lunes, 17 de abril de 2023

Dos grandes: Ramón Masats y Miguel Delibes

El fotógrafo Ramón Masats acaba de cumplir 92 años y estos días expone en Madrid, en la galería Blanca Berlín, con fotográfías ya conocidas y algunas otras inéditas. Con tal motivo, EL PAÍS le ha hecho una entrevista, que no vamos a reproducir íntegramente para no ser demasiado extensos, de la que seleccionamos unos párrafos que nos han interesado. Dejamos el enlace, pero es posible que solo lo puedan leer si están suscritos al digital de ese diario.


De Masats hemos hablado varias veces en este blog, porque nos gusta mucho su obra, tanto la de ByN como la de color. Probablemente recordarán aquella mítica fotografía (que se cita en el artículo) de los seminaristas jugando a fútbol y quizá algunas más que hemos mostrado en otras ocasiones. 
Ramón Masats, Madrid, 1960
Ramón Masats, Semana Santa /  (CORTESÍA GALERÍA BLANCA BERLÍN)
P. ¿Qué le gustaría que, con el tiempo, pase con todo su archivo?

R. Lo tengo claro, por desear, que fuera al Museo Reina Sofía, aunque creo que no les interesa mucho la fotografía, quizás porque es un arte menor. Yo no rechazo que los fotógrafos puedan ser artistas, pero yo he sido más bien un artesano.

P. ¿En qué ha consistido el estilo Masats, ese ojo que casi nadie ha tenido?

R. Ha sido intentar hacer cosas diferentes, la verdad es que yo tampoco sé muy bien en qué consiste. Yo fotografiaba los tópicos porque me interesaban, pero procuraba no hacerlo de la forma habitual.

P. Pero sí sabía cuándo había hecho una foto buena.

R. Era por intuición, yo sabía si había hecho una buena foto. Alguna vez podía pasar que dijera: tendría que haberlo hecho mejor. Pero casi siempre que llegaba a casa y decía que había hecho buenas fotos, al revelarlas era verdad.

P. ¿Cómo se movía un fotógrafo entre la gente en la España de los cincuenta y sesenta?

R. Siempre tuve una forma de acercarme en la que me gustaba que vieran que había un fotógrafo, pero sin llamar la atención, siendo discreto. Entonces a la gente le hacía gracia que le hicieran fotos. Tengo algunas en las que se nota que me han visto y se ponen contentos… Hoy es más complicado, “¿por qué me hace una foto?”. Las personas son más propietarias de su imagen.

P. Uno de sus libros fundamentales es el que hizo para los textos de Delibes de Viejas historias de Castilla La Vieja.

R. Íbamos en coche, él conducía y me iba enseñando lo que era su entorno, Castilla. Para mí era nuevo porque no había estado nunca en esos sitios y veía a gente de pueblo, que eran muy amables. Delibes era muy buena gente, llevaba una escopeta y, a veces, cuando veía un pájaro pegaba un tiro, ¡yo me echaba para atrás!

P. Poco después usted tuvo su propio coche, un 600.

R. Fue gracias al fotógrafo [José] Ortiz Echagüe, que era director de la Seat. Entonces había que esperar meses para tenerlo. Yo casi no conocía a Ortiz Echagüe, me gustaba, en su estilo [el pictorialismo], pero me gustaba. Como los dos estábamos en la Real Sociedad Fotográfica de Madrid, le escribí una carta diciéndole que necesitaba un coche para mi trabajo... Tardaron muy poco en dármelo.

P. Retrató a Franco en el Pardo, un encargo de la Caja de Ahorros de Huelva.

R. Sí, lo puse cerca de una ventana y yo iba tomando la luz según había sol o sombra. Él me preguntó: “¿Qué hace usted?”. Y yo le contesté que estaba mirando la luz. Me dice: “Usted haga las fotos y yo le voy avisando”. Y así me decía: ¡Que viene el sol!, y yo ponía el diafragma de sol; ¡ahora viene la nube!, y yo ponía el diafragma más abierto...

 

Si han leído el texto anterior o han tenido acceso al enlace, no les habrá pasada inadvertida la mención a Miguel Delibes, con quien recorrió Castilla la Vieja para ilustrar con imágenes el libro de éste titulado Viejas historias de Castilla la Vieja, que reeditó La Fábrica. Seleccionamos una de las historias que contiene.

 X — Los nublados de Virgen a Virgen 

«Cada verano, los nublados se cernían sobre la llanura y, mientras el cielo y los campos se apagaban lo mismo que si llegara la noche, los cerros resplandecían a lo lejos como si fueran de plata. Aún recuerdo el ulular del viento en el soto, su rumor solemne y desolado como un mal presagio que inducía a las viejas a persignarse y exclamar: «Jesús, alguien se ha ahorcado». Pero antes de estancarse la nube sobre el pueblo, cuando más arreciaba el vendaval, los vencejos se elevaban en el firmamento hasta casi diluirse y después picaban chirriando sobre la torre de la iglesia como demonios negros. 

Ramón Masats, Tierra de Campos (Valladolid), 1962

El año de la Gran Guerra, cuando yo partí, se contaron en mi pueblo, de Virgen a Virgen, hasta veintiséis tormentas. En esos casos el alto cielo se poblaba de nubes cárdenas, aceradas en los bordes, y, al chocar unas con otras, ocasionaban horrísonas descargas sobre la vieja iglesia o sobre los chopos cercanos. 

Tan pronto sonaba el primer retumbo del trueno, la tía Marcelina iniciaba el rezo del trisagio, pero antes encendía a Santa Bárbara la vela del monumento en cuyo extremo inferior constaba su nombre en rojo —Marcelina Yáñez— que ella grababa con un alfiler de cabeza negra pasando después cuidadosamente por las muescas un pellizco de pimentón. Y al comenzar el trisagio, la tía Marcelina, tal vez para acrecentar su recogimiento, ponía los ojos en blanco y decía: «Santo Dios, Santo Fuerte, Santo Inmortal». Y nosotros repetíamos: «Líbranos Señor de todo mal».

Ramón Masats, Tierra de Campos (Valladolid), 1962

En los cristales repiqueteaba la piedra y por las juntas de las puertas penetraba el vaho de la greda húmeda. De vez en cuando sonaba algún trueno más potente y al Coqui, el perro, se le erizaban los pelos del espinazo y la tía Marcelina interrumpía el trisagio, se volvía a la estampa de Santa Bárbara e imploraba: «Santa Bárbara bendita, que en el cielo estás escrita, con jabón y agua bendita», y, acto seguido, reanudaba el trisagio: «Santo Dios, Santo Fuerte, Santo Inmortal», y nosotros respondíamos al unísono: «Líbranos Señor de todo mal». Una vez, el nublado sorprendió a Padre de regreso de Pozal de la Culebra, donde había ido, en la mula ciega, por pernalas para el trillo. Y como dicen que la piel de los animales atrae las exhalaciones, todos en casa, empezando por Madre, andábamos intranquilos. Únicamente la tía Marcelina parecía conservar la serenidad y así, como si la cosa no fuese con ella, prendió la vela a Santa Bárbara e inició el trisagio sin otras explicaciones. Pero de pronto chascó, muy próximo, el trallazo del rayo y, no sé si por la trepidación o qué, la vela cayó de la repisa y se apagó. La tía Marcelina se llevó las manos a los ojos, después se santiguó y dijo, pálida como una difunta: «Al Isidoro le ha matado el rayo en el alcor; acabo de verlo». Isidoro era mi padre, y Madre se puso loca, y como en esos casos, según es sabido, lo mejor son los golpes, entre las Mellizas y yo empezamos a propinarle sopapos sin duelo. De repente, en medio del barullo, se presentó Padre, el pelo chamuscado, los ojos atónitos, el collarón de la mula en una mano y el saco de pernalas en la otra. Las piernas le temblaban como ramas verdes y sólo dijo: «Ni sé si estoy muerto o vivo», y se sentó pesadamente sobre el banco del zaguán. 

Una vez que la nube pasó y sobre los tesos de poniente se tendió el arco iris, me llegué con los mozos del pueblo a los chopos que dicen los Enamorados y allí, al pie, estaba muerta la mula, con el pelo renegrido y mate, como mojado. Y el Olimpio, que todo lo sabía, dijo: «La silla le ha salvado». Pero la tía Marcelina porfió que no era la silla sino la vela y aunque era un cabo muy pequeño, donde apenas se leía ya en las letras de pimentón: «Elina Yáñez», la colocó como una reliquia sobre la cómoda, entre el abejaruco disecado y la culebra de muelles».




También lo habrán leído en la entrevista. Le hizo un retrato a Franco en El Pardo, en el que éste le iba indicando cuándo venían nubes o salía el sol, por aquello de la luz y el diafragma. Debía de tratarse de una escena un tanto surrealista.

El caso es que el director de una sucursal bancaria de Huelva, provincia donde estaba Masats haciendo un reportaje, le insinuó que le gustaría tener una foto de Franco en su despacho. Ese sujeto debía de tener influencias en las altas esferas, porque apenas una semana después, Masats recibió una llamada de teléfono citándole en el despacho del dictador (ni que decir tiene que no le dijeron en el despacho del dictador, sino en el despacho del Generalísimo). 

Y Masats aceptó el reto, aunque parece que el encarguito no le hacía demasiada ilusión. Así que el barcelonés se presentó a la cita cargado con su Hasselblad, dispuesto a cumplir con la propuesta del director bancario. La imagen obtenida es la que ven más abajo, junto con aquella ya muy conocida de un momento en que Franco hacía un discursito de los suyos, pero aparece tapado por el folio y solo se ven las manos y la gorra. Un buen retrato este último, sin duda.
Ramón Masats, Franco (1958 / 1963)

8 comentarios:

  1. Santa Bárbara bendita,
    que en el cielo estás escrita,
    con papel yagua bendita,
    en el seno de la Cruz.
    Pater Noster.
    Amén, Jesús

    En las frías noches de invierno si tronaba el relámpago.
    La foto del seminarista volando, con las piernas abiertas, todos negros, pero jóvenes, la he visto muchas veces, es buena.
    Saludos.

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    1. Sugerentes palabras de aquellos días de tormenta que pasaron a la historia...

      “Es la foto que más me piden, pero he hecho muchas más”, se lamentaba Ramón Masats hace seis años. Saludos.

      https://granuribe50.blogspot.com/2017/05/los-seminaristas-que-retrato-masats.html

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  2. Que buena foto la del seminarista, y la de Franco, ostras, en blanco y negro, tal como era...

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    1. Es muy buena, pero el propio Masats está un poco hasta el gorro de que siempre se le relacione únicamente con la foto del curita, según confesaba en cierta ocasión. En cuanto a las de Don Paco... ni te cuento.

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  3. Gracias por la información. Iré a ver esa exposición. Vivo en Argüelles, o sea que me pilla bastante cerca. Me gusta ese fotógrafo, que ha sacado en el blog varias veces. La foto de Franco leyendo un discurso es bárbara y la otra ¡parece un sello!
    En cuanto a Delibes ni le cuento. A ver si vienen esas tormentas del relato, que ya va siendo hora.
    Muchas gracias.
    F.G.

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    1. Me da un poco de envidia, porque en Barcelona andamos muy justitos de exposiciones de pintura, como no sea de pintores que tengan algo que ver con Cataluña. También vamos justitos de fotografía, aunque en este último caso, como hay muchos grandes fotógrafos catalanes, es más fácil ver exposiciones suyas.
      Saludos y gracias.

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  4. Me habría atraído sobremanera fotografiar a Franco. Es el gran mito de nuestro tiempo. Estaba muerto y olvidado y algunos lo han traído al presente de nuevo lo que ha sido un error mayúsculo porque sigue despertando tempestades en un sentido y otro.

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  5. A mí también, aunque acudiría allí con un poco de canguelo, como supongo que iría Masats. En cuanto a lo otro...

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