martes, 23 de junio de 2020

Sobre estatuas e intolerancias varias

La gente (cierta gente) hoy en día suele estar muy satisfecha de sí misma, muy "contenta de haberse conocido"; muchos de ellos se sienten "solidarios", "empáticos" y se afanan por buscar "causas" nobles a las que afiliarse, y si no las encuentran, se las inventan, así... "por la patilla". A día de hoy, hay numerosas cruzadas "plenamente operativas".

Abundan los que han decidido que al pasado hay que castigarlo y que la historia debe modificarse (o sea, falsearse) para que quede a su gusto. Lo que ocurrió en otra época y no les agrada o les parece condenable (a ojos de hoy en día) niegan que pasó o quieren cambiarlo, condenando a los protagonistas de entonces o... mitificándolos. Los hechos los desconocen, por no haberlos estudiado nunca; o si los conocen, no importan, y la verdad de lo que ocurrió, aún menos.

Cervantes y Fray Junípero
(San Francisco)
Una parte de todo esto es lo de la destrucción de estatuas y monumentos. Como señala Francesc Cornadó, en un texto que G.U. comparte al cien por cien, por las mismas podrían caer bajo la piqueta, por motivos diversos, el Escorial, el acueducto de Segovia, la Alhambra, el arco de Barà, la Giralda, las catedrales, las obras de Gaudí, la arquitectura del franquismo, etc., además de ¡por supuesto! la estatua de Colón de Barcelona (y de otros lugares).

Añadamos a ese listado ciertos edificios del ensanche barcelonés "forrados" con adornitos y floripondios en la fachada y también grandes chalets del Maresme; bastantes de ellos fueron construidos con el dinero obtenido del tráfico de esclavos por parte de numerosos "patricios" catalanes —que no citaremos aquí, porque están en boca de tothom—, incluso en una época en que estaba prohibido ese comercio, lo que multiplicaba los beneficios obtenidos por él.

Pero hay más: el resultado de esa falsificación a la que nos referíamos es el nacimiento de nuevas discriminaciones, «una falta absoluta de entendimiento de lo que había sido avanzado y beneficioso en cada época y, en consecuencia, un desmedido aumento de la intolerancia» (sic, Javier Marías). Y eso por no hablar de escritores y cineastas, de las novelas y películas "tiradas a la hoguera", otra gran especialidad de estos iconoclastas y torquemadas de nuevo cuño de la que nos ocuparemos otro día.

Nadie está a salvo; las censuras surgen por usar plástico, por ir en avión o por tener un coche contaminante, por beber, por fumar, por intentar ligar, por no "comer sano", por oponerse y por no oponerse a algo, por defenderlo o por no defenderlo. El caso es que pocos de los que se atreven a decir "esta boca es mía" y no son "la voz de su amo" quedan a salvo de recibir todo tipo de insultos e improperios en las redes (Facebook y Twitter, básicamente) o por la TV, procedentes de una jauría de neomoralistas sobrevenidos. Mientras, los de la voz de su amo, son encumbrados sistemáticamente.



Enlace a Sabatinas intempestivas de Gregorio Morán: La nueva inquisición y la estupidez

4 comentarios:

  1. Cuando hasta incluso los opresores se reclaman también como oprimidos y víctimas, lo único que se hace es fomentar el resentimiento y las ansias de venganza. Mal camino es éste y más con la que se nos viene encima.
    Muchas gracias
    F.G.

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  2. Fray Junípero Serra, no sé en realidad cómo se comportó, pero lo de Cervantes es fruto de la ignorancia, que es muy atrevida. MJ

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  3. Hay mucha gente desesperada por tener sus quince minutos de gloria a la vista de todo el aparato mediático mundial, pero lo hacen de la peor manera posible y más burda… pintarrajeando a Cervantes, pues es todo a lo que pueden llegar mentes así, no dan para más recorrido.
    Un saludo.

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