Rápidamente empiezan a llegar las hordas de los sujetos que salen de las discotecas. Algunos de ellos no se quedan en la playa porque tienen el yatecito aparcado aquí, aparecen en taxi y, vía zodiac, llegan hasta él para emprender un nuevo rumbo. El resto, los de menor nivel adquisitivo, sí se están un buen rato recuperándose de la mágica noche ibicenca. Y llega mucha más gente a tomar sitio, y el que no corre, vuela. Por tanto, mejor largarse. Y, como la casita está cerca, rápidamente un reconfortante desayuno.
Como bien decía Patiña —la madre de quien esto escribe— y nos lo recordaba nuts, "disfrutar a tope de lo que uno tiene, aunque sea modesto". He aquí la clave. Bueno, en este caso, de modesto nada: para gente sencilla como G.U. y doña Perpetua esto es el paraíso, ya me entienden, aunque la cosa va a peor.
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En el agua, más de lo mismo: si quitas el espacio libre reservado al acceso a los barcos, que a esas horas componen ya una imagen al estilo "armada invencible", el resto parece esa clásica y dantesca imagen del baño en las aguas sagradas del delta del Ganges. Ir a bañarse al caer la tarde supone un suicidio: todo está hecho ya una mierda, modelo Ganges.
A modo de corolario: todos somos responsables (unos más que otros) de que esta isla haya muerto de éxito y no haya quien la resucite. Los lamentos son tardíos. ¡Qué se le va a hacer! Es lo que hay: "la pela és la pela".
Y ahora, a ver la luna llena: ¡no se la pierdan!
Lo siento GU, pero allí no nos encontraremos.
ResponderEliminarUn abrazo
Salut
Pero no se vio el eclipse. ¿Desde Ibiza sí?
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