domingo, 26 de enero de 2020

Quien «guglea» cercena conversaciones

Como dice Martín Caparrós en su artículo, es un fenómeno que se da todos los días, todo el día: alguien no recuerda algo y, en lugar de pensar, buscar, relacionarlo, manotea su teléfono y guglea (o wikipedea, también se dice). Son palabras que tendrá que incorporar la RAE a su diccionario, porque empiezan a estar a la orden del día. Ese gesto, el de consultar el móvil para cualquier chuminá (también en cursiva, porque tampoco está en el DRAE), se nos ha vuelto un tic. Y a veces nos invita a renunciar a hacer memoria y a espabilar. Mal negocio para las neuronas.

Pero eso mismo sucede también a menudo en comidas con familiares, compañeros o amigos. Alguien cita un hecho y, como la memoria es frágil, surgen dudas acerca del dónde, cómo y cuándo sucedió. Y eso suele dar lugar a ricos debates en los que, como en un cesto de cerezas, una cosa nos lleva a otra y acaban saliendo a la luz asuntos que teníamos olvidados hace tiempo y que es un gozo resucitar. ¡Qué maravilla, tener recuerdos comunes que compartir! Pero, ¡tate!, eso tan grato de ir ensartando recuerdos... siempre  habrá alguien que lo jorobe.

Entrañable cena entre amigos, con el listillo de turno consultando un dato en Google (granuribe50)
Y eso es lo que les pasa a los personajes de Caparrós, con motivo de rememorar la mítica visita de los Rolling Stones al Estadio Metropolitano, en julio de 1982 (G.U. ni se enteró ni fue, porque le estaban quitando las muelas del juicio en esa fecha, —dos días después del célebre Brasil 2-Italia 3, consultado en Google, ojo—).

Y le ha ocurrido en algunas ocasiones a quien esto escribe: en esas reuniones, ante cualquier duda, sea del tipo que sea, suele haber algún listillo que consulta a Google en su móvil (en ocasiones lo tienen de chivatilla entre las piernas, para que no se descubra el origen de su sapiencia) y rápidamente cercena con su dato exacto cualquier prometedor amago de divagación. O, simplemente, cierra el tema y hay que buscar otro para que el silencio no dure más de diez segundos.

Peo dejemos a Martín Caparrós, que es hombre de letras y lo explica mejor en Por las dudas:

[...] «Es un fenómeno nuevo —aunque ya nos parezca casi viejo—: la tercerización de la memoria y la entrega a esa memoria tercerizada, externa. Se da todos los días, todo el día: alguien no recuerda algo y, en lugar de pensar, buscar, relacionarlo, manotea su teléfono y guglea, wikipedea. En solitario quizá se pueda defender —y no lo creo—; en común, lo que hace es cortar esa fantástica posibilidad del hallazgo, de la deriva que toda duda ofrece.

Se nos ha vuelto un tic, una salida fácil. Hace de cualquier situación un trámite: le adjudicamos a esa acumulación externa la verdad, y lo que toca hacer es consultarla y usarla como sello de oficina. Hay, por supuesto, situaciones en que la precisión es necesaria; está lleno de otras en que no. La duda te lleva adonde no sabías; la comprobación, a ningún lado. Si acaso, a la extrema tontería del triunfo:

—¿Ves? Yo tenía razón.
—Sí, qué bueno, tú tenías razón».[...]

11 comentarios:

  1. Debo confesar que odio esa fea costumbre de "guglear" en medio de una conversación, y exhibir con orgullo el resultado de la consulta ("lo ves, yo tenía razón") cuando es favorable, y callarse como un puta en caso contrario, aunque seguramente yo también habré caído en ella. Mea culpa.
    El Tapir

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    1. Yo la practico poco, porque con el móvil soy una nulidad y, además, no sé si por las características de mi aparato, por la falta de cobertura, de wifi o lo que sea, tarda tanto en cargarse lo que quiero consultar para dar la campanada que cuando lo consigo ya se ha ido todo el mundo a su casa o está hablando de otras cosas.
      Pero hay gente más hábil y que consigue resultados inmediatos. Hace un tiempo, estábamos debatiendo, por hablar de algo, cuál era la mejor ruta para ir a Lorca. Eso dio pie a diversas versiones, remembranzas de viajes antiguos y, de paso, recordar lo bien que se pasa allí. La cosa daba juego, hasta que un listillo, con el móvil entre las piernas, dictaminó: 625,19 km por la Font de la Figuera. Allí se acabó el tema Lorca.

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  2. Todo ha cambiado.
    Hace un par de décadas aún mirábamos y repasábamos las cosas, hoy nos hemos acostumbrado a no hacerlo, y así nos va.
    No tirabas fotos al azar. Mirabas y enfocabas y después la hacías, los carretes eran caros y el revelado también, y las colas eran desesperantes.
    Cuando escribías lo hacías con tiento. Borrones, papel gastado...hoy eso da igual, apretas la tecla de borrado y ya está.
    El hacer un viaje costaba lo suyo, luego mirabas de planificar. Hoy todo vale out lok , o sea 25 euros de aquí a Roma, lo compro con tres meses de antelación y ya veremos.

    Así todo llevaba su repaso y su preparación, y otro repaso. Hoy nadie repasa nada, excepto los alemanes, que lo siguen haciendo, y por ello sus trabajos salen mejor, no porque sean mejores que nosotros.
    Esto es lo que llamamos el progreso, que no es más que la facilidad mal entendida.
    salut

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  3. Es una cuestión de adaptación a la nueva realidad que se me antoja, desquiciada. Adecuar los hábitos a la mala educación, esta es la cuestión.
    Saludos
    Francesc Cornadó

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  4. Yo soy un puro ejemplo de falta de tecnología. Mis nietas se tronchan cuando ven que marco los números de teléfono en el móvil (tengo que decir que no todos, pero creo que me sé más de veinte y no quiero que se me olviden y por eso los tecleo).
    En cuanto a lo de Google y Wikipedia, a mí me fastidia más que no me salga una palabra concreta que es la que significa exactamente lo que quiero decir, que lo de los hechos y todo eso, de los que solo he retenido algunas anécdotas que a veces son tonterías. MJ

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    1. Una nulidad yo también, pero admiro su memoria para recordar tantos números de teléfono... A duras penas me sé el mío y el de doña Perpetua.

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  5. Yo también soy una nulidad para la tecnología. Pero tengo un hijo que "gluguea" en su móvil a la mínima, para aclarar cualquier duda o ante cualquier discrepancia. Tengo que decir en su descargo que antes, antes del móvil, quiero decir, solía acudir al diccionario de la RAE, o a un diccionario enciclopédico, también a la mínima. He pensado en él al leer esta entrada.

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    1. Sí, pero ya no va al diccionario. En el futuro, nadie se sabrá el abecedario para consultarlo; bastará teclear en el telefonillo la palabra, o las primeras letras. Una pena.

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  6. Cuando yo hacía traducciones largas -generalmente de libros de arquitectura, pero también de arte, tipografía, y... lo que cayera- solía esperar a acumular quince o veinte dudas para ir a resolverlas a la biblioteca del Colegio de Arquitectos. Hoy en día, eso mismo se soluciona en pocos segundos. ¡Una gran ventaja! Sí, una gran ventaja, pero, a la larga, una gran desventaja, porque han dejado de encargarme traducciones, ya que hoy el grueso del trabajo lo hace una máquina. Cuando acudes a una sucursal bancaria a alguna gestión y te animan a que la hagas en el cajero, lo que no sabe ese empleado(a) es que, tarde o temprano (y más temprano que tarde), ese cajero tan "servicial", "útil" e "inteligente" le substituirá a él. Y ese es el futuro. Acabaremos sobrando todos...
    El Tapir

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    1. Y que no le toque a usted delante, cuando está esperando en un cajero y con prisa, un tipo con varios asuntos por resolver: multas, impuestos por pagar, etc. con el correspondiente uso de códigos de barras, el teclado, etc. Eso mientras el de la oficina está tocándose los huevos sin nadie, pero te deriva allí, y allí te pudras esperando.

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  7. ¿Y qué hacemos con nuestros queridos diccionarios, enciclopedias y demás fuentes de consulta? Hace un montón de tiempo que no recurro a ellos por la comodidad del famoso Google. Sin embargo, amo a mis diccionarios, ese peregrinar de un término a otro, ese garbeo por las finísimas páginas ya gastadas por el uso... He llegado tarde a todo esto y las nuevas tecnologías me sobrepasan y me sumen en melancolía.

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