miércoles, 19 de noviembre de 2025

Dos proyectos no construidos de Frank Lloyd Wright

Cuando hablábamos de Wright en la entrada titulada Los cuatro arquitectos más influyentes del S.XX (I), nos dejamos "en el tintero" esos proyectos suyos que nunca se llevaron a la práctica. Para no aburrirles, destacaremos solo dos, aunque hizo bastantes, algunos de gran interés. Pero avui no toca.



El Gordon Strong Automobile Objective (a veces llamado Gordon Strong Automobile Observatory) es uno de los proyectos no construidos más curiosos de Frank Lloyd Wright. Fue diseñado en 1924–1925 para el empresario Gordon Strong, quien quería un edificio "emblemático", firmado por un arquitecto-estrella (Wright ya lo era) en la cima de Sugarloaf Mountain, en Maryland (EE. UU.). Lo que proyectó Wright es una especie zigurat circular, anticipo de lo que luego veríamos en el museo Guggenheim, pero con el tronco de cono en su posición natural y no invertido. El edificio estaba organizado como una gran espiral ascendente, muy al estilo del Guggenheim (que Wright diseñaría 30 años después).
Wright, Proyecto para el Gordon Strong Automobile, perspectiva y planta
Los coches subían hasta un mirador superior para disfrutar de las vistas de la montaña. Wright integraba el automóvil como parte de la arquitectura, algo extremadamente novedoso para la época. Además, en el interior, Wright planeó un planetario con cúpula, un auditorio circular con asientos giratorios y pantallas panorámicas para espectáculos de luz. Muy espectacular.
Wright, Proyecto para el Gordon Strong Automobile, sección y alzado lateral
Aunque Strong estuvo inicialmente interesado, finalmente, cambió de opinión por el tamaño y precio del caprichito. No le gustó nada el proyecto. Le escribía en estos términos, comparando su propuesta con la Torre de Babel: «Quizás la visión particular que tengo de la Torre de Babel no se encuentre en su colección... Observará en primer plano a un caballero que, según la Biblia, perdió la voz y, según la imagen, también la camisa, al intentar explicar que la estructura en construcción poseía, al menos, una integridad orgánica. Pero cuanto más repetía la frase, menos lo entendían sus oyentes. Finalmente, su comprensión se volvió tan confusa que dejaron de entenderse entre sí. Así terminó el primer intento de construir un observatorio automovilístico con rampa exterior». A Wright le desagradó esa misiva.
Pieter Brueghel el Viejo, La Torre de Babel, 1563 (Museo de Historia del Arte de Austria)
Temía Strong, además, que la llegada masiva de automóviles alterara la tranquilidad de aquel paraje. El proyecto lo consideró demasiado ambicioso y costoso para las condiciones del lugar. Por ello, el edificio nunca pasó de la fase de planos. Una pena. Por cierto, no sabemos si le pagó el proyecto a Wright, aunque es de suponer que sí, ya que éste no era "un primaveras" como G.U., sin ir más lejos.
Wright, Gordon Strong Automobile, simulación realizada por David Romero 


Venecia, Ignacio Gardella, Casa Cicogna (1952-1962), junto a la Iglesia Spiritu Santo, en el canal della Giudecca
¡Qué difícil debe de ser hacer arquitectura contemporánea en los canales de Venecia! Lo consiguió a duras penas, con polémica incluida, el prestigioso Ignacio Gardella en la Casa Cicogna, adosada al Iglesia di Spiritu Santo, en el canal della Giudecca. Una obra que le gusta a G.U., quizá porque le recuerda vagamente al edificio "Monitor", que también le agrada, el edificio proyectado por Correa y Milá en la Diagonal (Barcelona), cerca de El Corte Inglés.  
Venecia, Hotel Santa Chiara, la ampliación ("El Cubo Blanco") de Maurizio Varrata y el puente de Calatrava
También el proyecto de ampliación del hotel Santa Chiara, junto al Gran Canal, una obra proyectada por un tal Maurizio Varrata, con un edificio al que los siempre recelosos venecianos pusieron como mote "El Cubo Blanco". Otra gran polémica, aumentada en el caso del Santa Chiara por la construcción del puente de Calatrava, que desató la ira de los lugareños ,por su estética y por el peligro de romperse la crisma por resbalones de los viandantes, que ya hubo algunos casos que lamentar.
Venecia, Proyecto de Wright para el Memorial Masieri, Alzado y planta baja con el altillo
El Memorial Masieri en Venecia, diseñado por Frank Lloyd Wright en 1953, es uno de los proyectos no construidos más famosos y controvertidos del arquitecto. Fue encargado para un sitio histórico en el Gran Canal, lo que desató un intenso debate internacional y finalmente provocó su rechazo por parte de las autoridades venecianas. En 1951, el joven arquitecto italiano Angelo Masieri, admirador de Wright, le pidió que renovara un pequeño palacio familiar del siglo XVIII en el Gran Canal, situado junto al Palacio Balbi, de estilo renacentita tardío.

En 1952, Masieri y su esposa, Savina, viajaron a Estados Unidos para reunirse con Wright y hablar del asunto. Durante el viaje, Angelo murió en un accidente de tráfico. Tras la muerte de su esposo, Savina le pidió a Wright que continuara con el proyecto, transformándolo en una fundación y residencia para estudiantes de arquitectura. Y así lo hizo, un proyecto que no renunciaba a su manera de hacer.

Venecia, Montaje con la propuesta de Wright para el Memorial Masieri (1953) y Palacio Balbi
Wright, alzado y sección del Memorial Masieri
Un encargo complicado. Wright debía insertar un edificio moderno en un punto altísimamente sensible del Gran Canal, próximo al Palacio Moro ("de las Trece Ventanas") y casi adosado al Palacio Balbi. G.U. no tiene claro si el diseño de Wright intentó una interpretación moderna del palacio veneciano, con una fachada acristalada y pilares de hormigón que describió como "juncos" que emergían del agua, buscando tal vez cierto un equilibrio entre la tradición veneciana y su firme criterio contemporáneo.
         Venecia, Montaje con la propuesta de Wright del Memorial Masieri, Palacio Balbi y Palacio Moro
O si, como señalaba Rafael Moneo, siempre un poco tocacollons (ya lo era como profesor en la ETSAB), Wright convierte el canal en escenario frente al cual el edificio actúa como un protagonista individual. Esto vulnerara la condición veneciana, donde la arquitectura contribuye a una coreografía colectiva.

Moneo observa que Wright no se somete al lugar, no se somete a la estructura del palacio veneciano y no busca continuidad sino una presencia propia, a modo de pieza escultórica. Incluso critica que introdujera en el interior dobles alturas en el vestíbulo, algo ajeno a la tradición veneciana. En resumen, denuncia que «Venecia exige "susurrar" y Wright venía "a hablar alto". ¡Muy duro, Moneo!
Venecia, Fondazione Masieri y Palacio Balbi, Carlo Scarpa (arquitecto), 1983
Lo cierto es que eso que opina Moneo lo pensaban muchos venecianos, especialmente los que tenían que dar el vist i plau. El rechazo final del proyecto por parte del Ay Untamiento de Venecia en 1955 fue un duro golpe para Wright, aunque es de suponer que cobraría sus buenos honorarios. Y fue todo un símbolo de la resistencia a la modernidad en los centros históricos, muy especialmente Venecia.

Tras el fracaso del proyecto de Wright, la Fundación Masieri encargó un nuevo diseño al arquitecto veneciano Carlo Scarpa en 1968. Scarpa, admirador de Wright, aceptó el encargo que tenía la condición de que debía preservar la fachada histórica del edificio del siglo XVIII. Su proyecto se aprobó en 1972 y el edificio, con el interior restaurado, se inauguró en 1983 como sede de la Fondazione Masieri.


Con esto, acabamos con Frank Lloyd Wright, antes de dedicarnos a nuestro tocayo Alvar Aalto. Pero entre tanto les dejamos con el homenaje que le dedicaron Simon&Garfunkel en su LP de despedida.

domingo, 16 de noviembre de 2025

Sobre Coetzee, «El polaco» y Chopin de fondo

Dante Alighieri definió el enamoramiento en su primera obra conocida, La vida nueva (1292-1293) de una forma tan lírica y a la vez tan básica que sigue y seguirá vigente por los siglos de los siglos: «Aparecióseme ella y digo en verdad que el espíritu vital, que en lo recóndito del corazón tiene su morada, comenzó a latir con tanta fuerza que se mostraba horriblemente en las menores pulsaciones».
Y si esto viene a cuento es porque J. M. Coetzee, premio Nobel de Literatura de 2003, ha recreado y actualizado la pasión de Dante hacia Beatrice y lo ha encarnado en su novela El polaco en dos personajes: un pianista polaco de la edad de G.U., intérprete de Chopin, que viene a Barcelona a dar un concierto, y una cuarentona barcelonesa (Beatriz), de clase alta, encargada de la organización del evento. Ella asiste un poco recelosa al espectáculo de enamoramiento que se desata en el vetusto pianista. Para colmo, no le gusta demasiado Frédéric Chopin ni cómo lo interpreta su invitado, pero... No seguimos. Aunque la trama sea mínima, sería hacer spoiler, por si alguno de ustedes lo lee.

Coetzee llega a colocar en boca de su protagonista lo que se intuye como su propio pensamiento sobre la música y la poesía: «¿Por qué es importante?», se pregunta el pianista. «Porque nos habla de nosotros. De nuestros deseos. Eso que está más allá de nosotros». Y en otro momento, en la página que reproducimos, Beatriz reflexiona: «La música es buena en sí misma, como el amor es bueno, o la caridad, o la belleza, y buena además por hacer a las personas mejores personas». Pues va a ser que sí.
Es una novela corta, rara, de lenguaje austero, párrafos bastante breves, numerados por bloques y sin apenas conectores entre ellos, que G.U se ha zampado en un plis plas. Para entendernos, sería todo lo contrario de una novela de Javier Marías (que era gran admirador de Coetzee, por cierto, como G.U. lo es de Javier Marías). Según iba leyendo, uno a veces pensaba "es fácil escribir así, casi lo podría haber hecho yo". Otras veces estimaba que quizá esa manera de hacer le da cierto encanto al libro y misterio a la relación entre los dos personajes; una relación que transcurre entre Barcelona, Gerona (ciudades que conoce bien Coetzee), Mallorca (en homenaje a Chopin, aunque él nunca ha estado allí) y Berlín, la ciudad donde vive el pianista, en la que transcurren los momentos más sombríos de la novela.

Lo que en principio parecía una simple historia de amor tardío se transforma en una reflexión, un punto pesimista, sobre el deseo no correspondido, los límites del lenguaje, las diferencias culturales y de edad. Total: que G.U. no sabe todavía si le ha gustado o no. Pero tiene aprecio por Javier Cercas, y suele tener muy en cuenta sus opiniones; la ha valorado así: "Es una pequeña obra maestra, una historia de amor que nace con la música de Chopin. Muy recomendable". En fin, les dejamos con una de las piezas que sonó en ese concierto que relata Coetzee en El polaco, aquella que, por petición del propio Frédéric Chopin, fue interpretada en su propio funeral, junto con el Réquiem de Mozart.


Chopin - Preludio en mi menor Op 28 Nº 4, Claudio Arrau, piano

miércoles, 12 de noviembre de 2025

Los cuatro arquitectos más influyentes del S.XX (I)

Casa de la Cascada (Wright), Ville Saboye (Le Corbusier), Casa Farnsworth (Mies van der Rohe), Villa Mairea (Alvar Aalto)
Vamos a hablar hoy y en futuras entradas (pendientes de elaboración, ojo) de los cuatro arquitectos que más influencia tuvieron y que resumen lo mejor del S. XX, no solo en opinión de G.U., claro, que no es nadie en estos menesteres. Nos referimos a F. LL. Wright, Le Corbusier, Mies van der Rohe y, en un plano un poco inferior, aunque no en el gusto de este bloguero, su tocayo Alvar Aalto. Cuatro monstruos. Uno, estadounidense; otro, suizo y de todo el mundo; otro, germano-estadounidense y el último... finlandés. Como sería un disparate meter a los cuatro en el mismo saco, iremos de uno en uno. La IA  ha elaborado, a petición nuestra, un cuadro comparativo entre los cuatro, que está bastante bien, con lo que nos ahorramos un pequeño esfuerzo de síntesis. ¡Esta IA es inteligente y todo lo sabe!




EMPEZAMOS CON FRANK LLOYD WRIGHT

En esta primera entrega empezamos por Frank Lloyd Wright, un arquitecto que, cuando estudiaba G.U. en la ETSAB, estaba un poco ninguneado entre los profesores de Proyectos, tal vez porque diseñó grandes viviendas unifamiliares para acaudalados burgueses americanos, y eso estaba mal visto entonces (hablamos de los años setenta) y quizá ahora también. Para Wright, la aspiración a la continuidad espacial es importantísima; su arquitectura se centra en la realidad palpitante del espacio interior, y niega el altivo desapego a la naturaleza que mostrarán Le Corbusier o Mies (no Alvar Aalto).

Frank Lloyd Wright, Casa Robie (1910), Vista exterior, antigua y actual; plantas de distribución
F. Ll. Wright rompió la caja en la que estaba enclaustrada la arquitectura, con edificios como los de algunas casas en las proximidades de Chicago, las "Casas de la Pradera". Diseñó y construyó alrededor de 70 de ellas (Prairie Houses) durante su período Prairie (entre 1900 y 1915). Se caracterizan, en general, por líneas horizontales, techos bajos e integración con el paisaje de las praderas del Medio Oeste. Las plantas de distribución (algunas parecen cuadros de Mondrian en su rigor geométrico y en su lirismo), un volumen con grandes aleros (y cubiertas planas o inclinadas) y unos interiores con una continuidad espacial nueva, todo eso le gusta a G.U. La más conocida es la Casa Robie (1910).
Frank Lloyd Wright, Casa Robie (1910), Interior 

Sí; la Casa Robie es la más famosa de entre las "Casas de la Pradera", dirigidas a gente "amillonada" (como dicen en Lorca). Pero también hizo otras más modestas, destinadas a profesores, las llamadas "Casas Usonianas", entre 1936 y 1959. Puestos a escoger, quizá la que más nos gusta es la Casa Goetsch-Winckler (1940), que nos parece una de las más simples y elegantes. Consta sólo de dos habitaciones, amplia sala comedor, baño y cocina, con cubierta plana y un espacio interior diáfano.

Frank Lloyd Wright, Casa  Goetsch-Winckler (1910)
La estrecha línea de ventanas —un problema para limpiarlas— rompe el cierre entre muros y alero y está presente en todo el conjunto: desde fuera y desde dentro. Las esquinas desaparecen. El techo vuela, saliendo al exterior. Ese exterior acoge al visitante, le invita a pasar. El muro exterior le guía y le acompaña. Y ya dentro, la planta libre del espacio central y las ya citadas líneas de ventanas...


Frank Lloyd Wright, Laboratorios Johnson Wax, en Racine (Wisconsin), exterior (1936-1939)
No solo hizo viviendas unifamiliares, ojo. También construyó edificios para empresas. El más conocido es el de las Oficinas y Laboratorios Johnson (1936-1939), en Racine. Aparte de la volumetría externa de esquinas curvadas, en obra vista no portante, muy rotunda, llama sobre todo la atención el interior, con sus pilares huecos de hormigón rematados por capiteles tipo lily pad y luz cenital. 
Frank Lloyd Wright, Laboratorios Johnson Wax, en Racine (Wisconsin), interior (1936-1939)
Pero hoy nos detenemos en uno que ya no existe. El Edificio Larkin, que construyó para la compañía Larkin, Buffalo, N.Y. Su masiva fachada expresa conscientemente la monumentalidad innata de la arquitectura industrial. Las paredes de ladrillo y esos entrantes y salientes con remates escultóricos indican que esa severidad puede ser dignificada y aligerada sin pérdida.
Frank Lloyd Wright, Edificio Larkin. exterior y planta principal
En el interior, las plantas de oficinas en torno a un patio central estaban iluminadas desde arriba y desde los laterales. Y hablamos en tiempo pasado porque el edificio fue derruido en 1950, pese al alud de protestas que hubo por parte de la comunidad arquitectónica. Parece ser que quebró la empresa, pasó a otras manos y al final se optó por la demolición. Una destrucción impensable hoy en día, que al autor, F. Ll. Wright le sentó como un tiro, no es para menos. No solo ocurren en España estas cosas.
Frank Lloyd Wright, Interior del Edificio Larkin
Inicio de la demolición del Edificio Larkin, en 1950


En estos tristes días, G.U. tiene frío interno y donde mejor está es en casa ya por la tarde, vamos a reconocerlo claramente. Admiramos mucho a la gente que sale de su torre de marfil y a estas horas vespertinas socializa, apurando la tarde en la terraza de algún bar tomándose una cervecita a gollete,  en pleno relente vespertino. Eso no es lo nuestro, desde luego. Vendrán tiempos mejores, esperemos.
Casa de la Cascada (1937). Frank Lloyd Wright
[Del libro de Henry-Russell Hitchcock]
De todas maneras, cuando se decidan a poner la calefacción porque sus casas se empiecen a enfriar, tengan en cuenta que desciende el índice de humedad. Este problema, el del bajo índice de humedad, no lo deben de tener, sin ir más lejos, los actuales inquilinos de la "Casa de la Cascada", si los hubiera, la obra más conocida de Frank Lloyd Wright. Estábamos viendo, envidiosos, planos, fotos y vídeos de ella esta mañana y ¿por qué no echarles un ojo aquí, ya que quizá se nos pasó el arroz para ir por allí?
Vista desde la zona baja de la cascada. Casa de la Cascada. 1937. Frank Lloyd Wright.
Foto crédito: David Brossard.
Vista desde la zona baja de la cascada. Casa de la Cascada en otoño. 1937. Frank Lloyd Wright
Planos elaborados por Sara Resa López de Aguileta, de difundirelarte.com
Fachada lateral, con el acceso a la vivienda a la derecha. Casa de la Cascada. 1937. Frank Lloyd Wright.
Foto crédito: Library of Congress.
Salón en la planta baja, totalmente libre. "Casa de la Cascada". 1937. Frank Lloyd Wright.
Foto crédito: Wally Gobetz.
Nos dejamos cosas y casas en el tintero, para no aburrir. Pero no ésta. Fallingwater fue la casa de campo para Edgar Kaufmann, su esposa Liliane y su hijo, dueños de unos grandes almacenes en Pittsburgh. La "Casa de la Cascada" se convirtió en la casa de los fines de semana para la familia desde 1937 hasta 1963. Al morir los padres, el hijo se deshizo de ella, quién sabe víctima de un reuma persistente a causa de la humedad. Desde que se abrió al público, en 1964, ha sido visitada por más de seis millones de personas, sin duda es una de las casas más famosas del mundo y es la obra que ha permitido que Wright sea conocido por el público, al menos por el interesado en estos asuntos.

Vídeo de la "Casa de la Cascada" elaborado por Simón García, de arqfoto.com




Frank Lloyd Wright, Museo Guggenheim, N.Y. (1959)
Y acabamos con el Museo Guggenheim, que construyó Wright para el magnate financiero Solomon R. Guggenheim y su esposa, coleccionistas ambos de arte. Un potentado judío-estadounidense de origen suizo-alemán, dedicado a la minería, que en la década de 1930 comenzó a apoyar el arte no figurativo ya que estaba muy bien conectado con la vanguardia europea. Pues bien, pidió a Wright que le hiciera un museo de "arte no objetivo". Sin embargo, ni uno ni otro llegaron a verlo inaugurado.
Frank Lloyd Wright, dibujo en perspectiva del Museo Guggenheim
El caso es que la primera idea de Wright fue la de hacer una especie de zigurat, ya saben, esa torre escalonada piramidal de la antigua Mesopotamia. Pero en una noche de insomnio, esas que inspiran a veces a los grandes artistas, se le ocurrió darle la vuelta a ese diseño  y ponerlo del revés, en forma de cono  truncado que se ensancha hacia arriba. Y, sin apenas despeinarse, dibujó este magnífico esbozo, que al matrimonio Guggenheim le gustó mucho, como paso previo a la elaboración de la maqueta, que les también les entusiamó, como se puede apreciar en la imagen.
Frank Lloyd Wright, Irene Rotschild (esposa de Guggenheim) y Solomon Guggenheim ante la maqueta
Y dit i fet. Aquí tenemos este homenaje de Wright a Solomon Guggenheim, a Irene Rotschild —su esposa— y un canto a sí mismo, un edificio que se ha convertido en un icono de N.Y., él que detestaba esa ciudad. Su utopía antiurbana de las "Casas de la Pradera" quizá se haya marchitado algo, pero la integridad de su visión arquitectónica sigue vigente. Les dejamos con un par de imágenes del interior.
Frank Lloyd Wright, Museo Guggenheim, N.Y., interior (1959)
Frank Lloyd Wright, Museo Guggenheim, N.Y., interior (1959)
Quizá lo más significativo sea la rampa helicoidal continua que recorre el interior y mira hacia el vacío central, lo que permite la interacción de los visitantes de los distintos niveles. Es su obra póstuma...

martes, 11 de noviembre de 2025

Hoy hace un año (nvts, EPD)

Barcelona, 30 de agosto de 2022
Si quieren que les sea sincero, no hay día que Gran Uribe no recuerde a Nievitas. Aún, cuando suena el teléfono a ciertas horas, espera ver escrito ese nombre en la "chivatilla" del móvil. Pero nunca es ella.

Ésta es la última fotografía que le hizo, en agosto de 2022, tomando un gin tonic de media mañana en un bar de la calle Hercegovina, al lado del parque Monterolas, en el que habían paseado con su perrita Lula, en plena canícula. Jamás pudo pensar que esa sería la última. La verdad es que G.U. no tiene muchas fotos de ella hechas por él, pero tal vez sea ésta la que más aprecia, quizá por ser la última.
Tapia de Casariego (Asturias), agosto de 1986
Tapia de Casariego (Asturias), agosto de 1986
Rebuscando entre álbumes antiguos, encontró en la tarde de ayer estas otras dos fotos, de aquellas vacaciones tan felices en Asturias en los años ochenta, cuando a todos parecía que aquello había de durar siempre. Éstas están tomadas en Tapia de Casariego, en agosto de 1986. Ella sola frente a la mar brava que tanto le atraía y con Santi (EPD, 14 de abril de 2020) y sus hijos, en el puerto de Tapia.

domingo, 9 de noviembre de 2025

Almería, Juan Benet y la poesía de Blanca Andreu

Programa del curso "Vieja y nueva picaresca" (Almería, julio de 1985)

Hojeando por casa cosas antiguas, nada menos que de hace cuarenta años, salió esto. Ya puestos, vamos a ejercer de abuelo Cebolleta. G.U. supo de Blanca Andreu durante un curso de verano de la Universidad Menéndez Pelayo, en Almería (1985), aunque sonaba ya su nombre. Por aquella época estaba muy en boga ese tipo de cursos, especialmente eran muy conocidos los de Santander, donde también estuvo algún año. El de Almería de ese año se llamaba "Vieja y nueva picaresca", con un anexo titulado "Las nuevas letras en España", en la Escuela de Arte, con su espléndido patio. 

Patio de la Escuela de Bellas Artes, de Almería / [granuribe50 (30 de julio de 1985)]

Entre los participantes estaba el buen novelista y no peor ingeniero de Caminos, Juan Benet, y también Blanca Andreu (La Coruña, 1959), que lo seguía a sol y a sombra. Aquellos días fueron estupendos, recorriendo toda la provincia, el desierto de Tabernas, el Cabo de Gata y las playas de por allí. Todo lo que G.U. no había podido hacer cuando estuvo dos meses en Viator, haciendo el campamento antes de ir a Melilla. Ahora todo eso ha degenerado, la última vez que fue por allí supuso una gran decepción.

Blanca Andreu y Juan Benet se casaron pocos meses después. Tuvimos curiosidad por conocer lo que había escrito. Era especialmente mencionado el libro por el que le habían dado el premio Adonais de poesía de 1980, De una niña de provincias que se vino a vivir en un Chagall, en clave surrealista. 

Nos gustó mucho, aunque no captáramos muchas cosas. Blanca estaba por entonces en el candelero, era un poco la estrella literaria de "la movida madrileña", que si Paco Umbral, que si Sabina, toda esa gente etc., y salía en todo tipo de tertulias, fueran literarias o no. [Su marido, Juan Benet, falleció en 1993, un día triste para G.U.]. Blanca publicó algunos libros más, pero, al igual que ciertas actrices del Hollywwod clásico, de repente decidió enclaustrarse en su casa de Galicia (ahora vuelve a vivir en Orihuela), dejó de publicar y de salir "en los medios". Nunca más se supo de ella.

Blanca Andreu en su casa en febrero de 2010, cuando publicó su último libro, Los archivos griegos
Es una lástima, porque a G.U. le parecía una poeta muy buena. Quizá se le agotaron las ideas, puede ser. Por cierto, en prosa siempre escribió muy bien. Siendo adolescente ganó el "premio Coca Cola" con un texto espléndido sobre Orihuela, el pueblo donde vivía; G.U. lo ha releído hoy y le gusta mucho. Ya se le veían dotes para la pluma. Pero después no frecuentó ese género, por desgracia.  

Les ofrecemos O mar profundo, extraído de su libro La tierra transparente (2002).


O mar profundo, su título mismo, en gallego, ya instala una dimensión simbólica: el mar como lugar de origen, de pérdida, de revelación. El poema no sigue una estructura narrativa tradicional. Más bien se despliega en imágenes sucesivas, líquidas y celestes, cada una construyendo una sensación de revelación interior, donde el mar no es solo un espacio físico, sino una presencia espiritual y creadora.

En fin, eso es lo que G.U. percibe, otra cosa es lo que Blanca Andreu nos quiere revelar, que no lo sabemos. Tiene otros poemas muy buenos, en nuestra opinión. Como éste, Dame la noche que no intercede..., del mencionado De una niña de provincias que se vino a vivir a un Chagall (1980):

lunes, 3 de noviembre de 2025

Los "antifascistas" y los "espacios seguros"

Enlace a @IreneMontero
El tal Vito Quiles es un conocido influencer (un millón de seguidores en Instagram y en X algo así) y un "comunicador" muy de derechas, bastante tocacollons, un poco pesado y escaso de gracia, en opinión de G.U. El caso es que el tipo iba a dar una charla en la Facultad de Comunicación de la Universidad de Navarra y un periodista se disponía a cubrir el asunto. La policía, temiéndose lo peor, prohibió el acto.

Vito Quiles no se presentó, pero sí muchos energúmenos abertzales con ánimo de pegarle una paliza, se supone que por "fascista". Como no vino, descargaron toda su ira contra un periodista del digital "El Español" que había ido allí a informar. Parece ser que, al menos según la exministra Irene Montero, actual eurodiputada por Podemos en el Parlamento Europeo —donde ocupa el cargo de vicepresidenta del grupo The Left (La Izquierda)—, esa es la manera correcta de cumplir con el "deber ciudadano" de hacer que la Universidad (y la calle) sea un "espacio seguro", libre de "fascistas". Uno se pregunta si la señora Montero sabe qué es un auténtico fascista. En cualquier caso, ¿quiénes serían los fascistas aquí?