«Nadie que haya estado atento puede creer lo que diga Pedro Sánchez, y esa es la principal garantía que ofrece. La mejor forma de adivinar lo que va a suceder es atender a las negaciones de sus apparatchiks: el desmentido es la confirmación anticipada. [...] Cuando algo se niega, se coloca en el horizonte de lo posible, y empieza el proceso de tergiversación que permitirá decir que lo que se hará no es eso exactamente: nunca faltan ingenieros del alma para contribuir al corrimiento de tierra.[...] Las concesiones se relativizarán. Se argumenta: ¿Qué más da cambiar una palabra, si así se quedan más tranquilos? [...]
Es un juego de trileros que saben que lo son, pero nada garantiza que vayas a ganar tú. Ni garantiza que luego seas capaz de salir de la situación que has creado.[...] Parte del mal ya está hecho. Hemos visto cómo se aceptaban los marcos del secesionismo, cómo se mitiga la gravedad de los hechos del otoño de 2017, cómo el Estado de derecho parece convertirse en materia de negociación. [...] No controlas ni el Gobierno, y vendes una reforma constitucional por la puerta de atrás. Lo concedes todo, y a la vez sabes que es imposible; tu interlocutor también disimula y piensa en una partida distinta. Posiblemente es todo mentira».[...]
Y ahora vamos a lo que más nos interesa, a cargo de un «monstruo» que murió hoy, 4 de enero, hace cien años:
«Los dos partidos que se han concordado para turnar pacíficamente en el poder son dos manadas de hombres que no aspiran más que a pastar en el presupuesto. Carecen de ideales, ningún fin elevado les mueve, no mejorarán en lo más mínimo las condiciones de vida de esta infeliz raza pobrísima y analfabeta. Pasarán unos tras otros, dejando todo como hoy se halla, y llevarán a España a un estado de consunción que, de fijo, ha de acabar en muerte. No acometerán ni el problema religioso, ni el económico, ni el educativo; no harán más que burocracia pura, caciquismo, estéril trabajo de recomendaciones, favores a los amigotes, legislar sin ninguna eficacia práctica, y adelante con los farolitos». [Benito Pérez Galdós, Episodios Nacionales, «Cánovas»] |
Benito Pérez Galdós y Ramón María del Valle-Inclán |
Hoy es el centenario de su muerte. Por cierto, su amigo Valle-Inclán dejó de serlo con ocasión de que Benito Pérez Galdós, a la sazón director del teatro Español, no mostrara mucho interés en programar una obra de teatro suya. Y, ya fallecido Galdós, aprovechó para llamarlo «Benito el garbancero» con cierto desdén. En efecto, en Luces de bohemia se puede leer la siguiente frase en boca de Dorio de Gadex, pseudónimo de Antonio Rey Moliné: «Precisamente ahora está vacante el sillón de don Benito el Garbancero». Andrés Trapiello nos lo valoraba así: «Es el insulto más triste y cobarde de la literatura española. Triste, porque lo dictó el resentimiento (Galdós había desestimado una obra de Valle-Inclán para el Teatro Español, cuando aquel lo dirigía); cobarde, porque lo circuló cuando Galdós acababa de morir».
No sabía lo del pseudónimo, ni el motivo. De todas formas, y sin hacer comparaciones, pues para ello se habría de leer absolutamente toda la obra de ambos, de Galdós me quedo con "Miau", una obra poco valorada, pero que podría ser el retrato actual de cualquier trabajador.
ResponderEliminarde Valle Incán, su "Lámpara Maravillosa". Un prodigio de obra donde las palabras están colocadas como si fuera música, con ritmo, cadencia y exactitud. Una obra poco conocida pero que conmino a que se lea, quizá de lo mejor de él.
Un abrazo
salut
A ver qué nos depara la suerte porque, de momento, no hay mucho donde escoger.
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