Gran Uribe recuerda perfectamente la huelga de la enseñanza pública de marzo de 1988. Se había casado en ese curso (10/10/1987), se cobraba poco como profesor y había muchas, muchísimas horas de clase. Pero el ministro de Educación del gobierno de Felipe González, un sujeto llamado Jose Mª Maravall, decía que los profesores se quejaban de vicio, que bastante podían dar gracias por tener trabajo y que, por tanto, la huelga era innecesaria y precipitada. No hacía sino expresar una opinión bastante generalizada: "los profesores son unos gandules y tienen muchas vacaciones".
El caso es que el asunto ya duraba desde hacía casi un par de meses sin dar clase (descontaron todo el sueldo a lo largo del año siguiente, en "cómodas" mensualidades, y se pasó muy mal), hasta que a Felipe González se le ocurrió la idea de que las negociaciones con los sindicatos (que entonces aún pintaban algo) las llevara el Secretario de Estado de Educación, un tipo oscuro al que no conocía nadie por entonces, apellidado Pérez Rubalcaba. El hombre se sentó a la mesa, no despreció al colectivo, sino al contrario, negoció con unos y con otros y consiguió al fin una mejora sustancial en las condiciones del profesorado, con lo que la huelga se acabó inmediatamente. A partir de entonces, G.U. siempre lo miró con buenos ojos, porque se dio cuenta de que con diálogo se llega más lejos que en plan chulito y "aquí estoy yo".
[Luego, a los pocos meses, vino la famosa y masiva huelga general del 14-D (1988), el día que falleció en Madrid un pariente muy querido de G.U. "El Patrón", y que a uno le pilló en esa ciudad a la que consiguió acudir no recuerda cómo. Allí acompañó en su dolor a sus primos de Madrid y paseó por la ciudad con El Tapir, hablando de lo divino y lo humano].
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Mitin de Rubalcaba |
La siguiente noticia de Rubalcaba la tuvimos el 2 de diciembre de 1993, con ocasión de la inauguración de la Illa Diagonal, en Barcelona, al lado de casa. Allí estábamos tomando una copita de cava, cuando apareció el ya ministro Rubalcaba. Tenía más o menos los mismos años que G.U. —y una volumetría capilar muy similar, es decir, exigua— pero el tipo ligaba como un cab***, con todo un séquito de agraciadas jovencitas bebiéndole los vientos y riendo sus gracias. Allí G.U. comprendió definitivamente que el poder tiene magia y que, por tanto, a él ya nunca le seguirían las chavalas como al señor Rubalcaba (cuando tenía veinte, sí lo hacían algunas).
Luego llegó el PP al poder —Ánsar y todo eso— y Rubalcaba pasó a la sombra. Pero renació con Zapatero, y a partir de ahí el abertzalismo vasco empezó a no poder verlo ni en pintura. Nunca supimos bien-bien lo que hizo o deshizo, pero el tipo asumió que para afrontar con éxito un terrorismo como el etarra, con arraigo social, no era suficiente con el frente judicial y policial —que también—, sino que había que ganar la batalla de opinión en Euskadi, atraer al nacionalismo al campo democrático y aislar a los terroristas. Es bastante conocida su frase, dirigida a Batasuna en 2006: «O convencéis a ETA de que termine o rompéis con ella. O votos o bombas». Unos lo criticaron por españolista (fascista, claro) y los otros por emprender diálogo con aquella gente. G.U. no entiende de eso, pero sí que sabe que desde entonces ha vuelto al País Vasco encantado de la vida, cuando antes lo hacía acoj***** perdido, y piensa seguir haciéndolo siempre que pueda (de allí era su padre, ojo al dato).
Y en Barcelona, pese al
procés, también vive la mar de tranquilo, porque hubo una época en que los tenía "por corbata" (en el barrio de Les Corts, ETA asesinó a Lluch y a varios policías, uno al lado de casa). Es cierto que a veces, como ahora, le gustaría estar en Sevilla, pero "lo que no puede ser, no puede ser, y además es imposible". De momento, Ibiza.
Bueno, no sigamos. Gran Uribe está triste; por lo que hizo ese tipo, porque que le caía la mar de bien y porque ahora no vislumbra a ningún político en activo con esa inteligencia y con esa capacidad de diálogo (palabra que está muy mal vista, porque para muchos denota "bajada de pantalones"). Con el mérito añadido de, al acabar su vida política, volver a dar clases de química, en lugar de recurrir a las "puertas giratorias", como han hecho otros. Esperemos que el PSOE no lo utilice como arma electoral, aunque eso será difícil. Entre unos y otros, todo lo enmierdan siempre.
DEP, Pérez Rubalcaba.