En defensa de Daniel Gascón (todavía en EL PAÍS)

Daniel Gascón es un escritor que nos gusta. Piensa, es irónico, escribe novelas, ensayos y también una columna de opinión en EL PAÍS. En sus ratos libres, hace viñetas, aunque no es propiamente lo suyo.

Viñeta de Daniel Gascón

Sus opiniones irritan a políticos, a algunos de sus compañeros del diario y a esos lectores que pagan su suscripción para comulgar. Reclaman su despido. Hay quien se pregunta —G.U. sin ir más lejos— cómo es que no se lo han sacado ya de encima en ese medio, como hicieron con tantos otros. Ha aguantado hasta hoy, quizá como un raro espécimen que acreditaba la pluralidad (?) de ese periódico.

Hace poco han cambiado la dirección. El nuevo director, Jan Martínez Ahrens, se dirigió hace un par de meses a los suscriptores (entre los cuales aún se encuentra G.U.) para expresar su compromiso con la verdad, el método periodístico y la pluralidad. Es más difícil que echen a Daniel ahora, aunque muchos lo exigen. Hay reporteros muy pelmas que te asaltan con la alcachofa por la calle. Detestamos eso.
Sí, pero sobre el reglamento que se quire impulsar para —entre otros objetivos— prohibir la entrada en el Congreso (e intervenir allí) a esos impertinentes tocacollons que solo hacen preguntas incómodas a los de la coalición del gobierno (al modo como hacían en su día Wyoming y sus reporteros de Caiga quien caiga, solo a los políticos de derechas), Daniel Gascón ha tenido la osadía de escribir cosas así:

«Todos los grupos, salvo PP y Vox apoyan la reforma del Reglamento del Congreso impulsada por el PSOE. La reforma pretende expulsar a "pseudoperiodistas ultras" que se comportan de manera impertinente y desagradable. El truco, naturalmente, pasa por no considerarlos periodistas. La impertinencia, ya sabemos, puede ser un valor o un demérito según lo simpático que te caiga el impertinente. A veces celebramos que el periodismo haga preguntas incómodas y venga a armar follón. Otras, reprochamos que cree mal ambiente».

Y acaba su texto con esta frase, que algunos (el ínclito Rufián, entre otros) no han acabado de digerir:

Enlace: Vito Quiles y el precio de la libertad