Se dice que se trasladó a Roma y midió las ruinas de templos y palacios, tomando apuntes de sus formas y adornos. Nunca fue su intención copiar esos antiguos edificios abiertamente. Difícilmente hubieran podido ser adaptados a las necesidades de la Florencia del siglo XV. 



Lo que se propuso fue conseguir un nuevo modo de construcción, en el cual las formas de la arquitectura clásica se empleasen libremente con objeto de crear modalidades nuevas de belleza y armonía. Lo que sigue siendo más sorprendente en lo conseguido por Brunelleschi es que realmente logró imponer este programa. Durante casi cinco siglos los arquitectos de Europa y de América siguieron sus pasos. Por dondequiera que vayamos en nuestras ciudades y villas encontraremos edificios en los que se han empleado formas clásicas tales como columnas y fachadas. Ha sido sólo en el siglo XX cuando los arquitectos empiezan a poner en duda el programa de Brunelleschi y a reaccionar contra la tradición arquitectónica renacentista, del mismo modo que ésta reaccionó contra la tradición gótica. Pero la mayoría de las casas que se construyen ahora, incluso aquellas que no tienen columnas ni adornos semejantes, aún conservan residuos de formas clásicas en las molduras sobre las puertas o en los encuadramientos de las ventanas, o en las proporciones del edificio. Si Brunelleschi se propuso crear la arquitectura de una era nueva, ciertamente lo consiguió.[...]


Y continúa con otras reflexiones de gran interés. Seguiremos en otra ocasión. Gombrich es un experto historiador, que supo contar muy bien la historia del arte para estudiantes y aficionados. Sus escritos han sido siempre cuestionados por otros expertos, pero ahí están y nadie explica esas cosas mejor que él (otros son un peñazo, por lo general).

4 comentarios:

  1. Muy bueno Gombrich. Lo he leído y continuo con su magnífica Historia del Arte, uno de los pocos libros que tengo en casa y ahora, en tiempo de confinamiento, me apetece volver a leer, además, con esta reclusión, no puedo salir a buscar cualquier otro libro que tengo en la biblioteca de mi estudio.
    Saludos

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    1. Yo me deshice en su día de muchos libros de esos que nos hacían leer en la ETSAB que me parecían un coñazo, pero éste (y otros suyos) lo conservo como oro en paño. Muy bueno Gombrich. Me siento en mi butaca preferida y me resulta una lectura acogedora, "acolchada", como escrita por un amigo de toda la vida. Y cuando una obra de las que cita no está en el libro, busco en Google.

      Si llevas una bolsa de basura (o a un perro) quizá puedas ir a buscar libros a tu estudio. La lectura es una de las cosas mejores que podemos tener estos días.

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  2. Yo me he quedado en Hauser. Tendré que leer al que cita. Ahora no puedo salir de casa, pero lo guardo en pendientes.
    Gracias

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  3. Sí que parece ser un antídoto ideal (anti-toxina-torra).

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