martes, 24 de enero de 2023

¡No usen ustedes tanto el móvil!

[Viñeta de P8LADAS]

Miramos con cierta displicencia y tal vez nos llegamos a burlar un poco de ciertos zagales, esos que pasan todo el día aferrados a los teléfonos móviles, aparato que consultan en solitario y en grupo a todas horas, en lugar de dedicarse a ligar como sería su obligación a esas edades. Cada uno de ellos se ocupa de sus cosas en ese aparato, de manera muy concentrada. Solo muy de cuando en cuando comentan con los demás algo y comparten alguna breve risotada, antes de sumirse de nuevo en la observación ensimismada de esa especie de rectangular bola de cristal.

[Captura de pantalla del móvil de G.U.]

Pues bien, ya lo ven ustedes en la imagen superior. G.U. recibió ayer una aviso inquietante en su telefonillo móvil, procedente de Google, que todo lo sabe, acerca del tiempo que se pasa usándolo diariamente. También le ha recordado qué lugares visitó, cuántos kilómetros anduvo (pocos) y cuántos recorrió en coche (más) durante el último mes, con fotografías incluidas. También todo eso referido a la misma fecha de hace cinco años. Ahora comprende por qué los asesinos, violadores (o ambas cosas a la vez) lo primero que hacen tras cometer su fechoría es tirarlo al río.

En fin, analizado el asunto con cierta frialdad y, como "año nuevo vida nueva", G.U. les comunica que ha tomado la firme determinación de procurar aparcar ese aparatejo lo más posible y dedicarse un poco más a la lectura, a la música y al blog, que tiene un poco abandonado, como habrán podido advertir. Así que nos disponemos a ello con determinación.


Vamos en plan "abuelo Cebolleta" a evocar tiempos pretéritos. Aún recuerda este bloguero la época en que dejó de dar clase, allá por 2011. Los teléfonos "inteligentes" todavía los tenían solo los muy iniciados, y no habían llegado a las aulas de secundaria. Por fortuna, porque sus alumnos, alumnas y alumnes le hubieran filmado en el aula pasándolas canutas —mientras trabajosamente explicaba el círculo cromático o las perspectivas isométricas— y quizá se hubieran dedicado a enviarse whatsapps entre ellos, a hacer transmisiones en directo vía TikTok o a consultar páginas porno, quién sabe.

¡Qué tiempos! Uno se mofaba entonces de esos artilugios y de lo que fardaban algunos por utilizarlos y recibir llamadas. Cuando tenía clase mañana y tarde, solía ir a comer a un restaurante de menú (pero utilizado sobre todo por ejecutivos de la zona) y le llamaba la atención que, en cuanto esa gente se instalaba en una mesa, lo primero que hacía era... lo que hacemos casi todos ahora, poner ese aparatito encima de la mesa. Pues bien, no había vez en que no tuvieran que utilizarlo, para recibir o hacer llamadas o manejarlo compulsivamente. G.U. estaba solo y, entre bocado y bocado, asistía divertido a ese sindiós de melodías telefónicas, timbrecitos y llamaditas privadas, de trabajo o de negocios.


Juan José Millás es muy bueno en los textos breves, y quizá mejor aún cuando no se pone a analizar la cosa política. Me gustaría que este "Articuento" se le hubiera ocurrido a G.U... Cómo se las apañará este tío para poner en solfa lo que pensamos y no llegamos siquiera a formular con coherencia. Pues bien, aquí recordamos uno que se publicó precisamente en 2011, el año en que este bloguero dejó de dar clase y sucedía lo que antes les ha narrado, con la diferencia de que, en lo que escribe Millás, el del teléfono no recibe ni una puñetera llamada y "se queda verde" por ello.

«El problema de comprarte un teléfono móvil es que luego no te llamen. El otro día me invitó a comer un viejo amigo que nada más sentarse a la mesa colocó sobre el mantel su teléfono con el gesto con el que un policía habría colocado su pistola o un matón sus atributos sexuales. Yo me asusté un poco al principio, aunque no le debía nada: habíamos quedado en aquel restaurante para recordar viejos tiempos y hacer un repaso amable a nuestras vidas. Luego, cuando nos sirvieron el vino y los aperitivos, intenté olvidarme del trasto, aunque no era fácil, pues estaba muy cerca de mi copa y parecía una cucaracha muerta.

[Juan José Millás y su "viejo amigo" / (Montaje: granuribe50)]
En cualquier caso, quien no podía olvidarse de él era mi amigo, que cuando llegó el primer plato comenzó a mirarlo con odio, porque no sonaba. A partir de ahí, la comida se convirtió en una pesadilla, pues la tensión no dejó de aumentar. Uno no puede colocar un móvil sobre la mesa y que luego no suene sin sentirse profundamente humillado. El caso es que tengo una capacidad innata para hacerme cargo de las humillaciones de los otros, así que comencé a pasarlo peor que él. Cuando nos sirvieron el postre, habría dado todo lo que tengo porque el teléfono sonara, pero tengo muy pocas cosas y no sonó. 

Mi amigo estaba verde. Entonces llegó el café y se me ocurrió una idea: le agradecí que hubiera desconectado el teléfono para que pudiéramos hablar con tranquilidad. Aquello no sirvió sino para aumentar su sensación de fracaso, pues era demasiado evidente que me había invitado a comer para mostrarme cómo despachaba asuntos urgentes a través de la cucaracha inalámbrica.

Al despedirnos, se le saltaron dos lágrimas que atribuyó a la emoción de la despedida, aunque los dos sabíamos que lloraba porque no le habían llamado. No puedes comprarte un móvil si no tienes garantizado que suene seis o siete veces durante una comida: es muy humillante. Para solucionarlo, Telefónica tiene un servicio despertador que puedes programar para recibir una llamada tras otra con intervalos mínimos de un cuarto de hora. No hay más que telefonear al 096 y marcar, con cuatro cifras, la hora a la que quieres que te avisen. Sale caro, pero es muy eficaz. Tomen nota».

[Juan José Millás, El móvil (de Articuentos completos, Seix Barral, 2011)]

10 comentarios:

  1. Ese informe semanal de Google es inquietante. Es una razón para olvidarse del telefonillo y dedicarse a contemplar insectos de los de verdad.
    Salud

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    1. Voy a intentarlo y quizá me dedicaré a contemplar insectos, aunque reconozco que las cucarachas no son de mi agrado.
      Un saludo

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  2. Cómo han cambiado las cosas, ahora lo de menos es que te llamen, es que no puedes pasar sin él, que no te sientes seguro si no notas el bultaco en el bolsillo.
    Saludos.

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    1. Sí, hasta para ir a tirar la basura necesito saber que lo llevo encima. Si no es así me entra cierta inseguridad.
      Saludos.

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  3. Lo extremo es que te sientes en el baño y lo primero que haces es coger el móvil para pasar el rato en Instagram o tik tok. Creo que se ha convertido en un apéndice de nuestro cuerpo físico y mental.

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  4. Yo también he recibido esos mensajes del tiempo de uso. Me he quedado alucinado porque nunca hubiera pensado que le dedicara tanto tiempo a esas cosas: a chafardear por whatsapp, a enviar tonterías o ver las que me han enviado y contestarlas, a clicar en "ESTADOS" o comprobar si alguno de los contactos ha renovado su foto de perfil. También utilizo twitter, para ver lo que han puesto otros o para contestar a alguno de ellos. Total que entre todo eso se me va más tiempo del que creía. No eres el único. Creo que me dedicaré a contemplar insectos de los de verdad, como han dicho más arriba.
    Muchas gracias
    F.G.

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    1. Me consuela leerte. Pero ojo, dicen los oculistas que se estropea mucho la vista mirando el móvil, no solo por el deslumbramiento que produce, sino también porque apenas pestañeamos, a diferencia de cuando leemos en otros formatos. Hay que ponerse lágrimas cada día si pasamos horas delante de ese artilugio.
      Muchas gracias a ti por pasarte por aquí. Siempre eres bien venido.

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  5. Pues yo llevo dos telefonos y nunca llamo a nadie de 2 a 4 del mediodía o antes de las nueve de la mañana (excepto algunos clientes que se que están operativos a esa hora y no les molestas) o después de las seis de la tarde. No entiendo esa gente que estás comiendo con ellos y están con el móvil, en mi casa, no hay móviles en la mesa a la hora de comer. Es una democracia, ¿Chavales queréis tener los móviles encima de la mesa cuando coméis? si papá, pues va a ser que no, y ya está.
    Un saludo.

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