Roald Dahl (1916-1990) es un escritor que le gusta a G.U. por lo bien que cuenta las cosas, por mínimas que sean éstas. Damos fe de que no es nada fácil hacerlo así; aunque queramos narrar algo que consideramos la mar de interesante, escribirlo de manera que resulte ameno siempre es complicado. Dahl procedía de una adinerada familia noruega que había hecho su fortuna en Gran Bretaña, que es donde vivió toda su infancia y adolescencia. Al acabar sus estudios de Bachillerato —lo pasó muy mal en los colegios ingleses en los que estuvo interno— no hizo caso de los consejos que le daba su madre de acceder a la universidad, prefiriendo entrar a trabajar para la petrolera Shell, en África. Allí tenía un trabajo reglado, de horario fijo, con la obligación de realizar algunos viajes por diversos países. Todo eso parece ser que le encantaba.
Fue en África donde le sorprendió la Segunda Guerra Mundial. En 1940 se hizo piloto de la Royal Air Force (RAF). Su avión se estrelló y quedó ciego durante semanas, pero el hombre se rehizo y continuó pilotando aviones, hasta que lo trasladaron a Washington, en 1942. A partir de entonces se puso a escribir, y en varias de sus obras nos narra algunas de esas historias. Luego, se casó con la actriz Patricia Neal, muy famosa en aquella época, con la que tuvo cinco hijos.
En Boy, relatos de la infancia nos cuenta anécdotas de su vida hasta 1936, con una prosa limpia, ágil, sencilla, de fácil lectura, con buenos momentos de humor. A uno le gustaría ser capaz de explicar episodios de su vida de esa manera tan fresca y espontánea. Lástima que sus libros casi nunca se hayan llevado al cine con acierto. Se dice que Hollywood le ha hecho mucho daño.
Cerca del final del libro, nos explica lo dura que es la vida del escritor de ficción comparada con la de un empleado, y por qué hay tantos autores que le dan al whisky más de lo que les conviene a su salud. Tal como lo dice, se comprende...
La verdad es que no tengo respuesta .
ResponderEliminarSalut
Yo coincido con Dahl: para darse fe, esperanza, ánimo y —añado— un poco de inspiración, que nunca sobra.
EliminarNo lo sé, pero creo que, como todo, la imaginación va en aumento si se se ejercita. Por ejemplo yo, que no me dedico a escribir, tengo que pensar mucho rato para que se me ocurra algo un poco pasable. Anoto lo de Roald Dahl. Gracias G.U. MJ
ResponderEliminar