lunes, 2 de marzo de 2020

Galdós y su novela «Miau»

Con la reciente incorporación a «la casta» de nuevos/as sujetos/as, resulta que hay cada vez más carteras ministeriales y se va a tener que incrementar sustancialmente la plantilla de oficinistas para abarcar tanta demanda. No es el caso del pobre Villaamil, el protagonista de la novela Miau, de Galdós. El hombre está cesante, se lo han quitado de en medio del ministerio —por pelma y porque está ya mayor— y necesita acreditar dos meses más de trabajo para poder cobrar su pensión. Pero no hay manera, aunque el hombre intenta de todos los modos posibles que le llamen para algo.

Y así se pasa toda la novela, de ministerio en ministerio, intentando encontrar a alguien que lo enchufe aunque sea de chupatintas de tercera, ante la cuchufleta general. Y todo eso con un panorama familiar bastante oscuro, con el agravio comparativo de un yerno (Cadalso) que va medrando en la administración a base de trapisondas. Por si fuera poco, la esposa de Villamil (Pura) y su cuñada (Milagros) son dos «inutilidades» que no dejan de culpabilizarlo continuamente por su situación, quizá porque necesitan dinero para ir al teatro y fardar por allí.

Además, tiene una hija (Abelarda, hermana de la fallecida mujer de Cadalso) que está hecha polvo, la pobre, porque está enamorada del sinvergüenza de Cadalso, que la torea y la engaña de mala manera; también pulula por allí un pobre zagal del que todos sus compañeros se mofan, al que llaman «Miau», como a toda la familia (o «Cadalsito», porque es hijo del susodicho Cadalso). Él es el que reparte por las tardes por todo Madrid, a personajillos del Ministerio, las cartitas suplicantes escritas por su abuelo Villaamil, pero siempre sin éxito. En fin, para qué seguir, todo un cuadro.

Grupo de oficinistas esperando pacientemente en sus puestos de trabajo a que llegue la hora del ansiado momento de la paga
En los siguientes párrafos, Galdós nos relata el momento en que los funcionarios cobran su paga en presencia del pobre Villaamil, que está por allí para ver si pilla algo, como casi cada día. Bastante mosqueado, se desahoga invocando a «San Garbanzo bendito». ¿Vendrá de allí que Valle-Inclán lo tildara de «garbancero»?

Benito Pérez Galdós, Miau (fragmento del capítulo 37); Alianza Editorial (1985)
Y unos párrafos más allá, describe lo contentitos que salen del ministerio los oficinistas con los duros ya en el bolsillo:

[...] «En la escalera de anchos peldaños desembocaban, como afluentes que engrosan el río principal, las multitudes que a la misma hora chorreaban de todas las oficinas. Contribuciones y Propiedades descargaban su personal en el piso segundo; descendía la corriente uniéndose luego a la numerosa grey de Secretaría, Tesoro y Aduanas. El humano torrente, haciendo un ruido de mil demonios de peldaño en peldaño, apenas cabía en la escalera, y mezclábanse los pisotones con la charla gozosa y chispeante de un día de paga. En los oídos de Villaamil añadíase al murmullo inmenso el tintineo de los duros, recién guardados en tanta faltriquera. Pensó que el metal de los pesos debía de estar frío aún; pero se calentaría pronto al contacto del cuerpo, y aun se derretiría al de las necesidades. Al llegar al vasto ingreso que separa del pórtico la escalera, veíanse en los patios de derecha e izquierda afluir las muchedumbres de Impuestos, Tesorería y Giro Mutuo, y antes de llegar a la calle, las corrientes se confundían. Las capas deslucidas abundaban más que los raídos gabanes; pero también los había flamantes, y chisteras lustrosas, destacándose entre la muchedumbre de hongos chafados y verdinegros. El taconeo ensordecía la casa, y Villaamil oía siempre, por cima del rumor de pisadas, aquel tintín de las piezas de cinco pesetas. «Hoy -se dijo, echando toda su alma en un suspiro-, han dado casi toda la paga en duros nuevecitos, y algo en pesetas dobles con el cuño de Alfonso». 

 Al desaguar la corriente en la calle, iba cesando el ruido, y el edificio se quedaba como vacío, solitario, lleno de un polvo espeso levantado por las pisadas. Pero aún venían de arriba destacamentos rezagados de las multitudes oficinescas. Sumaban entre todos tres mil, tres mil pagas de diversa cuantía, que el Estado lanzaba al tráfico devolviendo por modo parabólico al contribuyente parte de lo que sin piedad le saca. La alegría del cobro, sentimiento característico de la humanidad, daba a la caterva aquella un aspecto simpático y tranquilizador. Era sin duda una honrada plebe anodina, curada del espanto de las revoluciones, sectaria del orden y la estabilidad, pueblo con gabán y sin otra idea política que asegurar y defender la pícara olla; proletariado burocrático, lastre de la famosa nave; masa resultante de la hibridación del pueblo con la mesocracia, formando el cemento que traba y solidifica la arquitectura de las instituciones».

Ésta es la vertiente divertida y digamos «festiva». Pero los cuatro últimos capítulos son espeluznantes, con el pobre Villaamil desesperado dando vueltas por su barrio como alma en pena, pero disfrutando en libertad de los, según él, mejores momentos de su vida, a punto de acabar. «Y hasta aquí puedo leer»...



Gran polémica hay sobre Galdós este año. Que si no es un gran escritor porque en sus novelas nos muestra su ideología (Cercas) o que si es el no va más (Muñoz Molina). Y entre esos dos polos, otros aportan matices «equidistantes». A G.U. le es indiferente todo eso, aunque piensa que cada novelista es libre de expresar en sus novelas lo que le dé la gana y como le dé la gana, y eso no tiene por qué quitarles valor en sí mismas.

Por tanto, digan lo que digan unos y otros, la presunta la objetividad de lo que aporten le importa un pepino a G.U., y se apunta a lo subjetivo: le encanta Galdós y se zampa todo lo que escribió, que es mucho (porque tenía que ganarse la vida) y quizá por eso sea un poco irregular, pero da igual. Ya nos gustaría tener ahora por aquí a un tipo así.

3 comentarios:

  1. Un libro más que recomendable .
    Salut

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  2. A esta anónima también le gusta Galdós. Mucho. Y en la polémica está mucho más cerca de Muñoz Molina, por no decir del lado, que de Cercas. Al menos, aporta, según mi parecer, mejores, y más sólidas, razones para su valoración.
    "Miau" es una disfrutada... Me ha animado usted a releerlo. Gracias.

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  3. Cercas a veces mea fuera de tiesto, supongo que como todos.

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