Sobre lo de la flotilla de Gaza

Parecía que iba a ser una cosa épica, una especie de Armada Invencible, casi como la que montó Felipe II para desembarcar en Inglaterra, pero para llevar alimentos a Gaza. El gobierno estimuló desde el principio lo de la Flotilla Maravilla, porque en ese momento les interesaba mucho que se hablara de ello y da votos; que era un ejemplo de la solidaridad de España con el pueblo palestino, todo eso, bla, bla, bla. Pero G.U., últimamente un poco escéptico, siempre ha pensado que esa flotilla era una gilipollez flotante navegando hacia aguas israelíes (ya tuvieron que volver a puerto: llovía). 

El ministro cabezón Oscar López (y otros) debía de saber que la única ayuda humanitaria que entra en la franja de Gaza lo hace por Israel. Que tras un mes de viaje sería detenida por buques israelitas, sus componentes debidamente interrogados en alguna cárcel —eso da prestigio— y devueltos para casa.

Primero se los anima a ir hacia allí y luego se les dice, ¡volved, no seáis tontos, que es muy peligroso! Y para proteger a esos barquitos de Barbie Gaza y la Colau, enviamos un liviano patrullerito de la Armada —llamado FUROR, para más inri— dotado con un cañón, dos ametralladoras y pista para un helicóptero, que tampoco sabría qué c**o hacer si les atacaba alguien.

Estas imágenes nos han evocado un poco la "Procesión marítima de la Virgen de la Barca" (en la ría de Navia), que G.U. vivió cuando era más joven, o incluso, la gabarra del Athletic de Bilbao y su séquito cuando gana alguna copa (pocas veces). No hemos vislumbrado esteladas, ojo al dato.

Todo de opereta, un cosa grotesca, una flota de chichinabo. Iban con unos barquitos que con tanta gente a bordo poca cosa podrían transportar en sus bodegas; garrafas de agua, tiritas, aspirinas y unas cuantas latas de conserva. Tampoco encontrarían fácilmente un puerto donde desembarcar todo eso, como no fuera llevándolo a nado hasta la playa. 

La influencer Barbie Gaza (Hanna Alcalde) ha conseguido robar el protagonismo a Greta y a la Colau. Lo ha pasado de miedo, unas inolvidables "vacaciones en el mar". Con su kufiya en la cabeza ha montado una especie de reality show, enviando como loca vídeos a sus redes en los que se la ve bailando tan feliz rodeada de gandulazos y explicando dislates.  Allí se los ve en cubierta, tocando la guitarrita, los bongos, cantando kumbayá, el Imagine de John Lennon y cosas así. Gracias a todo eso ha incrementado exponencialmente sus seguidores (ahora ella y otras han tirado sus móviles al mar).

Gentes poco aguerridas, desde luego (no imaginamos a la señora Ada Colau nadando hasta la playa cargada con una mochila llena de víveres). También hemos visto desembarcos en un par de playas mediterráneas, bailando copa en mano a la puesta de sol, un cachondeo. De lo que hacían dentro de los barquitos, suponemos que alcohol, drogas, folleteo, no se nos ha mostrado nada, aunque debió de haberlo. Para muchos, los días mejores de su vida, que contarán a sus nietos tipo "abuelo Cebolleta".

Ojo, porque no en todos los barcos el ambiente era bueno. La propia Greta Thunberg tuvo que cambiar de embarcación. Ella quizá iba algo más en serio y aquello era un desmadre absoluto y disoluto, donde no faltaban las peleas. Había gente del LGTBI+ junto a activistas palestinos, que lo primero que harían si llegaban a puerto sería rebanar el pescuezo a tales compañeros de viaje, porque Islam es mucho Islam. Aparte de algún político bienintencionado con ganas de hacer algo (pocos), parece que pululaba todo tipo de zánganos, a los que eso de colaborar en las faenas y poner las cosas en su sitio, poco.

En fin, Corolario: la flotilla nunca ha llevado ayuda humanitaria a Gaza. El que así lo crea, es muy inocente. No ha hecho eso, sino otra cosa. Ha estado mandando el mensaje que ya sabíamos: la infame represión de Israel, que no está por la labor de todo tipo de ayudas a los palestinos. Mensaje que nos saldrá muy caro y que no sabemos cómo lo van a poder utilizar políticamente esos cadáveres: SUMAR y Podemos. "La Yoli" ya está en ello; una antimilitarista que exige que ese pobre patrullero se meta en camisa de once varas a crear un serio conflicto. La Colau estará en ello en cuanto la detengan (lo está deseando) y nos la devuelvan. El mensaje ya lo han recibido los perroflautas pacíficos y también los quemacontainers habituales, dándoles a estos una oportunidad para romper escaparates y destrozar todo. El otoño empieza caliente y no ha hecho más que empezar. Traerá cola el asunto.