jueves, 28 de agosto de 2025

Recuerdos de Roma un 28 de agosto y "due cazadori"

¿Qué es ser "un primavera"? Coloq. Dicho de persona: Simple o fácil de engañar.

Pues eso, hay mucha gente que se deja embaucar por las imágenes que ve en Internet de sitios maravillosos, acude allí para hacerse el selfie correspondiente para colgar en Instagram y, cuando llega al lugar, se siente estafada. Estaba G.U. viendo hoy un telediario y han sacado la noticia de la gente que se había visto engañada al visitar las Termas de Caracalla, en Roma, y en otros lugares.
Sir Lawrence Alma-Tadema, Termas de Caracalla (1899) / Recreación de las Termas para turistas incautos
Bien, no son lo que parecía en la pintura del XIX ni tampoco esa imagen de la piscina con varios pisos, columnas de diversos órdenes, un poco raros, que muestran algunos. Pero, a cambio, el Ay Untamiento de Roma ha colocado ahora un pequeño estanque con unos chorritos verticales como esos que ponen en algunas plazas, quizá en recuerdo del agua, que era la protagonista de aquel imponente conjunto.
La Termas de Caracalla en la actualidad

Pero la cosa viene a cuento porque, casualidades que tiene la vida, el más puro azar, hoy se cumplen precisamente treinta y tres años del día que las visitamos por primera vez. Una visita interesante y un lugar espléndido, lleno de sugerencias, que no necesita para nada un estanque y unos chorritos así.

Pero, ya que hablamos de qué es "un primavera": un "primavera" es G.U. (y también doña Perpetua).

En efecto, un 28 de agosto, como hoy, visitamos las termas con todo detenimiento. Al salir, mientras esperábamos el autobús para volver a nuestro alojamiento (Centro Diffusione Spiritualitá: Via dei Riari, 43, un convento de monjas en el Trastévere, con vistas al Gianícolo), doña Perpetua le tomó una foto a este bloguero, que estaba sentadito a la sombra con su bolsón de fotos (cámara, objetivos, etc.).
Roma. Vía de las Termas de Caracalla / Trastévere (28/8/1992) / (Fotografías: doña Perpetua)
Esa entrañable escena, bastante propia de guiris, no le debió de pasar desapercibida a un tipo que circulaba por allí en su coche. Se detuvo y nos preguntó cómo se llegaba a la Embajada francesa. Él era representante de Pierre Cardin —dijo—y necesitaba acudir allí por un asunto urgente. G.U., todo un "primavera", consultó en sus guías de viaje, pero no supo encontrar dónde estaba la citada embajada.

El hombre dijo, «es igual, pero como me habéis caído muy bien, os regalo estas dos cazadoras». Dicho lo cual, abrió la puerta de atrás del coche y nos endosó una bolsa con las cazadoras "de Pierre Cardin".

Ya tenía G.U. la bolsa en la mano cuando ese tipo añadió: «pero necesito un favor: estoy sin gasolina, no llevo dinero encima y quizá me podríais dejar algo». Agradecido por tan generoso regalo, G.U. sacó su billetero y le ofreció dinero, poco pero suficiente al menos para unos litritos. Claro, al hombre le pareció exiguo, una miseria, le cogió de la mano y, ya estaba a punto de tomarle el billetero, cuando menda cayó en la cuenta del asunto y empezó asustarse; se liberó de la mano de ese tipo, recuperó la cartera y escapó de allí (con la bolsa). Ese sujeto dio un acelerón y se marchó (sin la pasta). 

Llegó en seguida el autobús y no hubo tiempo de apreciar en su justa medida el regalito que nos había endosado ese individuo. Tomamos el bus con la bolsa y, ya en el Trastévere, hicimos un alto para ver su contenido. Resultaron ser dos infames prendas rígidas, de un plástico pestilente, hediondo, no de Pierre Cardin, obviamente. Allí mismo, en el primer container que vimos, las arrojamos a la basura, muy cabreados con nosotros mismos. Además, no queríamos entrar donde las monjas con esa pestilencia.

[La primera foto refleja el momento anterior a la irrupción de ese sinvergüenza (en Roma hay muchos) y la segunda el momento anterior a tirar la bolsa con las cazadoras "de Pierre Cardin" a la basura].


Como ven ustedes, unos primaveras, pero unos primaveras que tomaron nota. A la siguiente vez que visitaron "la Ciudad Eterna", se paró un coche en las proximidades del Castillo de Sant´Angelo, con un individuo al volante que, mapa en mano, nos preguntó cómo se iba al Vaticano (estaba al lado). G.U. reconoció rápidamente al mismo sujeto de once años atrás y le empezó a gritar, chapurreando un mal italiano improvisado, ¡"Due cazadori, due cazadori"!, a lo que el sinvergüenza (que llevaba también un surtido de bolsas detrás) salió zumbando. Como verán, la experiencia es un grado, ojo al dato.

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