G.U. en el aula del instituto (5/7/2011) |
Le gustaba bastante dar clase, pero los años no perdonan, el físico ya no aguantaba como antes y uno, además, estaba hasta los cataplines de las autoridades educativas (encabezadas por el conseller d´Educació, que era...¡Ernest Maragall!, un tarugo de tomo y lomo), de las burocráticas programaciones absolutamente inútiles que había que desarrollar, de los psicopedagogos (y las psicopedagogas), de algunos (bastantes) profesores (y profesoras) y del alumnado, cada vez más asilvestrado, más consentido y menos interesado, todo en un ámbito de progresiva y galopante degradación general. Y eso que todavía no había empezado el procés, por suerte...
Hoy, gracias a los buenos oficios de Tot Barcelona, G.U. ha leído una entrevista muy buena que le hace en EL PAÍS SEMANAL el periodista Borja Hermoso a Gilles Lipovetsky, el pensador y sociólogo francés.
Bueno, decir que en Francia, aparte de que los niños sepan hablar francés a edad temprana —cosa que admiraba mucho el portugués del epigrama Saber sin estudiar (de Nicolás Fernández Moratín)—, lo cierto es que luego progresan muy adecuadamente y ¡saben pensar!, como es el caso del propio Lipovetsky. ¡Qué envidia! Aquí no llegamos a tanto, a día de hoy. Lo admiramos, porque es difícil ver por escrito cosas tan básicas —que ya hemos rumiado muchos, pero no tenemos plataforma para expresarlas—, pero reconforta verlas expresadas de manera tan clara y sencilla por un intelectual francés (los de aquí y ahora, suelen ser más bien de pena o son unos pelmas de mucho cuidado).
G.U. selecciona hoy las reflexiones que hace Lipovetsky en esa entrevista acerca de la cultura y la educación, aunque sobre otros asuntos, como lo del feminismo, la pérdida de interés por la política, etc. es para no perdérselo. Veamos:
Y Lipovetsky continúa con algunas reflexiones más acerca de la enseñanza y la cultura:
Está bien formar élites tecnológicas, pero creo que acabaremos pagando un precio por esta situación. Porque el ser humano es complejo. Mire, yo veo a bastantes investigadores, matemáticos, físicos o ingenieros de muy alto nivel que cantan en coros. O que se apuntan a cursos de teatro, o de pintura. No sé por qué, pero ocurre. A lo mejor es que no acaban de encontrar un sentido pleno a su trabajo. Y eso es la democracia también. La democracia no es solo tener elecciones libres, es formar individuos que disfruten, que sean ricos en sus habilidades, y no solamente instrumentos de voto y de trabajo.
[...] No hacen falta grandes proyectos. ¡Estoy contra los proyectos culturales grandiosos! Al final eso acaba solo en el star system. Si Mitterrand hubiera dedicado el gasto de sus obras faraónicas en París a mejorar las infraestructuras culturales de las ciudades de provincia, o a mejorar la situación de la banlieue, todo habría ido mejor. Se trata de movilizar a pintores, a escritores, a músicos para que enseñen a la gente a hacer cosas enriquecedoras, sobre todo a los niños, como actividades extraescolares pero en serio, y no necesariamente a cargo del maestro, los profesores no pueden hacerlo todo. Si un actor de una compañía de teatro profesional le cuenta a un adolescente en qué consiste tal o cual obra del siglo XVIII, eso cobra un sentido totalmente distinto, y tiene muchas posibilidades de que al crío le guste. Invertir en eso cuesta mucho menos que hacerlo en centrales nucleares, desde luego. Es un tema de voluntad política, ¡se trata de hacer que la gente diga lo que le gusta, no solo a quién detesta! [...] Una sociedad cuyos ejes exclusivos son las pantallas, el trabajo y la protección social es una sociedad deprimente. Hay que invertir en educación. Y las posibilidades de inversión en temas educativos son infinitas. Uno de los mayores fracasos en las sociedades occidentales de la posguerra fue la "democratización de la cultura". Se pensó que por abrir muchos museos muchas horas y con grandes obras gracias al dinero del Estado, mucha gente nueva se iba a incorporar a las visitas, pero no fue así. Si se fija, a través del tiempo a los museos siempre ha ido la misma gente. Gente de un cierto nivel educativo. Los campesinos y los obreros de la construcción en general van poco. Es una cuestión de educación.[...] Es indispensable que el profesor recobre la autoridad. Hay alumnos que insultan al profesor, y es inadmisible. Educar no es seducir. Hay obligaciones. En un momento dado, hay que obligar a cosas. No todo puede ser flexible, agradable, discutible. Hay que trabajar duro, y obligar a trabajar. El hombre es Homo faber, hay que enseñar a hacer. Y hay que recuperar la retórica, enseñar a los chicos a expresarse, y a razonar, porque el ordenador no lo va a hacer por ellos. El hombre es Homo loquens, el ser que habla». |
Simplemente no dice nada que no sea verdadero.
ResponderEliminarEsta es la sociedad lúdica que hemos creado.
Muy bueno
Un abrazo
Echo de menos a alguien de aquí que diga algo así. MJ
ResponderEliminarAnónimo, Marina va por el camino, pero aún no se ha posicionado firmemente como lo hizo Aranguren (del que te dejo el enlace). Va por el camino, pero le hace falta más bagaje.
ResponderEliminarUn abrazo
https://es.wikipedia.org/wiki/Jos%C3%A9_Luis_L%C3%B3pez_Aranguren
Muchas gracias.
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