sábado, 22 de abril de 2017

Si no tienen nada que contar, no se amilanen

Aprovechando que mañana es Sant Jordi, un día señalado en el que muchos comprarán disciplinadamente una rosa con su correspondiente espiguita y senyera (y quizá, de rebote, algún libro de algún sujeto conocido que salga en la tele), a Gran Uribe no se le quita de la cabeza que sobre todo es "El Día del Libro".

Paul Auster zanja la duda (viñeta de Paco Roca)
A un servidor le gustaría saber escribir historias, la verdad, pero con frecuencia se dice a sí mismo que su vida ha sido lo suficientemente oscura como para no tener nada que contar.

Aunque, si vamos a eso, menos tenía que explicarnos Emilio Salgari, que no salió del salón de su casa, y miren la que lió. Le metió a Gran Uribe en lo de la lectura, ahí es ná, y nunca se lo agradecerá bastante. Pero de leer a escribir hay un pequeño peldaño, y los que se aventuran a subirlo se merecen un monumento.

Es en este tipo de momentos (como el de hoy, cuando quien esto escribe se siente un poco frustrado) en que le anima recordar algo que leyó hace muchos años del gran Julio Cortázar, un cuentista estupendo (uno diría que el mejor), en Algunos aspectos del cuento (1971):



Julio Cortázar: Algunos aspectos del cuento 
«Pienso, por ejemplo, en el tema de la mayoría de los admirables relatos de Antón Chéjov. ¿Qué hay allí que no sea tristemente cotidiano, mediocre, muchas veces conformista o inútilmente rebelde? Lo que se cuenta en esos relatos es casi lo que de niños, en las aburridas tertulias que debíamos compartir con los mayores, escuchábamos contar a los abuelos o a las tías; la pequeña, insignificante crónica familiar de ambiciones frustradas, de modestos dramas locales, de angustias, a la medida de una sala, de un piano, de un té con dulces. Y, sin embargo, los cuentos de Katherine Mansfield o de Chéjov, son significativos.[...]

Es habitual que en el curso de una conversación alguien cuente un episodio divertido o conmovedor o extraño, y que dirigiéndose luego al cuentista presente le diga: "Ahí tienes un tema formidable para un cuento; te lo regalo". A mí me han regalado en esa forma montones de temas, y siempre he contestado amablemente: "Muchas gracias", y jamás he escrito un cuento con ninguno de ellos. 

Sin embargo, cierta vez una amiga me contó distraídamente las aventuras de una criada suya en París. Mientras escuchaba su relato, sentí que eso podía llegar a ser un cuento. Para ella esos episodios no eran más que anécdotas curiosas; para mí bruscamente se cargaban de un sentido que iba mucho más allá de su simple y vulgar contenido».

O sea que: lean a Cortázar y, si creen que tienen condiciones pero nada que contar..., ¡ánimo, no se me amilanen! Pero no olviden nunca lo que nos dibujaba Paco Roca recordando a Paul Auster: Las cosas le pasan a quien sabe contarlas. Y, por tanto, a esa gente... ¡un monumento!

2 comentarios:

  1. Las cosas les pasan a todas las personas.
    Hay quien sabe contarlas y quedan en evidencia...(Marsé, Zafón, Mendoza, Vila-Matas...)
    Hay quien sabe contarlas y son recónditos (Florencio Martinez, Cornadó, Palol, Bosch, Tugues...)
    Y hay quien no sabe contarlas y son con-réditos (Monzó, Rahola..y los cien mil hijos de San Luis)
    Salut

    ResponderEliminar
  2. Supongo que cada escritor escoge lo que le gusta contar en cada momento. De todo lo que le pasa, elige lo que quiere compartir con los demás porque le conmueve, le indigna, le tranquiliza, le parece gracioso, injusto, .... Luego, el uso de las palabras hace el resto. MJ

    ResponderEliminar