En efecto, durante catorce años, de 1966 a 1984, Juan Soto Viñolo fue uno de los autores de las respuestas de un programa dedicado exclusivamente al público femenino y que, primero, desde Radio Barcelona y, después, desde Radio Peninsular y Radio Intercontinental se convirtió en todo un fenómeno sociológico en la España del franquismo. El programa se había iniciado en 1947.
Sonaba cada tarde en casa. Pues sí, la sintonía de Elena Francis fue la música de fondo de las tardes de muchos hogares españoles. Mujeres de toda edad y condición escuchaban durante treinta minutos los consejos sentimentales, domésticos y de belleza que, atendiendo a las cartas de las oyentes, redactaba Juan Soto Viñolo (antes de él hubo otros) y leía con voz aterciopelada la locutora Maruja Fernández. Cuando el programa desapareció del dial, en enero del 84, el periodista catalán escribió el libro Querida Elena Francis, en el que relataba casos curiosos de sus 14 años al frente de la redacción.
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| Maruja Fernández / Portada del libro de Juan Soto Viñolo |
Durante años las oyentes creyeron que 'Elena Francis' era una doctora barcelonesa, y que era la que contestaba sus cartas. En realidad, se trataba de un personaje ficticio cuyo nombre hacía referencia a Francisca Elena Bes Calvet. 'Elena Francis' fue una productiva campaña de marketing ideada por Josep Fradera y su esposa —la susodicha Francisca Bes—, propietarios del Instituto de Belleza Francis; así promocionaban sus productos. Ella firmaba las respuestas, pero nunca redactó ninguna.
Los Fradera contrataron a un
grupo de guionistas para que contestaran por correo las miles de cartas que
les llegaban y que no se podían emitir, por la censura o por falta de tiempo, en general escritas con torpeza y llenas de faltas de
ortografía. «¿Te gusta escribir?», preguntaban los anuncios para reclutar escribientes. Para ser ‘contestador Francis’ había que tener máquina de escribir propia y no cometer faltas de ortografía. Por supuesto, se exigía discreción: la identidad de Elena Francis era secreta.
En 2007 se encontraron alrededor de setenta mil cartas de aquellas en una antigua masía que entonces era propiedad de los
Fradera en Cornellá —Can Tirel—, dentro de unas cajas. Se conservan en el archivo comarcal del Baix Llobregat y diez mil están digitalizadas. Todo un testimonio de la época.
Veamos el contenido de una de ellas y, tras la música, la respuesta de la señora Francis:
Navas del Abad, 7 de marzo de 1956
«Querida señora Francis: Me dirijo a su consultorio angustiada por una duda
que corroe mi alma: el verano pasado vino, con los veraneantes que cada año
vienen al pueblo, un muchacho de diciesiete años, muy guapo que me presentó una
prima mía en la fiesta de San Isidro y estuvimos bailando y me dijo que
estudiaba para abogado. Luego, cuando se volvió a Madrid, nos escribimos
muchas cartas y me pidió relaciones y una foto. Yo me enamoré de él y me dijo
que vendría en Navidad. Nos vimos y él enseguida se quiso propasar con sus caricias porque estaba muy enamorado y me dijo que eso es normal entre novios. Ahora quiere volver y temo que no se conforme con lo que le di la otra vez, porque se pone muy pesado y dice que le dan palpitaciones si no se alivia. Yo tengo dieciocho años y no sé nada de hombres, pero temo que me pida lo que no puedo darle, pues quiero casarme de blanco y como Dios manda».
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Respuesta a Angustiada
«Querida amiga:
Veo que eres una muchacha en la edad más delicada y que te has enamorado de
veras de ese chico y eso quizá te ofusque los sentidos. En el amor no valen
ofuscaciones: hay que mantener la cabeza despejada, pues de lo que hagas
ahora dependerá la felicidad o la infelicidad por el resto de tu vida. Si
ese muchacho verdaderamente te quiere sabrá contenerse y respetarte.
La relación entre dos novios debe estar presidida por la pureza y la sinceridad de intención. ¿Conoce este novio a tus padres? ¿Te ha presentado a los suyos? Una relación firme debe comenzar por ahí y la única muestra de afecto permisible es pasear de la mano, siempre por lugares concurridos o bajo la vigilancia de personas de respeto y acaso algún beso en la mejilla. Guarda los besos apasionados y las caricias para el matrimonio y entonces te sabrán mejor. Si él verdaderamente te quiere sabrá esperar y respetarte. Bajo ningún concepto debes entregarle tu virtud por muy enamorada que estés y por muy buen porvenir que él te ofrezca. No olvides que muchos hombres cuando consiguen la satisfacción corporal que anhelan en la mujer se olvidan rápidamente de ella y hasta la desprecian. No te pongas en ese peligro. Recibe un cariñoso saludo de tu amiga...»
ELENA FRANCIS
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