Francisco Rico, en una imagen de archivo, presenta la edición de Don Quijote de la Mancha / ACN |
Aunque a veces pudiera no parecerlo, Javier Marías —un escritor al que aún echa de menos G.U.— y él eran buenos amigos. Hasta el punto de que figuró como personaje secundario en varias de sus novelas; al principio como "Profesor Del Diestro", luego como "Profesor Villalobos" y ya al final, a instancias del propio Francisco Rico, como "Profesor Rico". Son apariciones episódicas, siempre un tanto irónicas.
Extraemos de Así empieza lo malo, una descripción que hace Marías del personaje "Profesor Rico":
R.—Me hace aparecer en varias novelas desde Negra espalda del tiempo. Es unánime la opinión de que son los mejores pasajes de sus novelas y que los demás son un coñazo. Procura tomarme el pelo lo que puede con una consideración amistosa. Cuando ingresó en la Academia, fui yo el encargado del discurso de contestación. Los dos textos han sido editados y creo que han quedado muy bien.
Javier Marías, Así empieza lo malo, Alfaguara (2014), pág. 108 |
A este respecto, le preguntaba Josep Masot a Rico en La Vanguardia, el 12 de abril de 2012:
P.—¿Qué le parece el Paco Rico de Javier Marías?
Ingreso de Javier Marías en la RAE / 27 de abril de 2008 (ayer hizo dieciséis años) Fotografía: Quim Llenas |
De hecho, en efecto, fue Francisco Rico quien dio respuesta al discurso de entrada en la RAE de Javier Marías, titulado Sobre la dificultad de contar. Dos textos excelentes que merecen releerse. El caso es que, con ocasión del homenaje que a principios de 2020 se le iba a dedicar a Francisco Rico, y que luego no se pudo llevar a cabo por el confinamiento, Javier Marías escribió otro texto, también muy bueno (como casi todos los suyos, por otra parte), titulado «Del Diestro, Villalobos, Rico». Dice así:
«A Francisco Rico, lamentablemente, le debo mucho, más que sus lectores y alumnos y sus a veces envidiosos colegas. Porque no sólo le debo, como ellos, iluminaciones y agudezas sobre el Quijote y el Lazarillo, sobre Petrarca y Nebrija, así como algunos excelentes poemas semicultos. Le debo un personaje, o quizá varios, y no pocas de las páginas más graciosas y logradas que he escrito, según bastantes personas y, desde luego, según él mismo. No ha tenido reparo en confesarme que, cuando publico una novela, la hojea en busca de su personaje. Si sale, lee sus intervenciones y el resto lo aparca en la mesilla de noche sine die. Si no sale, creo que el destino inmediato de mis libros es la estantería polvorienta. No se lo reprocho, nadie tiene por qué leer lo que alumbro, y menos que nadie Francisco Rico, a quien poco interesa lo posterior a 1615. Él no está para lo pasajero, si no efímero. La primera vez que lo saqué en una novela, en 1989, lo llamé Profesor Del Diestro. La segunda, Profesor Villalobos. Y aquí vino su protesta. Aunque esta conversación ya la conté en una falsa novela de hace más de veinte años, casi nadie la recordará por eso mismo, así que valga repetirla en esta celebración, con variaciones. Me exigió sin ambages que, si volvía a utilizarlo, debía ser con su propio nombre. En 1998 aún era novedoso, casi insólito, que en una obra de ficción se introdujeran personas reales (hoy es ya un lugar común), de modo que le respondí: —Eso es imposible. Si estamos en una ficción, no puedes figurar con tu verdadero nombre, como Francisco Rico. Quebraría las convenciones y los pactos. —¿Por qué no? Qué tontería. ¿Acaso en una obra de ficción no te refieres al Museo del Prado o al Convento de las Descalzas? No te inventarías el Museo del Palo ni el Convento de las Descamisadas. —Ya, pero eso son monumentos e instituciones, y tú no eres ni lo uno ni lo otro. —¿Cómo que no? —me interrumpió al instante, ofendido. —Claro que lo soy, y del más alto rango. No veo por qué Francisco Rico no puede estar presente en una ficción. ¿Acaso no llamarías “Cervantes” a Cervantes, “Dante” al Dante y “Maquiavelo” a Maquiavelo? —Pero no los haría hablar y moverse, como a ti. Vaya, no creo. —Porque a ellos no los has visto y no resultarían creíbles. Pero como a mí me tienes delante; como tienes a la vista el modelo y te doy medio trabajo hecho, tus lectores futuros (si los hay, lo cual dudo sobremanera), están en su derecho a identificarme con nitidez y sin disfraces ni nombres falsos. Lo contrario sería ridículo. —No creerás que vas a ser tan conocido, de aquí a unas décadas o a unos siglos, como los autores que has mencionado. Te veo muy optimista. —Tanto da, tanto da. En todo caso soy inequívoco, casi el creador de un arquetipo. Si en una novela francesa aparece un novelista gordo, mulato y con bigotes, sería grotesco que no fuera Dumas. Si en una inglesa aparece otro de origen polaco, con fuerte acento y puntiaguda barba, sería imbécil que no fuera Conrad. Etc. Si yo soy inconfundiblemente el que soy, ¿qué sentido tiene camuflarme? Soy y seré reconocible, allí donde vaya. La lástima es que de aquí a un tiempo no te leerá nadie. De hecho me extraña que en la actualidad te lea alguien. Más aún tantos como se cuenta, y encima en varios países: incomprensible. Debe ser la fuerza de los vivos, del insoportable presente que nubla los juicios. Por supuesto satisfice su petición, y desde entonces, en tres o cuatro más de mis novelas, Francisco Rico fue “Francisco Rico”. Mi problema es que al Rico de carne y hueso, al que veo de vez en cuando en la Academia o escogiendo delicatessen en las tiendas de la ciudad en que vive, no lo distingo ya bien del de mis novelas, o me creo que el segundo es el primero. Me invade una sensación contradictoria: la de tener poder sobre él y dictarle situaciones, frases y gestos, y la de estar a su merced, porque el modelo es tan potente que me brinda ideas y me dicta a mí lo que escribo, cuando lo convoco. Eso, en parte, me ha llevado a prescindir de su personaje últimamente. Para no reconocerle que me tenía un poco “esclavizado” en algunos pasajes (nada le habría gustado más), se lo comuniqué de este modo: —Ya no das más de ti. Te me has agotado. No evolucionas, no eres lo bastante cambiante. Te faltan ambigüedades, oscuridades, sombras. Y bueno, al fin y al cabo siempre fuiste un personaje secundario, si no episódico. Un “Leporello”. —En referencia al ayudante del Don Giovanni de Mozart. —¿Episódico yo? ¿Yo episódico? Qué equivocado estás, ni siquiera sabes leer bien lo que escribes. Soy el que salva tus novelas, soy la sal y la gracia, soy el Esperado, el que las hace elevarse un poco, la corriente oscura que las sustenta. Y es Leporello el que lleva la cuenta, y su canto el más recordado. Tú verás, pero sin mi concurso te hundirás del todo. Lo único que puedo añadir, para no alargarme en esta ocasión u homenaje, es que quizá, como a menudo, el Profesor Rico acierta. Puede que incluso acierten Del Diestro y Villalobos, que figuraron brevemente pero no suelen olvidar los lectores, respectivamente, de Todas las almas y Corazón tan blanco, que inversosímilmente todavía existen. Y aunque acabara abandonando del todo a Rico en mis pobres y futuras páginas (jamás se sabe), la lástima es que ya le debo demasiado, y eso siempre es un fastidio. Por así decir, le debo varios mundos: el de Cervantes, el del Lazarillo, el de Petrarca y el de tantos otros que sin él no serían los que hoy conocemos, irrenunciables. E incluso alguno mucho más modesto que durante unos días de embeleso ante mi máquina, llegué a creer que era mío sin ayuda de nadie». |
Sirva esta entrada como modesto homenaje a ambos por parte de este bloguero. DEP.
Me temo que no conozco a este profesor y académico fallecido, debe ser que como no soy demasiado amiga ni de Cervantes, ni del Lazarillo y aun menos de Petrarca, con todos mis respetos y consideración hacia ellos, me lo he perdido, en todo caso DEP. No obstante, me ha parecido muy entretenido este diálogo entre él y Javier Marías que como afamado cascarrabias que era, resulta curioso que su amigo el malogrado Profesor Rico, se burlara con tanta gracia de él y su poco futuro como escritor y lo más curioso, que a él no le molestara, a lo mejor lo de fama de cascarrabias de Javier Marías es sólo leyenda urbana, aunque le he leído alguna crítica a sus compis en las que disparaba a matar, en un estilo muy diferente a su amigo Reverte, que este descerraja con su recortada con la misma facilidad que se afeita jaja, pero también, directo a dar donde más duele. En fin, mil gracias por estos pedazos de dos de nuestros eruditos patrios.
ResponderEliminarQue en paz descanse. ...Oootro abrazo fuerte GU!
Hola, María: además de poco cervantista (en eso discrepamos) no te veo muy petrarquista (en eso no lo sé, porque no lo he leído), crucemos los dedos para que no se entere nuestro común amigo Francesc C.
ResponderEliminarPor cierto, ahora que citas a Pérez-Reverte, y al hilo de lo que hablamos, hice esta bonita entrada hace algunos años:
https://granuribe50.blogspot.com/2016/10/duelo-primera-sangre-en-la-rae.html
Un abrazo fuerte.
jajaja Nuestro querido Francesc, me tirará de las orejas seguro , pero, aunq debo reconocer, q con Petrarca, ni siquiera lo he intentado, con el Quijote sí , varias veces y no he sido capaz ...torpe q es una !!! ; ) Y del espadachín AlatristeReverte qué decir! le gusta más polemizar y arremeter contra algo o alguien, más q respirar, ni tiene pelos en la lengua, ni el filo de su pluma piedad, desde luego el dibujo q deja del profesor Rico es algo parecido al tío Gilito contando sus monedas a cuenta de los beneficios q le produce el Quijote, en fin vamos a ser respetuosos con el difunto, pero vamos, q no me he perdido un gran o mejor dicho, generoso personaje q digamos ; ) Graaacias , más y más abrazos!!!
EliminarYa sé que no eres muy "revertiana". Yo debo confesar que sí. Me gustan sus artículos, algunas de sus novelas y su actitud de "enfant terrible" que no tiene pelos en la lengua ni en la pluma. De facha, nada. En seguida tildan de eso a cualquera que sea un poco crítico. Según eso, yo también lo soy. ¡Ah!, por cierto: tiene bien calado a nuestro común y enamorado presidente.
EliminarUn abrazo fuerte.
Lo leí en
ResponderEliminarel teletexto
de la tele,
lo que ni
idea de
quién
era.
Pues ahora ya lo sabes... Saludos.
EliminarLo escuché ayer en el 24H.
ResponderEliminarNo había leído la descripción que nos insertas. Gracias¡
Por otra parte, el mejor cervantista que ha habido.
Salut
Cervantista no ha habido ni creo que haya en el futuro otro como él.
EliminarSaludos.
D.E.P. mi admirado Francisco Rico, teníamos enemigos comunes (nombres y apellidos), como él soy lector de Cervantes, de Dante, de Petrarca, de Maquiavelo y me he atrevido a decir que después de ellos no me interesa otra cosa que no sean los autores del Siglo de las Luces. Después de todos ellos casi nada de la literatura de ficción me interesa, está claro que puedo reconocer la gran literatura rusa o los extraordinarios autores españoles de la generación del 98, sí, y después, ¿qué?
ResponderEliminarSalud.
DEP. Yo también lo admiraba mucho, aunque mi padre que en gloria esté decía de él que era "un pedantón del carajo". Creo que Javier Marías también lo pensaba; al menos los "cameos" en sus novelas nos lo caricaturizan así...
EliminarPor lo demás ¡veo que sigues en tus trece, malandrín!
Un abrazo.