¿Qué es ser "un primavera"? Coloq. Dicho de persona: Simple o fácil de
engañar.
Pues eso, hay mucha gente que se deja embaucar por las imágenes que ve en Internet
de sitios maravillosos, acude allí para hacerse el selfie correspondiente
para colgar en Instagram y, cuando llega al lugar, se siente estafada.
Estaba G.U. viendo hoy un telediario y han sacado la noticia de la gente que se había
visto engañada al visitar las Termas de Caracalla, en Roma, y también en otros lugares.
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Sir Lawrence Alma-Tadema, Termas de Caracalla (1899) / Recreación de las Termas para turistas incautos |
Bien, no son lo que parecía en la pintura del XIX ni tampoco esa imagen de la
piscina con varios pisos, columnas de diversos órdenes, un poco raros, que muestran algunos. Pero, a cambio, el Ay Untamiento de Roma ha colocado ahora un pequeño estanque con
unos chorritos verticales como esos que ponen en algunas plazas, quizá en recuerdo del
agua, que era la protagonista de aquel imponente conjunto.
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La Termas de Caracalla en la actualidad |
Pero la cosa viene a cuento porque, casualidades que tiene la vida, el más puro azar, hoy se
cumplen precisamente treinta y tres años del día que las visitamos por primera vez. Una visita interesante y un lugar espléndido, lleno de sugerencias, que no necesita para nada un estanque y unos chorritos así.
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Roma, Ruinas de las Termas de Caracalla (de Antonino) / Grabado de Piranesi (~1750) |
Pero, ya que hablamos de qué es "un primavera": un "primavera" es G.U. (y
también doña Perpetua).
En efecto, un 28 de agosto, como hoy, visitamos las termas con todo detenimiento. Al salir, mientras esperábamos el autobús para volver a nuestro alojamiento
(
Centro Diffusione Spiritualitá: Via dei Riari, 43, un convento de monjas en el
Trastévere, con vistas al faro del Gianícolo), doña Perpetua le tomó una foto a este
bloguero, que estaba sentado a la sombra con su bolsa de fotos (cámaras, objetivos...).
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Roma. Vía de las Termas de Caracalla / Trastévere (28/8/1992) / (Fotografías: doña Perpetua) |
Esa entrañable escena, bastante propia de guiris, no le debió de pasar desapercibida a un tipo que circulaba por allí en su coche. Se detuvo y nos preguntó cómo se llegaba a la Embajada
francesa. Él era representante de Pierre Cardin —dijo—y necesitaba acudir allí por
un asunto urgente. G.U., todo un "primavera", consultó en sus guías de viaje, pero no supo
encontrar dónde estaba la citada embajada.
El hombre dijo, «es igual, pero como me habéis caído muy bien, os regalo estas
dos cazadoras». Dicho lo cual, abrió la puerta de atrás del coche y nos endosó una bolsa con las cazadoras "de Pierre Cardin".
Ya tenía G.U. la bolsa en la mano cuando ese tipo añadió: «pero necesito un favor: estoy sin gasolina, no me funciona la tarjeta y quizá me podríais dejar
algo». Agradecido por tan generoso regalo, G.U. sacó su billetero y
le ofreció dinero, poco, pero suficiente al menos para unos litritos. Claro, al hombre le
pareció exiguo, una miseria, le cogió de la mano y, ya estaba a punto de tomarle el
billetero, cuando menda cayó en la cuenta del asunto y empezó asustarse; se liberó de la mano de ese tipo, recuperó la cartera y escapó de allí (con la bolsa). Ese sujeto dio un acelerón y se marchó (sin la pasta).
Llegó en seguida el autobús y no
hubo tiempo de apreciar en su justa medida el regalito que nos había endosado ese individuo. Tomamos el bus con la bolsa y, ya en el Trastévere, hicimos un alto para ver su
contenido. Resultaron ser dos infames prendas rígidas, de un plástico
pestilente, hediondo, no de Pierre Cardin, obviamente. Allí mismo, en el primer
container que vimos, las arrojamos a la basura, muy cabreados con nosotros mismos. Además, no queríamos entrar donde las monjas
con esa pestilencia.
[La primera foto refleja el momento anterior a
la irrupción de ese sinvergüenza (en Roma hay muchos) y la segunda el momento
anterior a tirar la bolsa con las cazadoras "de Pierre Cardin" a la basura].
Como ven ustedes, unos primaveras, pero unos primaveras que tomaron nota. A la siguiente vez que visitaron "la Ciudad Eterna", en las proximidades del Castillo de Sant´Angelo —en una bulevar junto al río Tíber— se paró un coche con un individuo al volante que, mapa en mano,
nos preguntó cómo se iba al Vaticano (estaba muy cerca, casi se veía desde allí). Era precisamente un 28 de agosto también.
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Roma, Tíber, Puente de Sant´Angelo y Castillo de Sant´Angelo / [granuribe50 (28/8/2003)] |
G.U. reconoció rápidamente al mismo
sujeto de once años atrás y le empezó a increpar, gritándole lo primero que se le ocurrió en un italiano macarrónico,
¡"Due
cazadori, due cazadori"!, a lo que el muy sinvergüenza (que llevaba también un surtido de bolsas en el asiento de atrás) salió zumbando. Otra vez el azar. Y es que la experiencia es un grado. Piranesi tomó la vista desde el otro lado del puente.
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Roma, Castillo de Sant´Angelo / Grabado de Piranesi (~1750) |
[
Piranesi se enamoró de Roma y de sus ruinas, que representó con esmero. Dibujó puentes, prisiones imaginarias —un punto distópicas—, capiteles... Tan arduo empeño le impidió ejercer la arquitectura].