domingo, 2 de octubre de 2016

Javier Marías también jugaba a chapas

Así era un día normal y corriente durante el curso escolar en la vida de Javier Marías. Muy parecido al de Gran Uribe (no en vano comparten edad), con la pequeña diferencia de que uno no tonteaba en la escalera con chicas como hacía él, ya que en los jesuitas no las había y, en cambio, en el Colegio Estudio (heredero de la Institución Libre de Enseñanza), donde estudió Javier, seguramente sí.

Pero ambos asediábamos un fuerte y jugábamos a las chapas como locos al volver del colegio, él con su hermano Fernando y Gran Uribe con El Tapir y también, años más tarde, con César Canut (el hermano de del senyor Rafeques). Creo recordar que lo de las chapas nosotros lo aprendimos con Yago Pico de Coaña, el sujeto que nos hablaba ayer sobre el referéndum de Colombia, con la diferencia de que éste jugaba con las chapas forradas de tela y una fotito de los futbolistas del Real Madrid enganchada encima y nosotros lo hacíamos "a pelo", como las de la fotografía adjunta.

En una próxima ocasión compararemos las vacaciones de Javier en Soria, de las que también habla en su artículo de hoy en EL PAÍS SEMANAL, con las de un servidor en Hostalets de Balenyá. También comentaremos lo que explica de la sensación de paso del tiempo y de su aprovechamiento, ayer y hoy.

«De todos es sabido, aunque no siempre recordado, que el tiempo de los niños transcurre muy lentamente. O al menos así era antes: no sé si será igual para los de ahora, con tanta actividad extraescolar y distracción “obligatoria” en compañía de los padres, que van con la lengua fuera los fines de semana y en vacaciones. En los años cincuenta y sesenta del siglo XX los días y las semanas eran interminables, no digamos los meses o un curso entero. 


Chapas "de época" agrupadas en 3-2-5
(Luego se inventó el 4-2-4)
El domingo por la tarde era una pesadilla, porque le seguía no ya el lunes con la vuelta al colegio, sino un montón de días eternos hasta que asomara de nuevo un sábado. En aquellas jornadas daba tiempo a todo, a levantarse y bañarse, desayunar, ir en tranvía o autobús a la escuela, pasar allí numerosas horas encerrado, disfrutar de un recreo aventurero en el patio, tontear en la escalera con la chica que le gustaba a uno, almorzar, recibir más lecciones, regresar a casa tal vez andando, jugar allí un partido de chapas con mi hermano Fernando, acaso merendar algo, hacer perezosamente unos deberes, aguardar la hora de la cena asediando un fuerte, cenar con padres y hermanos, retrasar la hora de irse a la cama con mil triquiñuelas, por fin acostarse». [...]

Enlace al blog de Javier Marías: El pasado es un misterio

6 comentarios:

  1. Las chicas no jugábamos a las chapas y no sé qué es asediar el fuerte. El resto de cosas, parecido.

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    1. Dirigido a "Anónimo 2 de octubre 20:55" envié el siguiente mensaje ayer a las 23:27 horas, que no ha quedado reflejado en el blog, quizá porque lo hice de forma incorrecta desde el móvil, aparato que no manejo con la soltura necesaria. En él explicaba un poco lo que desarrolla con más profundidad y acierto El Tapir. Decía así:

      «El ejército regular (iban vestidos de azul) solía tener su base en una fortificación de madera (un fuerte) donde los militares vivían con sus familias. En ocasiones los indios contratacaban y asediaban el fuerte. Esto que pasaba en las películas del oeste lo transponíamos a nuestros soldaditos e indios de plástico, habitual regalo de nuestros reyes magos (solía complementarse con el "fuerte" propiamente dicho, caravanas, etc.)
      Pienso que Javier Marías se refiere a eso, que nosotros, para dar más realismo, adobábamos con sones guerreros de corneta hechos con la boca. Era bonita aquella actividad al volver del colegio».

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  2. Asediar un fuerte. Supongo que se refiere al "asalto" al fuerte de los "rostros pálidos" ("los buenos") por los indios ("los malos"). El fuerte era el típico recinto que se ve en las películas, hecho con troncos como lápices, con el filo apuntando hacia el cielo, y una torre de vigía de estructura también de madera, rematada por la bandera de barras y estrellas (muchas menos que ahora). Como habrá adivinado "Anónimo2 de octubre de 2016, 20:55", el fuerte no sólo estaba habitado por militares -vestidos de azul, con una raya amarilla longitudinal en el pantalón-, sino también por civiles, generalmente familiares de los militares y personal subalterno. Y el asedio al fuerte de nuestros juegos se hacía con soldaditos de goma (en ocasiones de plomo) que representaban a los indios -los asediadores- y al 7º de Caballería -los asediados. Como se ve, un juego poco tecnológico, relativamente barato, y que nos ocupaba muchas horas. Lo de las chapas es otra historia (aún más apasionante que el asedio al fuerte, porque la intervención y habilidad personal eran mayores) y de coste económico cero (recoger las chapas del suelo del bar).
    El Tapir

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  3. Muchas gracias Gran Uribe y Tapir. Era más o menos como en las películas de la época. Buenos: 7º de caballería, malos: indios, que a veces en las películas salían con maquillaje oscuro y quedaban fatal, además (en las pelis) hablaban una jerga, que cualquiera sabe de dónde venía. Veo que, además, le daban mucho realismo con los efectos especiales. Nosotras eso nos lo perdíamos. Al menos las que como yo solo éramos hermanas.

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  4. Mal lo tenía Gran Uribe para tontear con vecinitas en la escalera. En la de Gran Uribe las únicas féminas eran la portera Marieta y su hermana, la cheposa Teresa, ambas de edad provecta, amén de la señora Pizzi, la mujer de D.Antonio Pizzi Casoni, que era una señora gorda y lustrosa que llevaba siempre gafas de sol.
    Por otro lado, junto al fuerte armábamos una montaña con la alfombra del cuarto de jugar, que era de sisal, con la que hacíamos desfiladeros y gargantas donde se escondían los indios y esperaban a los del 7º de Caballería para ponerles emboscadas.
    nvts

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    1. En efecto, ni la escalera del colegio ni la de la casa de la calle Muntaner, en Barcelona, daban para muchas alegrías. En esta última reinaban la porteras Teresa y Marieta, el perro (Tano) y se alojaba su hijo, un consumado actor-estafador, Juan Velilla, "Marqués de la Puerta", que llegó a adquirir cierto renombre, especialmente a raíz de salir vestido de Napoleón en un anuncio de la estufa Super Ser, pronunciando estas palabras: "Si no tiene una Super Ser ¡está usted fresco!".

      Era un ambiente lúgubre, ciertamente, que para sí hubiera querido el pintor Gutiérrez Solana, que lo hubiera retratado muy bien.

      En cuanto a la montaña con la alfombra donde se escondían los indios, doy también fe de que existió, hasta que se deshizo en pedazos, o nos hicimos mayores, o todo junto. ¡Qué tiempos!

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