Como ha indicado varias veces, G.U. necesita tranquilidad y sosiego, ahora más que nunca con la que está cayendo. Se la suele proporcionar la naturaleza, pero está lejos de aquí. Por eso, qué mejor manera que ampararse en la literatura: coger un libro y ponerse a leer un rato. En esas estaba cuando ha encontrado este fragmento de Antón Chéjov (1864-1904) en una novela corta titulada "La estepa", que tiene buena prosa y buenas descripciones.
En ella se narra el viaje de un niño de nueve años a través de la estepa ucraniana, rumbo al instituto en que habrá de cursar sus primeros estudios; es un relato de 1888, que proporcionó a Chéjov gran reconocimiento y que le ayudó a convertirse en un escritor de éxito. Tomamos de Wikipedia cómo describía el geógrafo y naturalista, de ideología anarquista, Kropotkin, el alcance de su obra: «Nadie mejor que Chéjov ha representado el fracaso de la naturaleza humana en la civilización actual, y más especialmente el fracaso del hombre culto ante lo concreto de la vida cotidiana».
Pues va a ser eso, siglo y medio después, la gente culta tiene poco que hacer en el momento que nos está tocando vivir.
«Entre tanto, ante los ojos de los viajeros se desplegaba ya una llanura
vasta, ilimitada, atravesada por una cadena de colinas. Apretándose y
asomando la cabeza unas tras otras, esas colinas se fundían en una eminencia
que se extendía a la derecha del camino hasta el mismo horizonte y
desaparecía en la lejanía de color lila; por más que avanzaban, no resultaba
posible determinar dónde comenzaba y dónde termina...
| Isaak Levitan, Camino de Vladimir, 1892 |
El sol
había surgido ya detrás de la ciudad y había iniciado, sereno y comedido, su
labor. En un principio, en la lejanía, donde el cielo se fundía con la
tierra, junto a unos montículos y un molino de viento que visto desde lejos
se asemejaba a un hombrecillo que agitara los brazos, una ancha banda de un
amarillo brillante se deslizaba por la tierra; al cabo de un minuto esa
banda empezó a relucir un poco más cerca, se desplazó a la derecha y
envolvió las colinas; algo cálido rozó la espalda de Yegorushka: la banda de
luz, que se había aproximado furtivamente por detrás, atravesó la calesa y
los caballos, se lanzó al encuentro de otras bandas y de pronto toda la
vasta estepa se desembarazó de la penumbra matinal, sonrió y resplandeció,
cuajada de rocío.
| Cuadrado Lomas, El cerro gris, la tierra amarilla (2014) | El centeno segado, las zarzas, los euforbios y
el cáñamo salvaje, todo ello agostado por el calor, pardo, medio muerto, se
reanimaba ahora, bañado por el rocío y acariciado por el sol, como queriendo
florecer de nuevo. Las alondras revoloteaban por encima del camino y
lanzaban alegres gritos, las ardillas de tierra se llamaban en la hierba y
en algún lugar lejano gemían las avefrías. Una bandada de perdices, asustada
por la calesa, levantó el vuelo y con su suave «trrr» se dirigió a las
colinas. Los grillos, los saltamontes, las langostas y las chicharras
iniciaron en la hierba su concierto chirriante y monótono. Al cabo de algún
tiempo el rocío se evaporó, el aire se quedó inmóvil y la decepcionada
estepa adquirió su triste aspecto estival».
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De lo poco
ResponderEliminarque se de el,
era cuentista
y dramaturgo ,
hoy en dia , si
te llaman
cuentista , es
tanto como
llamarte
mentiroso ,
el señor
Sanchez se
lo tomara
como
un halago , quiza
hasta tenga una
ereccion , el le
llama cambio de.
opiniones , bueno,
volviendo a Chejov,
coincidió en el
tiempo con Edgard
Alan Poe , y sirvio
de referencia a
James Joyce ,
de quien tampoco
se mucho.
A mí me gusta ese tipo, pero no se lo andaré recomendando a nadie, también te lo digo, Orlando. A cada cual le gusta lo que le gusta, y eso es personal e intransferible, pienso.
EliminarConocí un señor, en las barracas, que en una ocasión encontró un libro que me regaló, era un relato breve, encuadernado a la manera de los años cuarenta, o sea, cosido. Era de Chejov. Se trataba de una obra de teatro y el argumento era un señor que se escondía dentro de un armario.
ResponderEliminarPerdí el libro, como tantas otras cosas, aunque allí no había mucho que perder.
Me gusta el nexo que has elaborado sobre el fracaso, sin duda alguna, del hombre actual.
Y me gustan los lienzos que has colgado, sobre todo el de Levitán, las naturalezas son mi debilidad, soy un forofo de Vayreda, y la Escuela de Olot.
Un abrazo
Ahora que hablas de la escuela de Olot. Teníamos en casa un cuadro oscuro en el que casi no se distinguía nada a causa del humo (allí fumaba todo Dios y el brasero...) ni, por supuesto, sabíamos de quién era. Abandonamos el piso y allí se debió de quedar, supongo. El caso es que, pasados los años, lo vi limpio en Lamas Bolaño, el de las subastas; resultó ser de Modesto Urgell a un precio que me dejó de culo. A estas horas aún viviríamos de él si lo hubiéramos sabido a tiempo.
EliminarUn abrazo.
Jajaja MIGUEL, ese libro del que hablas es “El tío Vania” una obra en la que es infeliz hasta el apuntador ; ) me gusta mucho Chejov, nadie como él para contar cuentos, eso sí, tristísimos todos... y eso que él consideraba que sus obras eran tragicomedias, pero yo el humor no se lo encuentro por ningún lado...o no lo pillo. Nunca fueron buenos tiempos para los hombres cultos, sufren demasiado y además no suelen ser personas prácticas, por eso no se manejan bien en la cotidianeidad ; ) Es preciosísima la descripción del fragmento que nos dejas GU y además muy bien ilustrada. Un abrazo muy fuerte!!
ResponderEliminarSí, no es para leer esperando que a uno le remonte el ánimo, que anda bajo. Pero me gusta mucho. Siempre he pensado que soy un inútil para las cosas prácticas, aunque me desenvuelvo mejor en otros escenarios...
EliminarUn abrazo fuerte.
Me conformo y contento, con los dos cuadros que has puesto, de perspectiva cónica central muy simple, pero ideal para estos dos casos.
ResponderEliminarSaludos
Efectivamente, de un punto de fuga, sobre todo la primera, aunque no creo que esos artistas se fijaran mucho en ello...
EliminarSaludos.