miércoles, 22 de abril de 2020

El confinamiento en Ibiza

No, no se lleven a engaño. G.U. no está confinado en Ibiza sino en Barcelona. En la "isla mágica" dicen que allí esto del coronavirus es más light que aquí (en la «República Catalana»), pero no crean ustedes: la policía revisa los coches y pregunta a los conductores adónde van, y si la explicación no es convincente, multa, ¡y eso duele...!

Pero ¡amigos!, la temporada turística se acerca y la gente anda muy nerviosa: obras de reforma sin acabar, cancelación de reservas hoteleras a puntapala, cruceros que no llegarán a puerto, tampoco se sabe que pasará con las discotecas o si habrá que tomar número para bañarse de uno en uno; en fin, un drama para la isla, que vive exclusivamente de esto.

«El perro confinado» / Fotografía: El Tapir (22/4/2020)
Por eso se intenta abrir la mano para que las cosas estén en su punto dentro de mes y medio. El autor de la primera fotografía es un tipo autoapodado "El Tapir" (que fue asiduo de estas páginas, pero parece ser que las ha abandonado).

El caso es que el susodicho Tapir dirige una obra y ha acudido hoy  a visitarla, aunque un poco a regañadientes, según lo que le cuenta a este bloguero. Y ha sido testigo de que el confinamiento sigue siendo bastante estricto allí. Hasta el perro, que «harto de estar harto ya se cansó de preguntar al mundo por qué y por qué» (la frase no es de G.U.; a alguno de ustedes les sonará de una canción), ha tenido que asomarse a la ventana de ese edificio que conduce a Dalt Vila. Y allí estaba El Tapir, raudo con su telefonillo, para captar a esa simpática mascota tomando un poco de Vitamina D.

«Calle de las farmacias» y acceso a Dalt Vila / (Fotografía: Google Street View)
Pero no se piensen; por más que intenten abrir la mano, la cosa es seria y no está para bromas. Ahora tienen pocos casos de coronavirus (vive muy poca gente en la isla), pero en cuanto empiecen a llegar trabajadores y turistas de todo el mundo y se multiplique por diez (o más) la población, la cosa se puede complicar, porque no hay red sanitaria allí capaz de absorber ni un solo repunte (no la tienen ningún verano en condiciones normales, o sea que no vean ahora).

Fotografía: El Periódico de Ibiza / PATO
Los primeros en detectar el momento en que llegue la marabunta (si es que llega, la cosa está por ver) serán esos alegres delfines que campan estos días a sus anchas por el islote de Es Vedrà (no lo duden: en cuanto detecten la presencia humana del guiri y sus residuos se volverán mar adentro. Son tipos listos).

8 comentarios:

  1. Bueno, por lo que veo "El Tapir" ha abandonado la página pero no le ha abandonado a ud, eso es mucho.
    Y si, lo triste es poner los huevos sólo en una cesta, así que el turismo, siendo bueno, no lo es todo, y eso está demostrado.
    86 millones de turistas entraron en 2019. ¿es eso normal? ¿Puede un mismo territorio aguantar la presión triplicando sus habitantes? ¿y los recursos naturales?, ¿no lo ponemos todo al borde de la extinción? ¿no lo llenamos todo de plásticos, defecaciones, cemento, anhidrido carbónico ala vez que consumimos lo que jamás podemos producir?
    Quizá esto sea el resultado de lo anterior.
    Un abrazo

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  2. Buenísima la foto. La imagen con esas calles vacías hubiera parecido bien rara hasta hace poco (en Ibiza aún más raro), pero ahora refleja el día a día. El detalle del perro asomado a esa ventana redonda ilustra el confinamiento. Enhorabuena Tapir. Se le recuerda mucho. MJ.

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    1. Le transmitiré su recuerdo, descuide. En cuanto a lo que piensa el perro ¿sabe usted de dónde procede?

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    2. Ni la más remota idea de la procedencia del perro.

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    3. Me refiero a los sentimientos del perro: «Harto ya de estar harto ya me cansé de preguntar al mundo por qué y por qué».

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  3. Como el blog del GU estuvo silencioso durante un cierto tiempo, perdí la costumbre de consultarlo a diario
    No es que me haya cansado del blog, sino una mera cuestión de interrupción de rutinas... Saludos a todos(a).
    El Tapir

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    1. Hola,Gran Uribe y Tapir, yo también voy volviendo aunque sigo en estado casi catatónico por las circunstancias, el coronavirus de las narices, el confinamiento y la sensación de pérdida irreparable y no recuperable que todo esto trae. La soledad era esto. En fin, reconquistemos poco a poco nuestras viejas costumbre, poniéndonos al día en lo que cabe.

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