LA DIFÍCIL GRAMÁTICA DEL DESCONCIERTO
Son unos días en los que andamos un punto desconcentrados y desconcertados. Unos días en los que los recuerdos, especialmente los más lejanos, nos están invadiendo poco a poco, "sin prisa pero sin pausa". Estamos nostálgicos y con pocas ganas de nada, la verdad. ¡Que trabajen otros!, nos decimos. Pero el blog sigue ahí y lo cierto es que por ahora nos sigue entreteniendo bastante "darle de comer", y algunos de nuestros (pocos) lectores quizá agradezcan el alimento, pensamos. Por suerte, los diarios digitales y nuestros columnistas de cabecera nos echan una mano cuando más lo necesitamos, como hoy, en que no tenemos mucho que decir acerca de la actualidad, tan escasamente estimulante.
Vamos a ello. Hemos recordado en estos días la lista de las preposiciones que nos hicieron aprender de memoria en el colegio. No se le han borrado a G.U. de la memoria, aunque sí la de la otra lista mítica, la de los reyes godos (Ataúlfo, Sigerico, etc.). En este momento no recuerda lo que cenó ayer, pero si las concita... en seguida aparecen impolutas todas las preposiciones, desde "a" hasta "tras". Y es cierto lo que dice Juan José Millás, un tipo que domina la escritura como pocos: son útiles y más fáciles de colocar en una frase que arreglar un esforcio casero.
Dice así, en extracto:
«Las preposiciones son la tornillería de la lengua. Solo tienes que echarlas sobre la mesa como un puñado de tuercas para escoger la adecuada. Del mismo modo que hay tornillos con rosca de paso fino, tornillos de rosca de madera, tornillos de cabeza redonda o hexagonal, incluso de cabeza ranurada o cruciforme, hay preposiciones de espacio, de lugar, de tiempo, etcétera. [...] Y es que la preposición tiene mucho también de pequeño adminículo de fontanería. Se parece a ese empalme que enlaza el sumidero del lavabo con la bajante general. Fui a la ferretería a comprar un tubo para la ducha, pues se me había roto el viejo, y volví a casa con el que no era por no haberme fijado bien en el diámetro de la rosca. Quiere decirse que es más fácil colocar una preposición que hacer frente a un arreglo doméstico. La preposición se coloca sola. Intente usted, en cambio, poner un programa sencillo de la nueva lavadora sin leerse hasta la extenuación las instrucciones del electrodoméstico». |
Estas cosas las decía nuestro admirado maestro Millás en su columna de la semana pasada, Ensamblajes, y hoy vemos que continúa con sus lecciones de lengua y bricolaje.
¡Ay, las conjunciones! Tela marinera. Que si copulativas, adversativas, disyuntivas, causales, condicionales, concesivas, comparativas, consecutivas, temporales, finales. ¡Uf, qué complicado! Qué bien inventadas están, pero no es fácil encajarlas en el texto, colocarlas en el lugar preciso, con las comas necesarias bien puestas y todo eso, teniendo en cuenta que a veces la oración subordinada puede llegar a ser incluso más importante que la principal.
Muy buena entrada.
ResponderEliminarMe has hecho rememorar la gramática.
Salut
Me encantan estos temas de la gramática, en los que carezco de formación por desgracia, aparte de lo que aprendí en el colegio y leyendo. Me agradan menos los asuntos referentes a arreglos caseros de fontanería y electricidad, montaje de muebles por piezas, etc.
EliminarNo puedo con el bricolage, soy muy torpe con los trabajos manuales. No quiero ni pensar en esos muebles desmontables, esto es terrible.
ResponderEliminarLas preposiciones, aún, las conjunciones son endiabladas aunque las unas y las otras no tienen, para mí, los problemas de los tornillos de cabeza avellanada o de las tuercas y las llaves inglesas.
Saludos
Mi último intento de montar algo fue lo del armario. Después de una semana lo conseguí, pero al cerrar las dos puertas, quedaba un hueco entre ellas de tres centímetros. Nunca supe si fue por error mío de montaje o ya venía mal de fábrica. El caso es que tuve que acudir al Servicio Estación, un lugar que detesto, a buscar un listoncillo de madera para pegar a uno de las puertas y tapar el hueco.
EliminarLa vez anterior, esforcié un mueble estantería porque al clavar uno de los pasadorcitos de madera acalanada se me rompió, quedando la mitad dentro. Tuve que usar el mueble adosado a una pared por un lado, porque no resistía los esfuerzos laterales y bamboleaba cosa fina.
En fin, desde todos esos "éxitos", jamás he vuelto a intentar nada en el mundo de los manitas (con la fontanería soy todavía peor; sifones, boyas de WC, etc.).
La entrada me ha gustado, pero...solo decirte que en muchos casos de puertas giratorias los que pasan por ellas salen Inmaculados y somos la pequeña y sufrida infantería las que recibe el impacto de los portazos. Se te ha olvidado decir que una mañana en "iquea" se convalida por una etapa del Camino de Santiago.
ResponderEliminarUn saludo
Así es, la sufrida infantería es la que recibe los palos.
EliminarUna mañana en "iquea", no se me ocurre un castigo peor, recorriendo todo aquello en busca de la salida, sin vuelta atrás posible. No se te ocurra hacer un alto en el bar para tomarte unas albóndigas, porque están hechas con no se sabe qué carnaza. Y si has comprado algo, hay que ir a unos estantes a buscarlo o a que te lo busquen, llevarlo al coche, descargarlo y luego... intentar montarlo.
No una etapa, no, ¡el Camino de Santiago entero!
Me encanta esta entrada. Gracuias, G.U. Espantosa iquea, mi última visita fue hace mucho tiempo. MJ.
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