Esta tarde hablamos, cómo no, de los Reyes Magos de Oriente. Un primo de G.U. le contaba su experiencia cuando preguntó al hijo de la portera qué le habían traído los Reyes. Le contestó: «A mí nada porque somos pobres». Es algo que siempre nos inquietó, esa "injusticia" de sus majestades. A unos, unos regalazos tremendos, a otros, lo que explicaremos más abajo y, finalmente, a otros, NADA. Era un poco raro, pero G.U. no indagó más; se ve que no le había entrado aún su vena investigadora...
Hoy en día no sabe cómo está el asunto. En las imágenes de la cabalgata de esta tarde se ven niños ya bastante mayores. Antiguamente era fácil mantener el engaño, porque no había TV, solo la radio. Pero hoy en día es difícil entender cómo esos niños no se han enterado todavía (algunos tal vez disimulan).
Algunos de los juguetes de Luis Miguel Martínez-Gómez, coleccionista de Albacete |
Pero todo eso lo veíamos al día siguiente. Ya muy temprano, a través de la cerradura, se intuía la prometedora silueta de los indios a caballo asaltando el fuerte, los soldados de azul, las caravanas, todo eso. Magia pura. Y al entrar en la sala, en efecto, todo eso más algún libro de Salgari (El Corsario Negro, Sandokán, etc.) o algún juego como "Detectives" (ahora lo llaman "Cluedo"), con el que nos divertimos muchos años. Pero el tren eléctrico "Marklin", nunca. Y nunca se lo echamos en cara.
Fragmento de la colección de libros de Emilio Salgari, de Editorial Molino: piratas, tuaregs, brahmanes, cowboys, de todo... |
La verdad es que G.U. no conserva recuerdos posteriores que le evoquen una emoción parecida a la de aquellos días. En efecto, nada fue igual después... En fin, hay muchas maneras de entender el asunto. Hay quien dice que es una p*tada tener engañado al niño. G.U. no lo ve así. La ilusión de esos años no la cambia por nada. Y la desilusión posterior, no es más que la primera que tenemos, pero no la última. La vida también se compone de eso: ilusiones, que buena falta hacen, y... desilusiones, qué se le va a hacer. La verdad es que tampoco nunca se le ocurrió echar en cara el engaño a sus padres; por contra, solo agradecimiento por el esfuerzo de todo tipo que les suponía y las alegrías que nos dieron.
Miguel de Unamuno, Agranda la puerta |