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| Programa del curso "Vieja y nueva picaresca" (Almería, julio de 1985) |
Vamos a ejercer de abuelo Cebolleta. G.U. supo por primera vez de Blanca Andreu durante un cursillo de verano de la Universidad Menéndez Pelayo, en Almería (1985). En aquella época estaba en boga ese tipo de cursillos, especialmente los de Santander, donde también estuvo algún año. El caso es que el de Almería se titulaba "Vieja y nueva picaresca", en la Escuela de Bellas Artes, con su espléndido patio.
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| Patio de la Escuela de Bellas Artes, de Almería / [granuribe50 (30 de julio de 1985)] |
Entre los participantes estaba el gran novelista y no peor ingeniero de Caminos, Juan Benet, y también Blanca Andreu (La Coruña, 1959), que lo seguía a sol y a sombra. Aquellos días fueron estupendos, recorriendo toda la provincia, el desierto de Tabernas, el Cabo de Gata y las playas de por allí. Todo lo que G.U. no había podido hacer cuando estuvo dos meses en Viator, haciendo el campamento antes de ir a Melilla. Ahora todo eso ha degenerado, la última vez que fue por allí supuso una gran decepción.
Blanca Andreu y Juan Benet se casaron pocos meses después. Tuvimos curiosidad por conocer lo que había escrito. Era especialmente nombrado el libro por el que le habían dado el premio Adonais de poesía de 1980, De una niña de provincias que se vino a vivir en un Chagall, en clave surrealista.
Nos gustó mucho, aunque no captáramos muchas cosas. Blanca estaba por entonces en el candelero, era un poco la estrella literaria de "la movida madrileña", que si Paco Umbral, que si Sabina, toda esa gente etc., y salía en todo tipo de tertulias, fueran literarias o no. [Su marido, Juan Benet, falleció en 1993, un día triste para G.U.]. Blanca publicó algunos libros más, pero, al igual que ciertas actrices del Hollywwod clásico, de repente decidió enclaustrarse en su casa de Galicia (ahora vuelve a vivir en Orihuela), dejó de publicar y de salir "en los medios".
| Blanca Andreu en su casa en febrero de 2010, cuando publicó su último libro, Los archivos griegos |
O mar profundo, su título mismo, en gallego, ya instala una dimensión simbólica: el mar como lugar de origen, de pérdida, de revelación. El poema no sigue una estructura narrativa tradicional. Más bien se despliega en imágenes sucesivas, líquidas y celestes, cada una construyendo una sensación de revelación interior, donde el mar no es solo un espacio físico, sino una presencia espiritual y creadora.





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